Tokio saca un ‘5’ raspado en la ceremonia de inauguración
La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Tokio abandonó el tono festivo de sus predecesoras con una presentación seria, sobria y con bastantes recuerdos a las víctimas de la Covid-19. Se esperaba un espectáculo contenido, pero el freno impuesto por la organización llegó a provocar una percepción de funeral, pese a que el espectáculo remontó con el paso de los minutos con la entrada de los atletas y las actuaciones finales.
En la primera ceremonia de inauguración olímpica sin público, Tokio quiso conectar con los espectadores en sus casas con una presentación inicial que incluyó a varios voluntarios haciendo gimnasia, una representación de la cuenta atrás desde que tuvo lugar la pandemia, un emotivo canto del himno japonés con izado de bandera incluido y un baile un tanto macabro para homenajear a las víctimas del virus. 20 minutos iniciales que no daban muy buena sensación.
El espectáculo comenzó a remontar con la entrada de los atletas olímpicos al estadio para su desfile. Argentina recordó a todo el mundo que esto es una fiesta del deporte entrando en el coliseo botando al unísono todo su equipo nacional. El hielo y el halo solemne –ni los fuegos artificiales del principio habían generado impresión– se fue al traste para ver a los grandes protagonistas de este evento sonreír de oreja a oreja.
España tuvo que esperar hasta la posición 88 para hacer su entrada. Antes de que Mireia Belmonte y Saúl Craviotto nos deleitaran con su percha de modelos, vimos cómo la novedad del abanderado mixto se cumplió a rajatabla en países árabes como Yemen, Irán, Arabia Saudí o Iraq rompiendo muchos tabús. En ese sentido, Qatar quiso ir todavía más allá y se presentó con los abanderados mixtos y con la deportista sin llevar velo que le cubriese la cabeza en un mensaje claro de apertura de cara al Mundial de Fútbol de Qatar.
El palco estuvo presidido por el Emperador de Japón, Naruhito, acompañado de políticos conocidos en el mundo entero como el presidente de la República Francesa Emmanuel Macron, o la esposa de Joe Biden, Jill Biden y por supuesto al presidente de Japón, Yoshihide Suga. Mientras gran parte del poder político del mundo se concentraba aquí, el presidente español Pedro Sánchez continuó con su gira de fotos con las amas de casa norteamericanas.
Fuera de cuestiones políticas, llamó y mucho la atención la vestimenta de Italia con su bandera en forma de quesito del trivial. No se quedaron atrás los abanderados de Kazajistán, quienes aparecieron diferentes a todo su equipo vistiendo como si fuese de boda. Comentados también fueron los llamativos pantalones de granos de café de El Salvador, las gafas de sol de los chicos de Ghana homenajeando al meme del ataúd, el bailecito de República Dominicana y Portugal y los trajes de aviador de Costa Rica.
España apareció con una expedición de más de 100 deportistas siendo una de las más nutridas en comparación con otros países que apenas presentaron atletas. Llamó la atención que en Angola y Congo solo desfilaron con mujeres en sus filas, mientras que Samoa se presentó únicamente con hombres musculados en el desfile y Mali todos hombres y con turbante.
El paseíllo de España contó con la presencia de un ex abanderado como Pau Gasol, quien dio lustre a un grupo que tardó casi dos minutos en cruzar el Olímpico de Tokio haciéndose múltiples selfies y disfrutando del ambiente, pese a no haber público.
La selección nacional fue de los participantes que mejor se portó en cuanto a asuntos Covid. Kirguistán, sin ir más lejos, apareció sin mascarilla por el estadio, mientras que Rusia –que figuró como Comité Olímpico Ruso y sin bandera– también ignoró en gran medida eso de usar las protecciones.
Los drones remontaron
Japón fue el último en aparecer en el desfile –como marca la tradición– dando paso a la parte final del espectáculo impresionante. 1.824 drones se alinearon encima del estadio formando todos ellos la imagen del planeta tierra mientras sonada de fondo la canción Imagine de John Lennon. Alejandro Sanz fue uno de los artistas que la interpretó, aunque desde un monitor de plasma dejando una sensación de frialdad de la que nunca consiguieron desprenderse los asistentes.
Los discursos de Thomas Bach y la presidenta del Comité Organizador, Seiko Hashimoto, terminaron por matar una velada que no pasará a la historia. Los atletas, valientes ellos, que se quedaron a ver el final de fiesta terminaron sentados en el suelo mientras escuchaban speechs en japonés e inglés.
Ese discurso dio paso a una serie de shows de humor que sólo comprendían los japoneses en un alarde de mezcla de cultura y frikismo que rozó el esperpento. Hacer las 50 formas de los deportes olímpicos con muñecos fue algo original, pero que se hizo muy bola. Afortunadamente para los asistentes, ya con casi cuatro horas de espectáculo, llegó el momento del encendido de la antorcha olímpica.
El honor corrió a cargo de la ex número uno del mundo de la WTA Naomi Osaka, quien ascendió a una reproducción del Monte Fuji abriéndose para ella en forma de escaleras para encender una llama que se quedará para los próximos 18 días activada en el estadio olímpico. Tokio aprobó raspado en una ceremonia que será recordada por el espectáculo de los drones y poco o nada más.