Calviño logra la presidencia del BEI

Nadia Calviño BEI

Nadia Calviño ha logrado ser elegida como presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI). Vaya por delante mi felicitación, así como el hecho de que siempre constituya una buena noticia que un español ocupe puestos de alta responsabilidad a nivel internacional, porque aumenta el prestigio de nuestro país.

Ahora bien, Calviño, que tiene la formación suficiente para desempeñar el puesto, deja su puesto como vicepresidenta económica y ministra de Economía del Gobierno con muchas más sombras que luces, especialmente graves en el caso de una persona con su formación.

¿Por qué? Porque ella sabe perfectamente que la economía española se mantiene sobre un castillo de naipes que constituye el gasto público desmedido que tiene la economía nacional, anestesiada por el mismo, que ha anulado, en gran parte, a la economía productiva, haciéndola muy dependiente de dicho gasto público, que ha llevado a la deuda hasta niveles sobre el PIB que no se veían desde hace más de cien años y que, a diferencia de entonces, no se ha hecho nada por embridarla, sino que se ha arrojado gasolina al fuego del endeudamiento, con promesas y promesas de gasto público, al tiempo que la confiscatoriedad de la política tributaria se ha elevado, con impuestos creados específicamente de manera demagógica, algunos con muchas dudas de su constitucionalidad y legalidad.

Junto a ello, un mercado laboral que no repunta realmente, sino que, más bien, reparte el trabajo, con un artificio estadístico que llama fijos-discontinuos a la práctica totalidad de los temporales, distorsionando cualquier cifra de comparación del paro registrado con la serie histórica, que introduce incertidumbre sobre la fiabilidad de los datos, pues el Ministerio de Trabajo sigue diciendo que no sabe cuántos fijos-discontinuos se encuentran en período de inactividad, cuando el cruce con afiliación, de la que sí que son dados de baja en dicho período, debería proporcionarlo o contar con una herramienta para averiguarlo.

Adicionalmente, se va sin resolver el delicado tema de la sostenibilidad de las pensiones, en el que hay que elevarse y dejarlo fuera de la lucha partidista, porque es vital garantizar su sostenibilidad y hasta ahora sólo se han puesto parches que permitan la supervivencia política.

Por último, el gobierno que deja es el que más inseguridad jurídica e incertidumbre ha creado, con sus decisiones controvertidas, que ahuyentan inversiones y han hecho de España un lugar menos atractivo para invertir.

Calviño, como vicepresidenta económica, es responsable de todo ello, pero, especialmente, al igual que Solbes en su día, su principal responsabilidad es haber puesto su prestigio como aval a una política económica profundamente equivocada, que, en muchos casos, ha debilitado los fundamentales de la economía española. Calviño lo sabe y ésa es su gran responsabilidad. No se trata de que la política sea socialdemócrata o liberal-conservadora, sino de que la política económica ha sido de improvisación continua, populista y de aplazamiento de problemas.

En todo caso, mucha suerte a la señora Calviño en su desempeño en el BEI y mi felicitación de nuevo por su elección como presidenta de dicho organismo.

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