Alguien voló sobre la Moncloa

Alguien voló sobre la Moncloa
Alguien voló sobre la Moncloa

España está situada en una zona denominada de «alto riesgo geopolítico», lo que quiere decir que sus intereses nacionales deben ser permanentemente protegidos mediante el ejercicio de la soberanía. No obstante, es evidente que existe poca conciencia popular de ello y que con alguna rara ocasión tradicionalmente la política exterior y la de defensa no han tenido la necesaria prioridad durante nuestra etapa democrática.

El prestigio internacional de España es manifiestamente mejorable, su actuación viene determinada por una fe inquebrantable en la UE y una introversión territorial suicida, sin la menor referencia a los intereses nacionales. En estas condiciones, sólo faltaba la coincidencia de una situación global de Confrontación Estratégica y una notoria ausencia de un gobierno centrado en los intereses nacionales. Todo ello es bien conocido por aquellos países cuyos intereses se superponen geográficamente con los nuestros y constatan que la posición de España es de debilidad crónica, lo que se traduce en una provocativa vulnerabilidad.

A lo largo de la presidencia de Sánchez, un personaje incompetente y caprichoso, la jerarquía de los asuntos de gobierno ha sido puramente la propagandística, con demagogia a raudales. Un llamado Gobierno de coalición, nominalmente entre el PSOE y una maraña de representantes de grupos okupas antisistema, pretende llevar a cabo la gobernanza nacional. Si se repasa el currículum de las personas que conforman el Gobierno, en una gran parte no se encuentra otro rasgo predominante que el activismo político extremista y una nula capacidad de gestión.

El Grupo de Moncloa no es ni de lejos un Gobierno. La colegiación brilla por su ausencia, las crisis sólo afectan a los ministros del PSOE, los desacuerdos son públicos y sonoros, incluyendo medidas contra la acción de Gobierno. Caso paradigmático es el desdén de parte del Grupo hacia la cumbre de la OTAN, que puede alterarla con manifestaciones organizadas por ministras/os.

La crónica mala gestión de los asuntos públicos es el referente de la capacidad del Gobierno del señor Sánchez, aunque también hay que señalar que el sistema constitucional ha sido incapaz de impedir la comisión de desafueros. Todas las instituciones nacionales se han deteriorado, se ha alterado el normal funcionamiento del Estado y puesto en peligro la seguridad nacional. Habrá que adaptar el sistema.

Caso palmario de seguridad nacional, como es la pandemia, no se asumió como tal y se gestionó de forma delictuosa y descentralizándose entre las autonomías, evitando la acción parlamentaria mediante la declaración inconstitucional del Estado de Alarma. Los separatismos constituyen una enorme vulnerabilidad estructural, que, a su vez, pueden instrumentalizarse desde el extranjero, injerencias que deberían desmontarse mediante las acciones en defensa de la Constitución. Si en vez de ello se les indulta de los delitos y además se buscan alianzas con ellos para alcanzar mayorías parlamentarias, el acto de traición y deslealtad constitucional es evidente. El resultado es un permanente desgobierno irresponsable.

Es evidente que los intereses nacionales están en riesgo, es evidente que no existe el necesario liderazgo y buena gobernanza, es evidente que el Gobierno ha demostrado reiteradamente su incompetencia, es evidente que todo un país es víctima de un personalismo infausto. Es evidente que hay que reaccionar, debemos terminar con este viaje sin retorno.

Sería suicida seguir así hasta el fin de la legislatura, el Gobierno ha demostrado fehacientemente su incompetencia basada en un caudillismo presidencialista funesto. En el supuesto improbable de que Sánchez diseñase una solución, carecería de apoyos para llevarla a cabo debido a la ingente labor de reconstruir lo que ha roto. Por ello, habrá que aplicar los mecanismos constitucionales para reparar el entuerto. Cualquier persona con un mínimo sentido de la responsabilidad habría dejado el Gobierno, pero conociendo al personaje es difícil que tome la decisión. Existe la posibilidad de que instancias internacionales ayuden a Sánchez a salir, pues lo único que le falta a Europa es una crisis en el Norte de África que se añada a la guerra de Ucrania.

Queda una alternativa que consiste en que sea el propio PSOE el que fuerce la dimisión de Sánchez antes de que termine con España y con el propio partido socialista. La duda es si queda algo de lo que fue el partido socialista obrero español y si quedan diputados que no sean esclavos del pesebre y cómplices de esta enorme corrupción política.

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