La carrera espacial de Yolanda

Yolanda Díaz

El acto del domingo en Madrid convocado por el PP en vísperas del debate de investidura, ha sido una magnífica catapulta para proyectar el sentimiento ciudadano de rechazo a lo que pretende hacer Sánchez tras más de un mes desde que S.M. el Rey propusiera a Alberto Núñez Feijóo como candidato para conseguir la confianza del Congreso para ser Presidente del Gobierno. Lo cierto es que se ha hecho un tanto largo el plazo establecido por Armengol, forzado para evitar que, ante una eventual repetición electoral, ésta se produjera en plenas fiestas de Navidad. Pese a que la propuesta del Jefe del Estado es impecablemente constitucional, el sanchismo no ha cejado de referirse a una investidura «fraudulenta y fallida», tildándola de «pérdida de tiempo», cuando fue Feijóo el vencedor de las elecciones del 23J y pudo acreditar que disponía de 172 votos frente al derrotado Sánchez, que tenía tan solo 152. Los que le faltan para poder seguir en La Moncloa espera conseguirlos «de debajo de las piedras»: sin duda son las que pisan los «progresistas» Puigdemont, Junqueras, Otegi y Ortúzar.

Atreviéndose a llamar a esa combinación política como «progresista», se califica por sí mismo. Y eso sin «Sumar» los 31 escaños de Yolanda, también «progresistas» y distribuidos entre los 16 sumandos que componen esa suma, por supuesto todos ellos comunistas y, por tanto, muy progresistas. De la misma forma que los cinco escaños de Unidas Podemos con Belarra al frente, que exigen la continuidad en el Ministerio de Igualdad para Irene Montero, reivindicación de cuota política ya imitada por el todavía ministro Garzón para Izquierda Unida. Con el voto del BNG de guinda de ese pastel, 23 formaciones componen la «constelación» progresista sanchista. Por algo ya la Vicepresidenta Yolanda Díaz, en funciones de plenipotenciaria ante Puigdemont, acusa a los ricos de «fomentar la carrera espacial y el metaverso» para, con sus fortunas, «poder huir con sus cohetes de la Tierra» cuando por aquí las cosas les vayan mal. Toda una declaración de intenciones que es de suponer formará parte del programa de gobierno espacial que Sánchez defenderá para obtener la confianza del Congreso tras no conseguirlo Feijóo.

Ante un panorama tan distópico de nuestra realidad como el que acontece ante nuestros ojos, es aconsejable mantener un cierto sentido del humor para no caer en la frustración o en la indignación incontenible. Resulta muy difícil de imaginar que pueda ser presidente un personaje al que la hemeroteca coloca ante una reiterada colección de declaraciones suyas sobre cuestiones de singular importancia para España, que son radicalmente contrarias a lo que ahora está dispuesto a hacer. Esta conducta, si no es un fraude electoral desde una perspectiva legal, es un monumental engaño ético y moral a los españoles. Tan escandaloso es lo que pretende hacer Sánchez, que no puede descartarse la posibilidad de una repetición electoral, aunque su probabilidad sea tan limitada como ilimitada es su ambición. No es ninguna exageración calificar de autócrata a quien se permite suprimir de facto la división de poderes, consustancial a las democracias parlamentarias, eliminando al Poder Judicial como poder del Estado, independiente del poder legislativo y del ejecutivo, «desjudicializando» las conductas y actos de los separatistas, cuyos delitos son amnistiados como contraprestación a la satisfacción de su ambición de poder.

En la hipótesis de conseguir ser investido -pese a todo-, no es ninguna especulación afirmar que su mandato va a ser tan menguado como tormentoso. España no es propiedad de Sánchez, aunque él y su Ferraz se lo hayan podido creer en algún momento de delirio. Que Alfonso Guerra, que asumió el papel de malo de la película con el felipismo, sea ahora respetado y hasta añorado por la derecha, da una idea de hasta dónde han llegado las aguas sanchistas. Desde luego, tras su mandato, Sánchez sí que dejaría una España que «no la conocerá ni la madre que la parió». Desde luego, para huir en un cohete espacial de los de Yolanda.

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