Ciudadanos: un partido menor de edad

Ciudadanos: un partido menor de edad

“Convergeremos hacia reglamentos y condiciones laborales europeas en las profesiones reguladas portuarias y aeroportuarias. Se realizarán modificaciones legislativas que procuren la convergencia, en un plazo no superior a 2 años: (…) a la derogación del régimen laboral asociado al servicio portuario de manipulación de mercancías que esté en contradicción con reglamentos y sentencias del Tribunal de Justicia Europeo (..)”. No es una norma, un reglamento o una declaración de ningún miembro del actual ejecutivo. Para pasmo de muchos, se trata del programa electoral de Ciudadanos de 2015, exactamente lo que se indica en su capítulo XIII. Una vez más se trata de esa especial afición de Ciudadanos a sostener una cosa y hacer otra, a demostrar ese “tacticismo” trasnochado y decimonónico del que dice rechazar presentándose ante la opinión como espejo de virtudes, excelencias y bondades.

El partido de Rivera ha demostrado en su corta experiencia política la mejor definición de “interés”, de “renta”, de “provecho electoral”, fiel reflejo sino superado de aquel que según ellos define a la actual clase política a la que buscan pulir. Ejemplo de niño mal criado es su decisión de no apoyar al Gobierno en la convalidación del decreto ley que permitiría cumplir con la normativa de la UE en el tema de la estiba. Hipocresía infantil es su respaldo a la investidura de Rajoy, pues si en la primera norma conflictiva e importante dejan huérfano a un gobierno, que sin duda ha estado lento de reflejos y pasmado ante el pasar de los acontecimientos, qué bastón de confianza y estabilidad pueden ofertar a la sociedad española. Sus incoherencias, despropósitos y contradicciones sólo transmiten una imagen de improvisación que hacen muy difícil qué desde la frialdad del análisis, los españoles puedan confiar en estos chicos más prestos a “jugar al debate” que a asumir intereses de Estado. Es decir, nuestros intereses.

Ciudadanos ha centrado toda su política y su imagen en “su” lucha contra la corrupción. Ha antepuesto dicho “mantra” a cualquier otra consideración real. Y lo han realizado desde la imagen, desde el aprovechamiento de un lógico estado de ánimo de una sociedad harta de casos vergonzantes. Pero su imagen “incorruptible” es más un “producto de venta” que un verdadero deseo. Combatir la corrupción no solo es importante sino que es éticamente necesario. Deplorable es usar como imagen dicho objetivo. Vergonzoso es en este tema tanto laminar el principio básico de la presunción de inocencia como tener dos varas de medir. Sin definición ideológica clara y con una conducta sombría y acomodaticia, que demuestra su falta de compromiso, Ciudadanos ha ido modificado sus posiciones dependiendo de las circunstancias políticas. Ha mantenido un doble discurso frente a la corrupción y su nula idea de lo que significa la presunción de inocencia demuestran una táctica improvisada para recuperar un protagonismo a tenor de las circunstancias del momento. Para Ciudadanos, nadie es presunto inocente porque siempre se es culpable preventivo. Una mera sombra de sospecha, una acusación indiciaria, se convierten en un estigma para el político de la que es muy difícil salir. Qué gran ejemplo la actitud de Ciudadanos con su idea de “criminalizar preventivamente”, sin confirmación judicial posterior, mientras luego se hace fotos ante el monumento gaditano de la ‘Constitución del 12’.

Puro interés, nada de programa, carencia de ideas, inexistencia de ofertas. Su estrategia política es la actitud acomodaticia para rascar algo de poder. Véase sino su doble vara de medir en Andalucía con una vergonzante sumisión al PSOE mientras que en Murcia es feroz contra el PP. Su aparente intransigencia frente a los abusos no solo es demagógica, sino también contradictoria, con su exigencia de dimisión del presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez. Y exhibidos ante la sociedad, hoy plantean la dimisión en una imputación y mañana ante la apertura de juicio oral. Y son los niños que juegan con una valiosa joya cuya ruptura supone la pérdida de algo con un incalculable valor…el valor de la inocencia, de la verdad y del estado de derecho. Qué bueno el dicho “Mira bien de quien te fías, que hay en el mundo mucha falsía”.

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