La burbuja del turismo se desinfla

La burbuja del turismo se desinfla

El pánico de extranjeros que vendrían a España, provocado por las insultantes huelgas en los aeropuertos, las demoras sin piedad que se sufren en el aeropuerto de Barcelona, la desfachatez en los incumplimientos horarios de Vueling, las huelgas de los taxistas que crean un colapso absoluto justo cuando su función profesional tendría que ser más reconocida, los repuntes de la delincuencia a causa de la baja vigilancia policial, el temor a que se repitan atentados… todo ello ha sido determinante para que el tsunami turístico de estos años se haya desmontado.

No obstante, hay que reconocer que las cifras en sí con las que se cerrará la temporada no serán malas, aunque la fase tan expansiva de nuestro turismo se frena. En el caso concreto de Barcelona, a lo dicho cabe agregar una pérdida de calidad en su turismo y también el menoscabo como consecuencia del traslado de sedes de grandes empresas catalanas hacia otras ciudades de la geografía española, con lo cual una serie de importantes eventos vinculados a esas compañías han dejado de celebrarse en la ciudad condal con el coste que eso supone para el sector de la hostelería y la restauración, así como sus servicios complementarios.

En todo caso, la excesiva dependencia de un modelo productivo basado en el turismo pasa factura. España ha hecho una apuesta demasiado arriesgada durante los últimos años por el sector servicios, pero la calidad de los mismos no es la más apropiada. Son, en general, servicios de baja catadura, muy escorados hacia el bajo coste, con precios baratos y que, en consecuencia, entrañan todo un cosmos económico de perfil inferior: sueldos mínimos, empleo precario, excesiva temporalidad, corta existencia de nuevas empresas, baja cualificación del personal…

Y todo eso acaba por redundar en la falta de un empleo consistente y, por lo tanto, deriva en ese aluvión del paro que lamentablemente, y en contra de lo que afirman los más optimistas, es más un problema definitivamente estructural que circunstancial. Mantener durante tantos años, diez ya, unos niveles de desempleo tan elevados corrobora que estamos ante un problema hoy por hoy de difícil resolución.

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