Los asesores del autobusero Maduro
Tendría días mejores y peores en su etapa profesional como chófer de autobús pero, si se hubiese mantenido al volante y no se hubiese sumado al proyecto totalitario de Chávez, es seguro que Maduro se habría ahorrado espectáculos ridículos y cruentos de dimensión global como la Constituyente; y le habría ahorrado a sus compatriotas hambre, corrupción, muertos, baños de sangre como el que ha dado la vuelta al mundo. La pregunta en lo que respecta a España es inmediata y directa: ¿Nada tienen que decir quienes se llenaron los bolsillos asesorando a esta repugnante tiranía? ¿No hay el más mínimo gesto de pesar, arrepentimiento o perdón? ¿Por qué no asoma la condena frontal, rotunda y de altos decibelios al sátrapa que se está erigiendo en el gran campeón latinoamericano en vapulear y enterrar los derechos humanos más básicos y las libertades más fundamentales? ¿Han enmudecido los consultores podemitas que, semana sí semana no, le recuerdan al PP su tibieza para renegar de la dictadura franquista? ¿Y ellos, y los hijos del chavismo, han aborrecido de esta política de orangután, de mordiscos, palos y cárcel?
Resulta patético y al tiempo deleznable observar cómo quienes son adictos compulsivos a twitter, a los micrófonos, a las cámaras, permanecen sordos y ciegos ante las atrocidades de la revolución bolivariana. Impasibles cuando el sucesor por las botas de Chávez ha reaccionado a su fiasco con más detenciones y más prisión para los disidentes, con una amenaza de cierre a los medios de comunicación críticos —a los que quedan por expropiar—, y con un aviso definitivo de intervención a la Fiscalía.
¿Qué sucede? ¿No indigna a Iglesias que su patrocinador apueste por seguir torturando en centros penitenciarios a quienes simplemente reclaman democracia y Estado de derecho? ¿No solivianta a Monedero que su patrocinador amordace a los periodistas por ejercer la libertad de prensa? ¿No es suficiente para que salgan de su ostracismo y se pronuncien los descabalgados Carolina Bescansa o Luis Alegre —otrora mandamases del CEPS— el que su patrocinador esté ejerciendo la opresión, el abuso, el despotismo contra los escasos centros de poder que en el país aún escapan de sus zarpas?
El silencio de la jerarquía del partido morado es atronador. ¿Alguien imagina lo que estaría sucediendo si quienes hubiesen financiado a dirigentes del Partido Popular estuviesen impulsando y produciendo sin tregua caos y baños de sangre? Sin duda, los arriba mencionados pondrían la tienda de campaña en los platós de televisión y no habría quien los sacara de ellos. Pero no lo pueden ocultar. No por acción sino por omisión, la no-respuesta de las tropas de Irene Montero a la Constituyente retrata a la formación entera en su raquitismo moral, en sus fingimientos y su cerrazón, en su intransigencia ideológica. A los que braman semana tras semana “¡Hay que echar a Rajoy ya!” les fasta testosterona para comparecer públicamente y gritar “¡Hay que parar Venezuela ya! ¡Hay que echar a Maduro!”. Les falta testosterona, principios y vergüenza… y los asesores del autobusero lo saben.