En defensa de la banca

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Desde hace unos años, el ataque a los bancos es constante. El populismo los puso en el punto de mira, con la constante acusación de que ganan mucho, al tiempo que no atienden a sus clientes convenientemente. Se les atribuye desahuciar a personas vulnerables, vender productos peligrosos y no remunerar los depósitos. Sin embargo, la mayoría de esas acusaciones no son ciertas o, al menos, se descontextualizan.

La banca, cuando concede un préstamo, lo que quiere hacer es cobrarlo, no quedarse con los bienes del deudor, pues eso le supone serios problemas. En primer lugar, si un cliente no paga, contablemente tiene que dotar provisiones. Eso, además, le consume capital, que le dificulta cumplir con los requerimientos del mismo a los que se debe. Paralelamente, quedarse con un bien real no es la mejor de las soluciones, porque les genera costes. Hace muchos años, además, que los bancos no desahucian a personas que se demuestre que son vulnerables en primera residencia.

Adicionalmente, se impulsó el código de buenas prácticas, que permitía, por ejemplo, que un cliente cambiase su préstamo hipotecario sin tener que incurrir en costes adicionales. Al mismo tiempo, a los clientes que quieren contratar un producto de pasivo, se les informa de los riesgos del mismo y se les realiza un test de idoneidad, tras haber sido vapuleados por la Justicia por las pérdidas que algunos inversores tuvieron en productos que decidieron contratar. Por supuesto que si hubo algunos engaños, los inversores afectados deben ser indemnizados, pero no fue la generalidad de los casos y, sin embargo, las indemnizaciones se generalizaron de manera intensa.

Ahora, se les critica por no remunerar depósitos -algunas entidades sí que lo hacen-, pero se olvidan de que su negocio se encuentra muy constreñido por los costes y que durante mucho tiempo han tenido que aplicar tipos muy bajos derivado de la década en la que los tipos estuvieron a cero o negativos.

Esa crítica se recrudece ante el incremento de resultados presentados por las entidades financieras la semana pasada, pero sus márgenes no son grandes, sino que disminuyen en muchos casos, incrementando por volumen.

Se critica a la banca, pero hace una gran labor. Es el pilar esencial de la economía de mercado, del capitalismo. Nuestra sociedad no podría funcionar sin la banca. De hecho, cuando desde la demagogia se dice que se rescató a los bancos, se olvidan de que, realmente, a quienes se ayudó fue a los clientes de los mismos, pues si un banco cae son sus clientes, además de los accionistas -muchos, pequeños ahorradores- los que sufren la pérdida, de manera que si se sostuvo a la banca no fue para beneficiarla, sino para que el sistema no se hundiera.

Sin la banca, no tendríamos el desarrollo del que disfrutamos, hecho que se olvida siempre, de manera que no podríamos mantener el crecimiento y la prosperidad, pues son los intermediarios que hacen que el ahorro de los agentes económicos excedentarios de recursos se canalice hacia la inversión y, con ello, se impulse la actividad económica y el empleo.

Por tanto, más nos vale que la banca siga creciendo, siga mejorando beneficios y aumentando su negocio, porque nos va nuestra prosperidad en ello, incluso la de los que demagógicamente la critican.

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