De las cuentas y de los cuentos

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La última moda entre esa legión de charlatanes e indocumentados que nos rodea es deconstruir con la nula sofisticación del cocinero de rancho la más que indiscutible recuperación de la economía española y la intosible contundencia de los datos macroeconómicos y microeconómicos. Que si es gracias al tan brutal como bendito bajón del petróleo, que si es una tendencia europea, que si es una salida de la sima a costa de los más pobres, que si España es uno de los países donde más ha aumentado la desigualdad, que es un boom a costa de los derechos laborales de los trabajadores, que si patatín, que si patatán.

A propósito de charlatanes, indocumentados y cenizos varios, me viene a la cabeza el aserto del economista clásico: «Lo que no son cuentas, son cuentos». Cuando la economía española está creciendo al 3,1% interanual y puede acabar 2015 disparándose a entre un 3,3% y un 3,5% (si todo continúa igual, estaríamos hablando de este último guarismo), poner en solfa que esto empieza a ir bien sólo puede ser producto de la maldad o de la ceguera intelectual, cuando no de ambos factores. Y todo ello cuando el antiespañol comisario Pierre Moscovici pronosticaba en marzo una subida del PIB español del 2,3% para el conjunto de 2015 (que Dios le conserve la vista).

Lo cierto es que nuestro Producto Interior Bruto engorda más que nadie entre las grandes economías europeas: nuestro 3,1% se sitúa muy por encima del 2,3% de Reino Unido, es prácticamente el doble del 1,6% alemán, triplica los raquíticos resultados de una Francia (1,1%) que gracias a Hollande se mantiene en el hoyo, multiplica por cinco el 0,6% italiano y está a años luz de la media de la eurozona (1,3%). Los jefes del mundo, los Estados Unidos de Barack Obama, también se hallan por debajo con un 2,9% que no está nada mal en un nación que cumple su sexto ejercicio de crecimiento continuado y con Wall Street en máximos históricos. Y la comparación con los años de la crisis no es que resulte odiosa, es que más bien se antoja escandalosa: el PIB decreció 7,5 puntos en el lustro negro (2009-2012) y desde entonces hemos recuperado 7. Queda mucho camino por desandar pero estamos cerca de ese punto de equilibrio que permitirá recuperar riqueza en términos nominales.

Hasta 2012 desconocíamos que entre nuestra parentela teníamos una prima de riesgo que casi nos mata en aquel fatídico año en el que estuvimos en un tris de tener que ser completamente intervenidos. Que, dicho sea de paso, era lo que veían como inevitable algunos ministros como Luis de Guindos. El diferencial con el bono alemán se situó en 649 puntos básicos en la semana negra del 23 de julio de 2012 haciendo casi imposible que sobreviviéramos sin la respiración asistida de Francfort. Sólo el empecinamiento del presidente del Gobierno, que al contrario que en otros apartados en esto sí dio en el clavo, impidió que acabásemos convirtiéndonos en un protectorado del BCE en general y de Alemania en particular. Hoy día, estamos en 123, por debajo de un Reino Unido (134) que si bien carece de la dependencia económica que nosotros padecemos frente a los germanos no deja de ser un gigante económico a nivel planetario. Cierto es que Italia se financia algo mejor que nosotros al estar en los 110 puntos básicos pero no lo es menos que su crecimiento le sitúa al borde del abismo.

Del déficit qué quieren que les diga. Por mucho que el socialista galo Pierre Moscovici se dedique a arrojar sobre España las montañas de basura que se olvida de dedicar a una Francia instalada técnicamente en una cuasiestanflación estructural (alza de precios+alza del desempleo+estancamiento económico), las cosas marchan razonablemente bien. Estamos con un déficit del 4,5% sobre el PIB, menos de la mitad del 9,5% que dejó Elena Salgado, que mintió en el traspaso de poderes de la Navidad de 2011. La ministra aseguró que la diferencia entre ingresos y gastos era del 6% comiéndose tres puntos que echaron queroseno al incendio económico que el Zapatero que destruyó 3,5 millones de empleos legó a Mariano Rajoy.

El problema continúa siendo el de siempre: los ayuntamientos y comunidades. Así como el Gobierno central se ha autoestrangulado la cintura al apretarse compulsivamente el cinturón (sirva como ejemplo que los ministros van en coches de hace una década o más), las autonomías y los municipios se pasan la estabilidad presupuestaria por el arco del triunfo. El caso paradigmático es Cataluña que debe 67.000 millones, casi el triple que los 25.000 de Madrid, y un Ayuntamiento de Zaragoza en el que tras levantar las alfombras salen sapos y culebras a cual peor encarado. Estos dos factores están provocando que tal vez nos desviemos un par de décimas o tres del objetivo de 2015 y quién sabe si del de 2016. Ni es altamente preocupante ni tampoco es cuestión de que nos salgan con nuevos ajustes. Sea como fuere, el salto cualitativo dado ha sido gigantesco en este espinoso apartado.

