Así está el/la Covid

Así está el/la Covid
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

La utilización en este titular de los dos géneros está perfectamente justificada: ni siquiera los virólogos o los epidemiólogos, ¡qué decir de los lingüistas!, se ponen de acuerdo en el artículo a emplear para el maldito virus. Guardan tantas dudas en eso como a la hora de explicar científicamente qué es lo que está ocurriendo con este brutal agente patógeno; pero sí convienen en algunas certezas. Por ejemplo una que resulta de gran relieve: fue un grave error limitar el seguimiento de la enfermedad a las personas mayores de sesenta años, de los menores de esta edad se sospecha que la mayoría infectada no ha dado cuenta de su positividad.

Otra información: dos de los síntomas que desde el principio aparecieron como directamente vinculados con el bicho, la pérdida del sentido del gusto y del olfato, han reaparecido tras unos momentos que prácticamente parecían olvidados; hoy han vuelto. Todavía se maneja por los expertos otra certeza igualmente importante: esta “séptima ola”, si se la puede denominar así, no ha sorprendido a la Ciencia, es más, se esperaba porque el año pasado sucedió exactamente igual. Los técnicos se quejan de que, pese a sus advertencias, el Ministerio de Sanidad no hubiera arbitrado instrumentos, ni campañas de control.

Asombra -nos dicen- que “sólo” se haya vacunado con la tercera dosis de refuerzo, un 50% de la población, muchas, muchísimas personas se han quedado tranquilas con la segunda y ahora o se han infectado ya o corren un riesgo muy probable de estar contagiados en los próximos tiempos. En este momento además existe una enorme facción de afectados que no revelan su estado a la administración sanitaria, de forma que no se puede adivinar, ni por asomo, cuál es el número de pacientes que han sido víctimas del maldito virus. Y es que la mayoría de la gente que se observa con síntomas se realiza en su domicilio un test de antígenos y, si no se encuentra en muy mal estado de salud, no acude a ningún centro sanitario, tampoco, claro está, a los hospitales; se automedica y espera a la segunda prueba de antígenos para conocer si las preocupantes “líneas rojas” del minúsculo aparato que denuncia o rechaza la infección, se quedan en una sola, momento feliz para quiénes, en todo caso, temen las consecuencias, los efectos inmediatos de la enfermedad.

Hay que decir a este respecto que los positivos que padecen complicaciones adosadas son, en gran cuantía, personas que, según insisten los internistas, presentan una pluripatología muy destacada. Y sépase esto otro: la tercera dosis de recuerdo de abril hasta aquí ha caído muy en desuso. La probabilidad de contraer la enfermedad es, por lo menos, el 14% menor que únicamente con las dos anteriores. Es curioso que las diferentes administraciones sanitarias que durante todo el proceso de vacunación, primera y segunda, efectuaron un control constante de la población, en esta séptima ola no han funcionado igual: ahora mismo el número de llamadas para recordar la necesidad de la inmunización ha descendido considerablemente respecto a tiempos anteriores. Los pacientes ya no se sienten agobiados por lo que muchos de ellos definían como una “persecución insoportable”, se relajan y no sienten la menor precisión de acudir a sus centros de referencia a, en lenguaje vulgar, “ponerse la vacuna”.

Pues bien, en esta situación de patología evidentemente extendida, otra de las constancias que se están notando es que los contagiados ni siquiera proceden a aislarse; es más, muchas instituciones, empresas o incluso colegios, han venido insistiendo en que los infectados trabajaran “in situ”, que no se quedaran en sus domicilios haciéndolo telemáticamente. Esto lo consideran los expertos una “auténtica aberración” pero aún hoy está ocurriendo constantemente. Ha cundido por otra parte la especie, absolutamente falsa en opinión de los técnicos, de que más pronto que tarde llegaremos al estado de “virus cero”, es decir, cuando el bicho o haya desaparecido o esté propagado muy brevemente. La propia Organización Mundial de la Salud está, asegurando que, por el momento, no hay posibilidad alguna de declarar extinguida, o hasta controlada, la pandemia. Es el Gobierno de China el que mayor fuerza hace para lograr que sea precisamente la OMS el organismo que se pronuncie en este sentido. La pandemia continúa y no hay fecha alguna para prever su anulación.

Sánchez está de sobra en Ermua

Post Scriptum. Utilizo este añadido por primera vez para insistir en el enfado monumental que tienen las víctimas del terrorismo ante la presencia este domingo en Ermua de Pedro Sánchez.

La AVT y Dignidad y Justicia consideran que es un nuevo ataque contra ellas que, al tiempo que Sánchez pacta una ley, el bodrio de Memoria Democrática, para blanquear los atentados de ETA el aún presidente pretenda presidir el acto de recuerdo del crimen perpetrado por la banda contra Miguel Angel Blanco. “Es una ignominia”, dice Daniel Portero, y por eso, y aún con la presencia del Rey, han decidido no acudir a la convocatoria en la que, encima, el PSOE de Sánchez pretendía impedir que la única familia que queda de Blanco, su hermana Marimar, se dirija a los presentes.

Han querido disimular los socialistas la propiedad de este homenaje al edil popular, extendiéndole a todas las personas que fueron asesinadas por ETA, una infame martingala para disimular, sin ir más lejos, la siguiente realidad: en los cuatro años que lleva en el poder, Pedro Sánchez se ha negado siquiera recibir a los representantes de las víctimas. Ahora, le vienen bien para su infame marketing y, con una caradura descomunal, se adosa al Rey en un acto en el que simplemente está de más, sobra. Es de esperar que la gente lo perciba así, obre en consecuencia, y le reciba con la nula consideración que merece.

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