La colección del IX duque de Medinaceli
A finales del siglo XVII, llegó a Italia un personaje español complejo. Nacido en 1660, en él confluyeron las Casas de Medinaceli, Alcalá, Segorbe y Lerma. Estuvo muy ligado a Italia desde sus raíces, por vía materna, y su aportación a la introducción de la cultura italiana en nuestro país es indiscutible. Así lo demostró cuando, al regresar a España en 1702, su palacio madrileño se convirtió en uno de los primeros focos de la cultura italianizante a través de su biblioteca y de la colección artística.
En un momento histórico en el que la autoridad de los virreyes era equiparable al de los principados italianos, estableciendo una rivalidad cortesana, ceremonial y diplomática que tuvo su mayor repercusión en el auge del mecenazgo y del coleccionismo de obras de arte, Luis Francisco de la Cerda Fernández de Córdoba Folch de Cardona y Aragón, IX duque de Medinaceli, fue virrey de Nápoles (1696-1702). Con anterioridad, en 1684, había sido nombrado Comandante General de las Galeras de Nápoles por Carlos II y, poco más tarde, Embajador de Roma.
Los placeres que le otorgaron aquellos años el teatro, la música y la pintura se encuadraban en una atmósfera italiana por la que las más notables experiencias de la vida estaban estrechamente vinculadas a la satisfacción de los deseos. El Papa Inocencio XI se propuso tutelar la moral y reformar la corrompida sociedad romana. La música fue una de las artes más castigadas por incentivar a acompañar al pecado. Ésta, en aquel momento, tenía nombre de mujer: la Giorgina, cantante romana de evidentes encantos para el duque.
La colección de pinturas que fue atesorando el IX duque de Medinaceli es un buen reflejo de lo expuesto. De la Cerda reunió un extraordinario conjunto, que atesoró obras como El vino de la fiesta de San Martín de Pieter Bruegel el Viejo o Las Hilanderas de Diego Velázquez, ambas actualmente en el museo del Prado. El inventario de dicha colección es un documento no exento de controversias para los historiadores. De las treinta y seis piezas del pintor holandés que recoge este inventario, algunas pasaron a la Casa Real. Presumiblemente, se podría pensar que fueron obsequios destinados a que la Casa de Medinaceli volviera a congraciarse con los Reyes, tras la -nunca demostraba- traición de Luis Francisco de la Cerda a la Corona de España por su contacto con el pretendiente austriaco, y que le llevó a ser detenido en el castillo de Pamplona, donde murió el 26 de enero de 1711.