La seguridad de Zarzuela cazó micros hasta debajo de la moqueta del despacho del Rey
La seguridad de La Zarzuela localizó y desmontó en 1992 un enjambre de micrófonos que un topo de Palacio había instalado en el despacho de Don Juan Carlos para grabar sus conversaciones. El barrido electrónico para detectar los micros fue realizado por un ingeniero ajeno a la Casa del Rey, al CESID y a la Seguridad del Estado a fin de no despertar sospechas entre algunos de los colaboradores más directos del monarca. El experto en seguridad pudo detectar aparatos de escuchas de última generación colocados hasta debajo de la moqueta del despacho, según confirmó a OKDIARIO uno de los técnicos que participó en la operación de desmontaje.
Los técnicos descubrieron los aparatos de escucha en la dependencia en la que S.M. pasaba más horas a lo largo del día. Los micros estaban colocados en los lugares más insospechados del despacho, incluso incrustados en una pared. OKDIARIO ha podido verificar la información tras ver una fotografía de los artefactos que fueron desmontados.
Con ese sistema de grabación los espías se ahorraban interferir las líneas telefónicas del escritorio de Su Majestad y se aseguraban grabar a Don Juan Carlos tanto cuando se comunicaba por teléfono como cuando recibía visitas.
La operación del desmantelamiento de las escuchas fue coordinada por el jefe de Seguridad de La Zarzuela, el coronel Manuel Blanco Varela, quien optó por un colaborador externo para garantizar la confidencialidad, ya que no se fiaba ni de los técnicos de Zarzuela ni de los espías del general Emilio Alonso Manglano, el entonces director del CESID. Tenían presente la experiencia desagradable de la grabación al Rey en octubre de 1990 por agentes del servicio secreto, cinta que ha reproducido OKDIARIO en exclusiva después de haber permanecido oculta más de 26 años.
En la investigación también participó el jefe de Informática y Telecomunicaciones de la Casa del Rey, el comandante José Sintes, un militar del arma de Ingenieros y hombre de plena confianza del Rey, que durante la jornada del 23-F no se separó de Don Juan Carlos y le facilitó una transmisión segura con todas las Capitanías Generales.
Aquel affaire de los micrófonos provocó un mayor distanciamiento entre Sintes y Sabino Fernández Campo, que nunca habían ocultado su falta de afecto. El enfrentamiento se visualizó cuando el Rey organizó a Sabino en Palacio, en enero de 1993, una copa de despedida con todos los funcionarios de La Zarzuela. El ya ex jefe de la Casa del Rey se fue despidiendo, uno por uno, de quienes habían sido sus colaboradores durante más de 15 años, en sus dos etapas como secretario y como jefe, sin embargo cuando le llegó el turno a Sintes se lo saltó y no le dio la mano. Sabino le reprochaba que le hubiera ninguneado durante la crisis de los micrófonos y que sus sospechas se hubieran extendido hasta el círculo más íntimo de Su Majestad.
Sabino estaba insatisfecho por el descontrol que reinaba en Palacio y el poco caso que le hacía el monarca en su vida paralela. Y en esa copa de despedida, en la que también estaban presentes la Reina, el Príncipe y las dos Infantas, pronunció una frase que ya es histórica. Afirmó que las principales misiones de un Rey, «que no estaban recogidas en la Constitución», eran «la ejemplaridad y el sacrificio».
Entre 1990 y 1993 se había instalado en La Zarzuela toda una psicosis por el espionaje a la que podían estar sometidos los miembros de la familia real. En la Casa del Rey se veían topos y traidores por todas partes, según una fuente que trabajaba en aquellos años en Palacio. Esa atmósfera viciada fue formando una serie de clanes enfrentados.
Guerra en Palacio
Tras el análisis de las pruebas, los investigadores externos contratados por La Zarzuela descartaron la posibilidad de que el espionaje hubiera sido obra de un servicio de información extranjero. Como los equipos procedían del Reino Unido apostaron por una agencia privada de aquel país, que podía haber sido contratada por alguien de Palacio. Los investigadores desde un principio barajaron la hipótesis de que la orden había partido de una persona muy próxima al Rey, según un ex directivo de los servicios secretos españoles que conoció los hechos.
La violación de la intimidad del Rey se producía en un momento en el que existía una guerra abierta entre Sabino Fernández Campo y algunos colaboradores del entorno del Rey. Al mismo tiempo, también se detectaba un distanciamiento en las relaciones entre el teniente general y S.M. De hecho el Rey desde hacía meses ya le buscaba un sustituto. El relevo se consumó el 8 de enero de 1993, sin que se haya aclarado todavía cuáles fueron los motivos para tan precipitada salida. Lo sustituyó Fernando Almansa, que estaba considerado un hombre próximo a Mario Conde.
Con anterioridad a esa ruptura también se había creado un frente común entre la Reina y el secretario de la Casa del Rey, José Joaquín Puig de la Bellacasa, relación que provocó su salida de Palacio en enero de 1991, tras permanecer sólo un año en su cargo. Era una persona profundamente religiosa y de estricta moral, como la Reina, que se oponía a los amoríos y deslices de S.M. El ex embajador en Londres le reprobaba a Don Juan Carlos sus relaciones amorosas con Marta Gayá y no ocultaba su rechazo sobre las amistades peligrosas del monarca que, según el diplomático, eran poco recomendables para la imagen de la Corona. El Rey nunca admitió sus recomendaciones sobre su vida privada y también se deshizo de él.