¡2023, ya estamos donde las papas queman!
Fue Sadam Huseín, que nos parecía la encarnación del mal y que sería, en comparación con los malos que gastamos ahora, como el diablo cojuelo de la obra de Vélez de Guevara, quien habló de «la madre de todas las batallas». Y más o menos eso es lo que se anuncia que va a ser la confrontación electoral de 2023; las pugnas en anteriores comicios se antojan juegos florales o disputas académicas al lado de lo que nos espera. Porque se espera, y seguramente ocurrirá, de todo; y si el Gobierno sanchista se sigue viendo detrás en las encuestas apretará el acelerador sin respeto a los límites de velocidad, a los derechos del resto de conductores o a los agentes que regulan el tráfico, en el caso de que quede alguno que no esté perfectamente adiestrado para consentirle cualquier infracción.
Nada que ver con las elecciones que llevaron al traspaso de poder en 2011, en las que buena parte de los habituales votantes del PSOE decidieron no comparecer, permitiendo que el entonces fiel voto de la derecha llevara a Rajoy a su mayoría absoluta. Pero en esta ocasión la resiliencia sanchista no va a permitir que nadie se quede en casa. El PP se enfrenta a la paradoja de que anticipar una victoria holgada, incorporando abiertamente a VOX al grupo vencedor, ayuda a la excitación del votante socialista. Ese que estaba por darse mus después de ver que el PSOE sanchista se ha convertido de facto en tres cosas: en el verdadero titular de un procés que, aunque dicen que se ha terminado, es el motor de la actividad de gobierno; en un activista del neo-comunismo radical, propulsor de un ecologismo y de un feminismo que ha apartado a los anteriores conservacionistas e, insólitamente, a las mujeres; y en el vocero de las performances de un personaje falso, incapaz y endiosado esclavizado por su vanidad y su ambición.
Pero esta vez no será igual. Ya hemos comprobado que por muchas y muy gordas que sean las atrocidades (en el formato de mentiras, traiciones, corruptelas, nepotismos, leyes disparatadas o latrocinios fiscales) que protagonice este Gobierno, siempre son capaces de levantarse, como en aquel chiste de la adúltera desvergonzada pillada in fraganti, regañando al marido por llegar de la oficina antes de lo habitual.
Y es que, si consiguen que sus socios se hagan pasar durante un rato por pacíficos demócratas o que la economía no se descalabre del todo en los próximos trimestres, y para eso les sobra con que algo (paro, crecimiento, inflación…) no esté terriblemente mal o se pueda maquillar, el clásico votante socialista, muy propenso al sectarismo, minimizará el riesgo de que siga Sánchez, maximizará el de que gobierne la ultraderecha y no faltará a las citas electorales. Hablando con ellos percibes que el clavo más incandescente les sirve, y les basta, para justificar su voto: «Cataluña está mejor que en 2017», «el País Vasco está normalizado y Bildu está en las instituciones y participa en la vida democrática», «hay dos gobiernos y los disparates legislativos son obra del de Podemos»… Y así hasta el ya clásico «¿Y, a quién votar si no? ¿A Ayuso?».
Confía, por tanto, el Gobierno en movilizar a la mayoría social española, que es de izquierdas, y para eso solamente necesita una chispa que inicie la combustión (en encontrar esa chispa siempre han sido muy hábiles: Prestige, guerra de Irak, 11M, sentencia de Gürtel…). Después, la fuerza mediática asegurará la reacción en cadena y en unos meses estarán de nuevo en el 28% de apoyos (¡atención, que nunca han bajado del 25%!), que son base suficiente para, una vez añadidos los votos de populistas (en la versión que quede: Podemos, Más País, Sumar…) y de nacionalistas e independentistas, asegurarse la investidura. Ya se sabe, además, que cualquier cosa que ocurra intra o extramuros les va a valer. El bochornoso espectáculo del Capitolio en Estados Unidos o los impresentables sucesos de Brasil les sirven para dejar falazmente claro que VOX, solo o en compañía de otros, es una amenaza real para nuestra democracia, importándoles muy poco que quienes en nuestro país han protagonizado actos similares (rodear el Congreso, asaltar el Parlamento catalán, escrachar a miembros del ejecutivo o impedir las actuaciones judiciales) han sido siempre los partidos con quien gobierna. Pero, en fin, todo se aprovecha para alimentar el relato; ese que, como el DeLorean que conducía Marty McFly en Regreso al Futuro, siempre funciona, con independencia de la basura o los desperdicios que le echen al depósito.
Entonces, ¿está ya todo decidido? Pues quizás no, los partidos de Champions el Real Madrid los disputa hasta el final, pero para ganarlos tiene que acertar frente a la portería, no cometer muchos errores y, sobre todo, marcar a los rivales. Los peores momentos del PSOE en las encuestas han venido cuando, junto con la denuncia de la superchería del presidente Sánchez, especialmente respecto a Podemos y el independentismo, se ha hecho la oportuna crítica a toda la obra del sanchismo y la oposición casi ad hominen a los desastrosos ministros socialistas, evidenciando que, aunque sus valoraciones en las encuestas son paupérrimas, aún son más altas de lo que merecen. En definitiva, trabajar y correr más que el contrario.
Temas:
- Gobierno
- Pedro Sánchez