21D: ¿y el relato de Rajoy?
Una terrible paradoja se cierne sobre las alturas en Génova y Moncloa. El partido político y el Gobierno que han impulsado el contraataque al golpe en Cataluña, los que han liderado la aplicación del artículo 155, los que han posibilitado que se restaure el orden constitucional y vuelva imperar la ley… ese partido corre el riesgo de ser achatarrado en las urnas y ese Gobierno corre el riesgo de entrar en crisis demoscópica, como mínimo, hasta las municipales y autonómicas a celebrar en algo más de un año. Y la pregunta ante esta sorprendente contradicción —el que logra solventar un problema grave es castigado por el pueblo llano— es: ¿por qué?
La política va de estrategia, naturalmente, de acción y de comunicación. Y el Partido Popular, como el Gobierno de España, han adolecido de falta de fuerza, de visión, de exposición, pero sobre todo han adolecido de falta de relato en la toma del toro por los cuernos, y desde luego en la propia lidia. Sí, Mariano Rajoy y el apaciguamiento o la delgada línea que separa la virtuosa prudencia de la incomprensible indolencia. Una vez más. Porque García Albiol es seguramente un líder autonómico adecuado, un candidato notable, con un proyecto necesario… pero está pagando los platos rotos de una gestión de años en la que el liderazgo y la asunción frontal de la amenaza que se cernía sobre todos los españoles ha sido manifiestamente mejorable: en el fondo y en las formas.
Tiene toda la lógica que Ciudadanos le haya robado la merienda al PP. La tiene que haya una extraordinaria preocupación entre los de la gaviota por el hecho de que Rivera se vaya a consolidar como líder nacional y alternativa del centroderecha con unas credenciales muy mejoradas y unas aspiraciones, en el puro realismo, mucho más ambiciosas. Pueda lograr o no Arrimadas el sueño gobernar, el choque de placas tectónicas en Cataluña ha producido un terremoto cuyos efectos, color naranja, se van a hacer notar en unos meses. Y se van irremediablemente a producir porque C’s, a trancas y barrancas, con sus diferencias internas, con sus deficientes representantes —por mala o muy mala calidad— en no pocas regiones y municipios de España, es una máquina que avanza: con un discurso unido y compacto, desprovisto de complejos, inconformista e ilusionante, motivador, de alcance nacional… pero sobre todo, ¡con un discurso!
Hasta tal punto es así que en esta previa al 21D hemos sido testigos de la empecinada reacción de la vicepresidenta Santamaría: empezó, desde el apaciguamiento, multiplicando los viajes a Barcelona, ocupando incluso un despacho provisional y pasándole la mano por encima del lomo a los separatistas, y ha terminado ufanándose en público de que su jefe corta las cabezas de los sediciosos. Lo malo de no ocupar espacios con tu discurso, por tibieza, es que te los birlan. Y lo malo de no llevar la iniciativa, por ausencia de coraje, es que no sólo tus adversarios sino incluso la competencia más cercana terminan llevándote a rastras provocando la aparición de declaraciones injustificadas, inapropiadas, desafortunadas, y que son —¡crasos errores!— el desnudo síntoma de la que se le avecina a Rajoy.