Blas Piñar y los golpistas de ERC y Junts

Blas Piñar y los golpistas de ERC y Junts

Cuando Ramón Tamames le dijo a Pedro Sánchez que alguien le había hecho un flaco favor cuando le recomendó que vinculara a Blas Piñar con Vox, porque ni el 0,01% de los españoles saben quién es, me reí mucho. Fue un buen golpe de efecto. Y aunque me pareció interesante que Tamames hablara de Largo Caballero –el líder socialista de la facción más radical del PSOE en los años 30–, yo hubiera ido más al grano. Yo de Tamames no hubiera hablado de la Guerra Civil y habría vinculado a Sánchez, dando nombres y apellidos, con los golpistas a los que indultó: Oriol Junqueras, Raül Romeva, Joaquim Forn, Jordi Sànchez, Jordi Cuixart, Josep Rull, Jordi Turull, Carme Forcadell y Dolors Bassa.

Es cierto que Tamames afeó a Sánchez que hubiera legislado para favorecer a sus socios golpistas, pero no hubiera estado de más recordarle cada día lo que hizo, que fue desautorizar al Rey y al Tribunal Supremo. Si los delitos de estos líderes separatistas no eran relevantes y merecían el indulto, ¿por qué Felipe VI compareció el 3 de octubre de 2017 ante todos los españoles para defender la Constitución? ¿Por qué el Alto Tribunal les condenó a penas contundentes? Hay que citarle cada día esta letanía a Sánchez “Oriol Junqueras, Raül Romeva, Joaquim Forn, Jordi Sànchez, Jordi Cuixart, Josep Rull, Jordi Turull, Carme Forcadell y Dolors Bassa”, porque como este Gobierno encadena un escándalo tras otro, la sociedad española está olvidando estos indultos injustos y antidemocráticos.

El mal llamado «problema catalán», y que en realidad es la «sublevación permanente separatista», está pasando a un segundo plano gracias a que las calles de Barcelona ya no arden. La catarata de despropósitos y escándalos gubernamentales –desde el caso de Tito Berni, a la reducción de penas de violadores de la malograda ley del sólo sí es sí, pasando por la toma del Constitucional– ha conseguido que Esquerra Republicana, Junts y la CUP sigan con su labor supremacista de laminar a la media Cataluña no secesionista mientras la atención de la opinión pública mira hacia otro lado.

La moción de censura, aunque estaba condenada a no salir adelante y a ratos parecía que iba más contra el PP que contra Sánchez, sí que ha tenido la utilidad de recordar a muchos compatriotas del resto de España que el golpe de Estado permanente del separatismo catalán sigue vivo, y cada día más fuerte. Tanto Abascal como Tamames hicieron alusiones a la situación de la lengua española en Cataluña, y a la nefasta labor de los sediciosos que gobiernan esta comunidad autónoma. Aunque no fueron tantas como a muchos constitucionalistas catalanes nos hubiera gustado, agradecemos a ambos que al menos hablaran del tema en sus intervenciones en el Pleno, porque la batalla sobre el futuro de nuestra nación se sigue jugando en Cataluña, por mucho que sea más jugoso hablar sobre el Tito Berni y sus andanzas.

Ya pasó la moción, Tamames tuvo sus momentos brillantes –el consejo a Patxi López de que se tranquilizara y su definición del discurso de Yolanda Díaz como la presentación en público de Sumar fueron de nota– y Vox ha conseguido visibilidad y poner nervioso a Sánchez. Ahora toca que las formaciones que quieren un cambio de Gobierno se pongan las pilas y coordinen estrategias. Porque si no lo hacen, y los partidos que quieren romper el país siguen marcando en los próximos cuatro años la agenda gubernamental, el futuro de España será cada día más oscuro, y la convivencia entre españoles se deteriorará aún más.

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