El agua de la (ministra) Ribera del Tajo

Teresa Ribera
El agua de la (ministra) Ribera del Tajo

Con el propósito lógico y legítimo de mantenerse en el poder, el sanchismo va a defender su gestión desde el machito; eso sí, con relatos y embustes que pueden ser lógicos pero que no son tan legítimos. Este fin de semana, los medios han dado por iniciada la precampaña electoral y el Gobierno entero ya no tiene otro cometido, como se ha visto a cuenta de la polémica de Vox en Castilla y león, que concentrarse en la misma. ¡Es increíble, pero vamos a mantener todo este año a un ejecutivo dedicado únicamente a asegurar su reelección!

Contra su taimada estrategia la oposición llega escasa de la suya y sin preparar un ataque, y una defensa, en todos los frentes. Da la impresión de que están mordiendo el cebo y enredándose con el cordel del pim pam pum y de las chiquiministras de Podemos, y dejando que la parte socialista del Gobierno sobrevuele, como si las bazofias de aquellas no fueran también su obra, a la altura de lo que se corresponde con políticos experimentados, modernos y europeos. Y, sin embargo, esa idílica imagen que quieren proyectar queda muy lejos de la desastrosa gestión que están haciendo la mayoría de los ministros; y, no mejor que el peor de ellos, la titular del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico.

La combinación de incapacidad, soberbia y radicalidad de Teresa Ribera está provocando el caos en asuntos que han devenido esenciales en estos años, como son la energía y los recursos hídricos. Pudiera haber sido que, en otro escenario, su gestión hubiera resultado más o menos inocua, pero, en este momento de desajuste y escasez en los aprovisionamientos, de crisis energética internacional y de inflación y altos tipos de interés, esa gestión está generando un dramático impacto económico y de bienestar, una pérdida de capacidad o de potencial que costará mucho reponer. Mucho hemos comentado que su particular opción verde respecto a las fuentes de energía, a caballo entre la ingenuidad y un iluminismo radical, está costando mucho dinero a los españoles e inutilizando para mucho tiempo, si no para siempre, recursos que ya teníamos o que podríamos tener; terminando por embarcarnos en una patraña de propaganda política como la de los gasoductos del hidrógeno verde (que se tratará en un próximo artículo) en la que vuelven a prescindir de cualquier evaluación técnica o científica.

Pero lo más rabiosamente actual es lo que está ocurriendo con la guerra del agua, en que a la radicalidad está añadiendo incapacidad y mala fe. Y vaya por delante que la limitación o reducción del trasvase Tajo-Segura es, probablemente, en lo que acierta, pero se equivoca en el momento, en el modo y en el motivo, ya que no aporta una solución ni para los levantinos ni para la cabecera del Tajo. Para los regantes del sudeste porque no les ofrece alternativa y porque las reducciones en el agua trasvasada coinciden con las de las subvenciones para el agua desalada. Ahora bien, los agricultores, en el fragor de la disputa política, se equivocan con intentar mantener y vivir de una infraestructura que aporta cada vez menos recursos, que pudo resolver problemas o escasez de otro tiempo, pero que ahora solo aportaría, en el mejor de los casos, un 10 % de sus necesidades. Lo que deberían exigir los regantes, y quienes de verdad quieran defender esa moderna y eficiente agricultura, es una solución estructural al riego acorde con las necesidades reales; esa solución que los políticos socialistas nunca se atrevieron a proponer y que, cuando por fin estaba en marcha, se cargaron manipulando a los aragoneses, engañando a los levantinos y confundiendo a todos los españoles.

Pero, además, tampoco en la gestión hay nada beneficioso para las deprimidas, y cada vez más despobladas, comarcas alcarreñas de la cabecera del Tajo, a las que les van a seguir privando (si además del mantenimiento del caudal ecológico se sigue trasvasando a los humedales de la cuenca del Guadiana) del único recurso que pueden tener para desarrollarse, que es la explotación turística en una zona de inigualable belleza a tan solo una hora de Madrid. Recordar que el desarrollo de esas comarcas, junto con la generación eléctrica, fueron los motivos de utilidad pública por el que a los habitantes de los pueblos ribereños les expropiaron sus mejores terrenos de cultivo, anegando sus vegas más fértiles.

Mientras tanto, el ministro de Agricultura ha hecho mutis ante el agrandamiento de su colega; no comparece ni para el problema de los regantes, ni para proteger a los ganaderos afectados por el cambio de régimen de algunas especies cinegéticas o por la Ley de Bienestar Animal, ni para explicar el hachazo en los pagos de la PAC que se confirmarán en el mes de marzo. Se prevé que las bajadas medias en los ingresos de las explotaciones serán del 25%, por reducción directa o por la necesidad de justificar la consideración de explotación ecológica, que es otra exigencia que coloca la amiga Teresa.

Esta mujer, en fin, tiene la peculiar capacidad de estropear un tema desarreglando a la vez todos los demás, y en la gestión y planificación del agua está al mismo ínfimo nivel que en el resto de intervenciones. Atendiendo a la gestión y protección de los recursos del Tajo, su apellido Ribera debería devenir en rivera, que es, según la RAE, «un arroyo o pequeño caudal de agua».

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