Cómo sobrevivir a la inmensa jeta de Sánchez

Aznar

Sale José María Aznar y apela a la «energía cívica» contra el proyecto de «disolución nacional» de Pedro Sánchez y los propios cómplices de los golpistas, los blanqueadores de los golpistas, los would-be amnistiadores le acusan de… ¡golpista!

Así están las cosas. Así llevan tiempo las cosas. Nos escandalizamos y ofendemos porque las palabras siguen teniendo significado para nosotros. Se nos olvida que para ellos no. Es un arma más en esta especie de guerra híbrida contra los hasta hace poco valores compartidos. Valores en los que ya no creen, pues sólo les mueve la ambición del poder. Pueden decirnos lo que quieran. Pueden llamar a Aznar «golpista», usar expresiones con resonancias militares y guerra civilistas como «levantamiento» y estar fraguando a la vez un atentado contra el orden constitucional enfangando a estamentos que deberían ser sagrados como la Justicia.

Es hora de aceptar que van sin escrúpulos a por todas. Y que, porque aún tenemos vergüenza y creemos en la verdad, sus palabras son piezas de artillería que usarán contra nosotros, la ciudadanía que se rebela. Hay que ser muy conscientes de que nada de lo que digan se corresponde con la realidad. Sus invectivas, sus lemas, sus acusaciones son humo.

Si lastiman nuestra moral, van a ganar. Y, sí, he usado un lenguaje bélico. Aquí tienen un ejemplo de lo que les digo: los que han declarado la guerra, los que nos están atropellando, los están avanzando las líneas más allá de lo soportable son ellos. Pero pueden acusar de guerracivilistas a las víctimas. Acostúmbrense si no lo están ya y, como Ulises, pónganse cera en los oídos.

El domingo 10 a las 12 me pasé por el ayuntamiento de mi localidad. Una concentración sin convocante, una excusa llegada por las redes sociales para que los más impacientes manifestáramos que no vale todo para que un aventurero continúe en la presidencia. Con la mayor de las modestias: apenas llegamos a ser 25. Les parecerá ridículo quizá, pero aún me parecieron muchos, dadas todas las circunstancias.

Sociedad Civil Catalana parece que se ha puesto las pilas y está enviando una convocatoria formal para el día 8 de octubre. El 8 de octubre, ¿recuerdan? Han pasado demasiados octubres sin su «8 de octubre». Demasiados agravios sin reacción, como el de un gobierno de España asociado, no sólo a la ultraizquierda sólo si es sí, sino también con golpistas y herederos de ETA. ¡Y qué decir de las rebajas de los delitos de malversación y sedición, por ejemplo! Grandes ignominias sin la conveniente respuesta. Pero llega otro día 8. Éste sí.

Aznar inauguró en Madrid el Campus de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) que preside, donde pronunció un duro discurso contra Pedro Sánchez y el Gobierno de coalición. Y dijo: «la entrega del socialismo al secesionismo a cambio de mantener el poder es por sí solo el hecho más destructivo que hemos padecido en la política democrática y un ataque cotidiano contra la Constitución».

Y el Gobierno sanchista, que está buscando un modo de encajarnos a los catalanes (incluyendo a la mitad que no lo hemos pedido) y de armar una amnistía de parte, le acusó de tener un comportamiento más propio de alguien «antidemocrático y golpista» que de un expresidente. En boquita de la portavoz del Ejecutivo en funciones, Isabel Rodríguez, a quien se unieron la también ministra de Política Territorial Teresa Ribera, y el titular de Agricultura Pesca y Alimentación, Luis Planas. Preguntaron alevosamente si «lo próximo será un alzamiento».

Con la misma frivolidad podemos responderles que sí. Qué más da.

Lo último en Opinión

Últimas noticias