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La cadena alimentaria suele parecer un sistema rígido, donde cada especie conoce bien sus límites frente a los depredadores y las presas. Los insectos con aguijones venenosos, como abejas o avispones, ocupan tradicionalmente una posición de ventaja gracias a sus defensas químicas.
No obstante, una investigación desarrollada en Japón demuestra que unas pequeñas ranas de estanque no sólo cazan avispones, unos insectos potencialmente letales, sino que además soportan sus picaduras sin aparentes consecuencias.
Los científicos observan ranas capaces de comer avispones sin sufrir daños
El estudio, publicado en la revista Ecosphere, está liderado por Shinji Sugiura, ecólogo de la Universidad de Kobe, conocido por analizar interacciones entre depredadores generalistas y presas altamente defendidas.
Durante su trabajo de campo, el equipo observó un comportamiento inesperado: ranas de estanque capturando y tragando insectos con aguijón sin mostrar signos visibles de dolor o estrés. Lo que empezó como una observación puntual terminó convirtiéndose en un experimento sistemático.
Según informa Earth.com, en total, 45 ranas adultas fueron expuestas a tres especies distintas de avispones. Los resultados fueron contundentes. La tasa de éxito superó el 90% frente al avispón amarillo japonés y se mantuvo elevada incluso con especies más grandes y agresivas.
Tras ingerir a la presa, los anfibios reanudaban su comportamiento habitual casi de inmediato, sin periodos prolongados de recuperación.
Por qué el veneno de los avispones no afecta a estas ranas
El contraste es llamativo si se tiene en cuenta la potencia del veneno implicado. Las toxinas presentes en las picaduras de avispones contienen aminas, péptidos y enzimas capaces de destruir tejidos y alterar funciones cardíacas y neurológicas.
Diferentes ensayos de laboratorio han demostrado que una sola picadura de avispón gigante asiático puede resultar mortal para pequeños mamíferos si el veneno entra directamente en la circulación sanguínea.
Durante las pruebas, los insectos llegaron a picar a las ranas en zonas sensibles como la boca o la lengua. Aun así, los investigadores no detectaron lesiones graves ni reacciones fisiológicas alarmantes.
Este hecho refuerza la idea de que la toxicidad de un veneno depende tanto de su composición como de la biología de la especie que lo recibe.
Las claves biológicas que explican la resistencia de las ranas al veneno a los avispones
Los científicos barajan varias hipótesis. Una de ellas apunta a barreras físicas reforzadas en la piel y las mucosas, que limitarían la absorción del veneno.
Otra se centra en la saliva de las ranas, que presenta propiedades especiales: al morder, se vuelve menos viscosa, lo que facilita una deglución rápida y reduce el tiempo que el insecto tiene para defenderse.
También se investiga la existencia de adaptaciones internas, como enzimas capaces de neutralizar toxinas o modificaciones en los canales nerviosos que bloquean la percepción del dolor, un mecanismo comparable al observado en otros animales resistentes a venenos.
El estudio amplía el conocimiento sobre ecología evolutiva y abre vías prometedoras para la investigación médica. Comprender cómo estas ranas toleran venenos tan potentes podría ayudar al desarrollo de nuevos antivenenos o tratamientos relacionados con el control del dolor.
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