Aznar y Vox

Aznar y Vox

La semana pasada el expresidente Aznar volvió a hablar (consejos vendo…) al respecto de la reconstrucción de la derecha. Fue, como siempre, escuchado con atención. Dijo que Casado debía confrontar con el Gobierno como si Vox no existiese, y confrontar con Vox como si el gobierno no existiese. Sentencias que requieren una pensada, pues dichas por quien las dice desconciertan y no son tan fáciles de aplicar como de decir.

Como nota preliminar diremos que parece claro que a Aznar, al mismo Aznar que prácticamente abogaba por Rivera renegando de su PP, ha dejado de preocuparle Ciudadanos. No sabemos si porque lo da por absorbido o absorbible, pero nos lo imaginamos. El tema fundamental ahora es Vox.

La primera sentencia (confrontar con el Gobierno etsi Vox non daretur) resulta lógica en alguien que fue capaz, a base de ir monopolizando el espacio del centro derecha, de comerse desde AP al PDP, PL, CDS, Unidad Alavesa, Unió valenciana y, en parte, al Partido Andalucista y de frenar la entrada de competidores como el PADE (antecedente remoto de Vox). Lo que no está tan claro es que ahora la cosa vaya a funcionar. Y es que, en tiempos de Aznar, a casi nadie (salvo Fraga con el BNG en Galicia) se le había ocurrido estar dando bola al competidor de tu principal rival (como hizo Rajoy con Podemos y hace Sánchez con Vox). Funcionaba, en cambio, maravillosamente la marginación política. Sirva un ejemplo: en pleno apogeo del aznarato, se creó un partido llamado Familia y Vida que venía a responder a la traición de Aznar a su electorado en ambos temas. Preguntado el coordinador de campañas del PP, por entonces Mariano Rajoy, qué efectos podría tener este partido para el PP, Mariano contestó que ninguno…si los electores no se enteraban de que existía, sugiriendo a los periodistas que lo silenciasen. Eran tiempos de monopolio bastante más fáciles que los actuales.

La segunda sentencia de Aznar resulta en cambio más compleja: confrontarse con Vox sin depender del gobierno. Buen consejo si viniese de alguien que hubiese sido capaz de confrontarse con su propio electorado alguna vez en su vida. Pero la realidad es otra: como ha recordado hace poco el act- tank conservador Qveremos, el PP creció en la perfecta indefinición ideológica a golpe de aglutinadores simples de voto (ETA, la corrupción socialista, las crisis económicas), sin entrar nunca en materia. Pero ahora las cosas no son tan sencillas, pues el PP compite con un partido que tiene más claro la lucha contra el consenso progre, la disgregación territorial, la recuperación de la libertad educativa, la reducción del tamaño del Estado, la caza, los toros, la familia, la vida, el campo y hasta la independencia de los Jueces. Temas todos ellos en los que el PP no se termina de atrever ni a defender lo que Vox ni a defender lo que Ciudadanos y el PSOE (aunque hacerlo, lo haga), que parece ser lo que desea Aznar.

En suma, que es muy fácil hablar desde el palco de autoridades. Pero los tiempos son bastante más complicados que los de Aznar. Sus ideas para solucionar la fragmentación (claridad ideológica y contundencia) distan mucho de sus prácticas pasadas (indefinición tacticista). Dije en mi artículo de la semana pasada que la desunión se soluciona con fidelidad a las esencias y tolerancia con la disidencia. Ideas que son exactamente contrarias a las prácticas de un Aznar que siempre hizo crecer el PP sin excesiva atadura por las raíces y desde la intolerancia con la disidencia. Hasta el punto de que la actual fragmentación, aunque parezca fruto de los errores de Mariano, tiene honda raíces en la liquidez ideológica de los tiempos de Aznar. Es por ello que dudo que Aznar sea el oráculo adecuado, y que deba prestársele tanta atención como parece que se le presta.

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