Benedicto XVI, un gran Papa
En las últimas horas de 2022, se produjo el fallecimiento de Benedicto XVI, el Papa erudito, un Papa bueno, un gran Papa, en definitiva, que fue mano derecha de San Juan Pablo II durante veinticinco años, y cuyo pontificado fue bueno, luminoso, espiritual, prosiguiendo con la gran labor de su antecesor. Ya están llegando al Vaticano los mandatarios de distintas naciones para asistir a los funerales de Benedicto XVI, que serán oficiados por el Papa Francisco.
Tuvimos la suerte de que visitase España en diferentes ocasiones. Sin duda, la JMJ de 2011 fue magnífica. Tuve la suerte de asistir a diferentes actos de dichas jornadas, tanto en mi entonces condición de joven profesor universitario como en mi desempeño en aquellas fechas como viceconsejero de Hacienda de la Comunidad de Madrid. Como profesor, pude asistir a la recepción en San Lorenzo de El Escorial. Allí estaba con nosotros, no sólo como Pontífice, sino como un miembro de la comunidad universitaria, pues no hay que olvidar su elevado perfil académico, pues no en vano era catedrático de Teología.
Como miembro del Gobierno de la Comunidad de Madrid acudí al acto en Cibeles y a la misa del domingo en Cuatro Vientos. En Cibeles, su llegada hacia las siete y media de la tarde, fue reconfortante: estábamos sentados en la plaza desde las cuatro y media, con el sol de justicia que hace en Madrid en agosto a esas horas, con traje oscuro y corbata, como indicaba certeramente el protocolo vaticano. Jesús Valverde -entonces, viceconsejero de Educación- y yo nos bebimos cada uno nueve pequeñas botellas de agua. Debimos de rozar la insolación y casi la deshidratación, pero mereció la pena. En Cuatro Vientos, la misa fue emocionante: partimos del paseo de Camoens, en el Parque del Oeste, hacia las cinco de la mañana, con destino al mencionado aeródromo, donde posteriormente se celebró la Eucaristía.
Para mí, el recuerdo de aquellos días de agosto de 2011 es imborrable, pero, sobre todo, lo que de verdad es imborrable es el recuerdo de su pontificado, su inmensa formación, su intensa y profunda religiosidad, su bondad. Benedicto XVI ya ha sido llamado por el Señor, desde donde seguirá, a buen seguro, velando por nosotros, pero eso no quita para que terrenalmente sintamos una cierta orfandad ante la pérdida de quien fue un gran Papa y, sobre todo, una bella persona. Descanse en paz.