Barbie micropene

La Constitución ordena que las condiciones para la libertad y la igualdad sean reales, donde hay que remover los obstáculos que dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.
El problema de la inclusividad es que ha devenido en incluirnos a nosotros mismos con nuestros más viles defectos, donde lejos de intentar someterlos o refrenarlos, tenemos permiso para defenderlos, imponerlos y generalizarlos a través de la educación (y los juguetes). Vivimos en la sociedad de los derechos exentos de deberes. Vivimos en la era del Bobo-Positive y «mis sentimientos de algodón».
Nuestros hijes, por supuesto, no tendrán que esforzarse y ser mejores, como se nos aseguró a los que crecimos en el siglo XX, en todo caso tendrán un muñeco con sus mismas deficiencias para que no se acomplejen. ¡No es broma!
Como saben, Mattel lleva tiempo purgándose a sí misme de todo el mal (o el bien) que ha podido generar con sus muñequitas perfectamente anoréxicas, de perfectas dentaduras y perfecciones marcianas. Inteligente y oportunista, como han de ser las empresas, y no seremos nosotros los que las vamos a juzgar por ello, han ido creando ejemplares Barbie menos idealizadas, acompañadas de sus amantes o rollitos Ken, también de proporciones más cercanas a la realidad. En efecto, comenzaron, como Dove, con las Barbies fofisanas y ya tenemos, según leí esta semana en la prensa, Barbie con discapacidad auditiva y Ken con vitíligo. «Es importante que los niños se vean reflejados en el producto», declara Lisa McKnight, la directora global de Barbie Dolls de Mattel y yo pienso que ha llegado el momento de reflexionar.
Vivimos en una sociedad blanda, llorica, egocéntrica, cursi y macarra (ser cursi y macarra a la vez es poesía). Una sociedad obtusa, miope, autocomplaciente, fea, soberbiona, maleducada y aburrida empeñada en seguir siendo «ella misma».
Sin embargo, esa contumacia no va acompañada de valentía y personalidad ¡Desde luego que no! No queremos ser los únicos gordos físicos ni morales, queremos que la gordura sea elevada a sacramento, a dogma, y que baje del cielo cada mañana un ángel bañado en chocolate a bendecirnos… ¡Necesitamos una Barbie Complegines, una Barbie narcisista, un Ken Insatisfacción Permanente, otra Bipolar y la Barbie Bebedora Social ¿no? ¿Cuál es su dolencia más habitual, apreciado lector? Dígalo sin miedo, sea física o mental. Está de moda la condescendencia con nuestras flaquezas, ya lo ve… Por eso, y desde el respeto y el cariño, recomiendo a Mattel que saque urgentemente la Barbie gilipollas porque es un hecho. No discernimos con agilidad. Y así transita (avanzar es otra cosa) esta sociedad, hacia la majadería ilimitada porque encima nos negamos a reconocernos, a desplegar nuestras miserias nosotros solos. «Sé tú mismo» es el mensaje a inculcar a los menores que jueguen con Barbie, sin embargo, el asunto es paradójico, ¿si soy yo mismo, por qué necesitaría una amiga diminuta de plástico con los mismos impedimentos que yo? «Como yo tengo disforia no existen hombres ni mujeres».
¿Para cuándo una Barbie inmadurez afectiva? Que en Mattel parece que sólo cuentan los defectos físicos… Agradecemos la Barbie dermatitis, pero ¿Y una Barbie Oligofrénica u Ofendidita? ¿Qué tal Barbie Xenófoba (las taras del alma, como las del cuerpo, no conocen límites)? ¿Barbie envidiosa, egocéntrica?
Pronto nuestros hijes irán al colegio cubiertos de embalaje de burbujas, con su Barbie gemela y un abogado, no sea que se haga visible alguna singularidad que les pueda retraer. Y cuando se hagan adultos, no se preocupen, continuarán con su muñeco Alter Ego, de la mano o en camafeo… No se apuren que de sus deficiencias no sólo se harán juguetes, sino leyes…
Señores de Mattel, no olviden la Barbie bulímica y el Ken con disfunción eréctil, o el Ken fluido, crimatérico o la Barbie micropene, no seamos convencionales ni binarios! Atendamos a la diversidad. ¡Barbie Problemas de próstata! ¿Por qué no? Y, ya que estamos, que salgan la Barbie VIH, la Barbie sífilis, la Barbie gonorrea, clamidia y el KEN Papiloma Humano. Digo yo que alguien por ahí necesitará su Barbie hipertensión, su Ken diabetes, Hepatitis, fatiga crónica, estreñimiento y cómo no ¡La Barbie Covid!
¿Quiere ser feliz? ¡Haga lo que quiera, como quiera! Pues no señores, no. Otro rasgo de inconsistencia en nuestra moderna sociedad es la incapacidad de asumir y tolerar el dolor. Los ansiolíticos y antidepresivos ruedan por las bocas de adultos, adolescentes y niños incapaces de responsabilizarse de lo que les toca a cada cual: la culpa de lo que me pasa, la tienen los demás. ¿Y qué hay de los irritantes eufemismos como curvy? Yo pondría a régimen a todo el universo pero no sólo de alimentos porque lo físico no es sino un reflejo material de lo peor: el Mind Positive.
Me maravilla que la gente (personajes conocidos) presumen en Instagram de sus depresiones, duelos, complejos y ansiedades, de sus tratamientos y terapeutas, como antes se presumía de coche o de bíceps (no sé qué es peor).
Pero mientras, ¿Qué tal una Barbie Números Rojos? ¿Barbie Morosa? ¿Barbie Divorciada? ¿Un ken cornudo, comisionista? ¿Barbie Cola del Paro o Ken Despido procedente?