Albertín Rivera y la aguja de marear
Me encanta ver cómo quien hizo bandera y envaneció de un “no es no”, ahora, pretenda dar lecciones de diálogo, negociación, educación y buen hacer, pues su fatuidad y engreimiento le traicionan. No puedes pedir respeto cuando no lo ofertas, ni alardear de talante cuando la muestra es la negación en sí misma considerada; vamos, que no se puede estar en misa y en la procesión. En esto, me pregunto: ¿cuál es el motivo de no embestir con tanto vuelo a los separatistas o a los destructores del sistema democrático? ¿Es peor, o menos digno, ser un ladrón que un asesino? ¿Menos respetable un corrupto que un golpista? No me meteré en charcos, pues tan repugnante es un delincuente como otro.
Pero, si poco respeto merece el truhan que yace con la meretriz insultando a la del oratorio, no menos indigno es la alcahueta que ora se encuentra con el rufián, ora se posiciona con el clero y ni de chance con unas, ni de oración con los otros. Y, así, se contonea nuestro sonriente Alberto, que hoy se posiciona con fuerza y petulancia con el PP en defensa de las cámaras que representan la soberanía popular, y con ello impedir los presupuestos del, en ese momento, maléfico Gobierno, como de repente, sin saber muy bien el motivo, se le olvida el discurso y permite al PSOE piratear el proceso ante el Senado, dando curso a aquellas cuentas que tan malas eran. Pero coño, Rivera, si es que no pasan dos días sin que no nos des un susto presentándote como personaje de derechas, olvidando que te definías como socialdemócrata y, al punto, volver a tus orígenes intentando sonrojear tu posición. Que ser de centro no es ir de la Ceca a la Meca sin criterio ni sostén y, si consideras que el centro es un balancín sin fulcro en el que vacilar, debes de hacértelo mirar.
Luego dirán que los “perritos sin alma” nos encontramos desafectos de la política, la criticamos, pero es que nos mienten como bellacos, nos tratan como imbéciles, ahora nos defienden, después nos vapulean y, dale que dale con la tontería, en lugar de servirnos se sirven de nosotros para sus enjuagues y, además, tildarnos de fachas o trasnochados cuando queremos libertad. Unos, adhiriéndose al Gobierno como ladillas sin más sentido que no bajarse de la burra para la que no tienen escaños suficientes, —léase no tienen los votos del pueblo—; otros, llorando en la esquinas porque les han quitado el juguete que no supieron utilizar más que para asestarnos lindos hachazos; la canalla mononeuronal, buscando su sitio y generando el caos del que se nutren y, finalmente, las veletas que buscan el viento del que coger fuerza para alcanzar la pieza deseada. Vamos, que todos al turrón que mejor les sabe.
Entre tanto, los ciudadanos clamamos libertad, exigimos que nos dejen de meter la mano en el bolsillo. Estamos hartos de corrupción, de mentiras, de nichos políticos que sólo sirven para ellos y pagamos nosotros, que respetamos nuestra patria, que defendemos la vida y que nos dejen vivirla en paz, que buscamos la democracia como sistema de contrapesos, controles y frenos al poder, que trabajamos y queremos trabajo y paz, sobre todo paz, que se dejen de crispación, que la generaron los que hoy están arriba y, ahora, los de abajo no la dejan de utilizar.