El CNI grabó al Rey confesando desde un móvil su amor por Marta Gayá: «Nunca he sido tan feliz»
Don Juan Carlos fue espiado a finales de 1990 mientras hablaba desde el móvil de su coche con un conocido empresario madrileño. Los espías del entonces CESID -el servicio secreto anterior al CNI- grabaron subrepticiamente, sin el conocimiento del Rey, una larga conversación de Don Juan Carlos con un íntimo amigo en la que le revelaba una serie de confidencias y le confesaba su amor por la mallorquina Marta Gayá. El monarca reconocía a su interlocutor: “Nunca he sido tan feliz”.
El original de la cinta fue entregado a la Casa del Rey, pero una copia fue archivada en la conocida como Cintateca de los servicios secretos. La dirección del espionaje español negó reiteradamente su existencia por lo que la cinta nunca pudo ser aportada durante el proceso de las Escuchas Ilegales del CESID. El escándalo del espionaje provocó la dimisión del vicepresidente socialista, Narcís Serra; del ministro de Defensa, Julián García Vargas; y del director de los servicios secretos, el teniente general Emilio Alonso Manglano.
OKDIARIO publica hoy la prueba definitiva que demuestra que el jefe del Estado fue espiado y grabado por agentes del CESID. La reproducción de algunos párrafos de la cinta, que ha permanecido desparecida durante 26 años, resuelve uno de los grandes escándalos de la Transición. OKDIARIO difunde parte de su contenido por su valor documental. Una aportación para esclarecer uno de los puntos negros de la reciente historia de España.
La llamada del Rey se producía a última hora de la mañana del 4 de octubre de 1990, un día después de que S.M sancionara la ley de educación LOGSE, elaborada por el grupo parlamentario socialista. Don Juan Carlos le comentaba a su interlocutor que se dirigía al Palacio Real para asistir a una entrega de credenciales y que después pensaba almorzar en su casa, en La Zarzuela.
Los esclavos del CESID, como se conocían a los agentes que efectuaban los pinchazos, escucharon cómo el Rey confesaba a su amigo su estado emocional en aquel momento, entre otros asuntos relacionados con la tensión que se vivía en La Zarzuela. Don Juan Carlos y Marta Gayá se conocían desde 1978 pero no comenzaron su relación hasta 1990, el mismo año de la grabación de la cinta.
Don Juan Carlos y Marta Gayá se conocían desde 1978 pero no comenzaron su relación hasta 1990
Gayá, hija de una acaudalada familia mallorquina de ascendencia catalana y filipina, decoradora interiorista, se casó muy joven, pero se divorció también pronto de su pareja, un reconocido ingeniero de la isla. Disfrutaba de una doble residencia, en el barrio de Chamberí de Madrid y en Mallorca. Coincidía con Don Juan Carlos en sus aficiones preferidas: el esquí y la vela. Su íntima amistad con el Rey había sido desvelada en 1990 por la revista Tribuna, dirigida por Julián Lago, meses antes de la grabación a Su Majestad por los espías del CESID.
El País, El Mundo y la revista francesa Point de vue fueron otros de los medios periodísticos que también informaron de las relaciones secretas del Rey con Gayá.
Un pinchazo Real de los servicios secretos
Los funcionarios del Departamento de Escuchas del CESID tuvieron la oportunidad de interrumpir la grabación ya que el agente que controlaba el equipo escuchaba la conversación con unos cascos. En lugar de salvaguardar la confidencialidad del monarca registró el contenido íntegro de la conversación, en la que el Rey se mostraba muy coloquial. El grado de locuacidad de Don Juan Carlos evidenciaba la plena confianza que mantenía con el empresario con quien conversaba.
«Ayer tuve un momento regular que no se lo he dicho a ella».
El Rey se refería a la visita que había recibido en Palacio de un amigo de la familia para reprocharle en su cara sus relaciones con la mallorquina. “Ella” era Marta Gayá.
«Lo tuve que mandar callar… -se quejaba Don Juan Carlos- Le dije que yo no me metía en su vida privada. Que él hiciera el favor de no meterse en la mía. Comprendo que soy un hombre público pero yo sé muy bien lo que debo hacer».