Para muestra de que esto va razonablemente bien, otro botón: el consumo privado se dispara entre un 3% y un 4%. La cifra exacta se desconoce pues cada servicio de estudios apunta una diferente. Pero todos ellos coinciden en tres, cuatro y hasta casi cinco puntos de estirón (Financial Times, la biblia de la economía mundial, se posiciona en la banda alta). Uno de los baremos más ajustados a la realidad para medir la solidez de una economía es la venta de coches. En este epígrafe las cosas no es que marchen bien, marchan como un tiro. Se van a vender algo más de un millón de vehículos este ejercicio, lo que supone alrededor de un 21% más que en 2014.

Nubarrones, haberlos, haylos. El número 1 es indiscutiblemente el paro, el gran problema estructural del Reino de España. Mientras no lleguemos al 10% ni Juan Español podrá saltar de alegría ni Mariano Rajoy ejecutar con sus dedos la V de victoria. Un total de 4.850.800 parados son muchos, muchísimos. Y un 21,1% es una salvajada que nos sitúa a la triste cabeza del escalafón de desempleo en la Unión Europea, sólo superados por la Grecia de los amigos de Pablo Iglesias. La última Encuesta de Población Activa (EPA) reflejó hace tres semanas un nuevo desplome del desempleo, esta vez de 298.200 personas. España es el país que más empleo crea de la zona euro, al punto que este año vamos a generar entre 650.000 y 700.000 puestos de trabajo, a los que hay que sumar los 417.000 del ejercicio precedente. Un millón largo de oportunidades para gente que se había quedado en la calle durante la recesión más virulenta que se recuerda. A todo esto conviene no olvidar que las tasas de economía sumergida en España se hallan, desgraciadamente, en el 20%, lo cual nos lleva a colegir que el drama es porcentualmente menor de lo que marcan las estadísticas oficiales.

Y a los que subrayan que esta reconstrucción de la España que dejó Zapatero se cimienta sobre las espaldas de trabajos temporales y precarios, hay que recordarles que el 76% de los 18 millones de contratos suscritos en este país es fijo. Muy por encima de la media occidental. Y a los podemitas que ponen Dinamarca como ejemplo de todo como si fuera una suerte de Jardín del Edén en versión económica, puntualizarles que en el país de la sirenita el despido es libre. Y a los que también ponen a la España marianista como espejo de todos los males, precisarles que tampoco es cierto ese mantra que repiten con la pesada contundencia del obsesivo. El de que la pobreza se ha disparado exponencialmente, el que mantiene que somos poco menos que una sucursal del Tercer Mundo en Europa, el que habla de niños desnutridos (que no es lo mismo que malnutridos) y de 13 millones de pobres. Si esto fuera cierto, habría revueltas por doquier, la ciudadanía habrían invadido La Moncloa y estaríamos en situación de preguerra civil.

Más datos y menos cuentos. Tan cierto es que un sinfín de españoles lo han pasado y lo siguen pasando mal como que el Índice de Gini, que mide la riqueza de los países, certifica que somos uno de los países menos desiguales de Europa: tenemos un índice de riqueza del 0,67 en un universo que oscila entre el 0 que es la máxima igualdad y el 1 que es la máxima desigualdad. Suecia está en un 0,8 y Dinamarca un 0,7. Como observarán, más mitos que se nos caen o se les caen a algunos. En España el Gini empeoró cinco puntos en términos absolutos (en una relación de 0 a 100) entre 2012 y 2014 y ha mejorado un 0,1% entre 2012 y 2015, lo cual confirma que nos hemos empobrecido, sí y mucho, pero también que le empezamos a dar la vuelta a la tortilla.

A los que se les llena la boca de peros, especialmente, a la hora de atribuir los méritos de la recuperación al bajón del precio del petróleo, hay que recordarles que el petróleo baja igual para todos. España tiene los mismos precios de importación que Alemania, Francia, Reino Unido o Italia. Por tanto, si el responsable fuera el descenso del barril brent (que está en 47 dólares, la mitad que hace un año y la tercera parte que los 140 largos de 2006), Alemania, Francia, Reino Unido e Italia crecerían lo mismo que nosotros o se moverían en porcentajes similares.

Un empresario de postín no me lo pudo resumir mejor el otro día cuando comparaba cómo nos veían fuera de España entre 2009 y 2012 y cómo nos miran ahora: «Entonces, no se fiaban de nosotros y nos miraban como si fuéramos unos manirrotos y una banda de ladrones. Ahora, nos observan con admiración, invierten aquí, nos prestan su dinero y nos ponen de ejemplo». Pues eso: que ahora salen las cuentas por muchos cuentos que nos suelten. Que la terapia no debería haber sido tan cruenta es obvio. Más que nada, porque estuvo a punto de llevarse por delante al enfermo. Pero la fortaleza de nuestra economía es indiscutible, se pongan como se pongan los podemitas y sus periodistas de cámara, y unos socialistas que deberían callar porque las zapateradas nos condujeron a esa UVI que el desafortunado vídeo del PP puso como metáfora de una era para olvidar. España no va bien del todo pero sí muchísimo mejor que hace dos años y medio. Crucemos los dedos y metamos la papeleta correcta en la urna, que no tiene por qué ser la gaviota, para que esto no vuelva a irse al carajo.

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