El amigo de S.M le recriminaba que los rumores y el boca a boca daban por hecho una relación secreta con Marta Gayá. Y le aseguraba que los habían visto “gente muy seria”.
Por la conversación se deducía que algún amigo del Rey le había dejado su barco y se quejaba de haber hecho mal uso de él, según se quejaba la visita.
«Yo le suelto: oye, un momento, tú tienes un barco, se lo prestas a un amigo y ese amigo lleva tres putas, pues tú qué tal. ‘Pues yo no volvería a prestarle el barco’. Digo, pues yo sí, mira. ‘Ah qué horror vuestra Majestad es el Rey’, me dice».
Don Juan Carlos comentaba durante la conversación telefónica que existía un runrún con ciertas fotos y artículos, pero que «volverá a bajar el diapasón». E insistía en la normalidad de los acontecimientos. Aquel verano de 1990 los periodistas desplazados a Mallorca para seguir el verano de la familia real ya comenzaban a comentar sotto voce los encuentros de S.M y la empresaria mallorquina.
«Como me decía un primo mío ayer, Michel: ‘Mira, Juanito, date con un canto en los dientes. Llevas 15 años de Rey y es la primera vez que te atacan. Eres un mirlo blanco de todas las monarquías europeas. Fíjate las otras, no harían lo que han tenido que soportar durante los últimos diez años. Uno detrás de otro…. No estamos acostumbrados aquí. Ni yo, ni tú, a lo mejor ni Marta (Gayá) ni nadie’. La sociedad española no está acostumbrada a que me digan: los pies blancos, los pies negros o la cabeza tal. En cuanto lleves dos años diciendo esto y cosas de éstas verás tú, no le doy ninguna importancia. Un momento … Es justo una campanita de atención».
El Rey y su interlocutor se quejaban de la indiscreción de alguna persona de su círculo más íntimo y convenían que había que “tener mucho más cuidado» y cerrar «mucho más los círculos».
«Y yo cuando tenga que hacer una cosa, decirte: lo siento pero yo no piso Flanigan (restaurante de Mallorca) o no piso tal. Cuando lo pise, dos personas y, si hay una más, fuera. Y así de claro… ¿Estamos? Nunca he sido tan feliz».
Se encienden las alarmas en Zarzuela
Pero esa confesión de felicidad, declarada con plena naturalidad por el jefe del Estado a su íntimo amigo, además de activar todas las alarmas de la Casa del Rey y del Gobierno, provocaba una profunda crisis en el entorno familiar del monarca.
Cuando los equipos del CESID captaron la conversación de Don Juan Carlos, el capitán de ingenieros que ejercía de jefe del Departamento de Escuchas entregó de inmediato la cinta con la grabación al responsable de la Agrupación Operativa (AOME) del CESID, al coronel Juan Alberto Perote. Éste, sin más dilación y sin tiempo para escuchar su contenido, se presentó ante el general Emilio Alonso Manglano y se la pasó en mano. Seguidamente, Manglano, ante la gravedad del asunto, pidió a su secretario que le pusieran en contacto con la Casa del Rey. Habló con Sabino Fernández Campo y puso rumbo a La Zarzuela para entregarle el original de la cinta. Manglano se quejó de que el Rey no podía mantener esas conversaciones desde un teléfono móvil sin protección. En el juicio de las escuchas reconoció que había informado personalmente a Don Juan Carlos.
Manglano habló con Sabino Fernández Campo y puso rumbo a La Zarzuela para darle la cinta
Las relaciones entre los dos tenientes generales Alonso Manglano y Sabino Fernández Campo, el jefe de la Casa del Rey, no pasaban por sus mejores momentos. Se podría decir que existía un pique entre dos machos alfas que rivalizaban por demostrar quién disfrutaba de una mayor protección del Rey. Además, era conocido que Sabino no compartía la cobertura que el director del CESID proporcionaba a S.M en algunos asuntos que desprestigiaban a la Corona, incluso mucho antes de que se inaugurara el chalé de la calle Sextante, donde se reunía en secreto con Bárbara Rey.
Por otra parte, Manglano no podía ocultar sus celos hacia el asturiano por el cargo que ocupaba, destino que le habría gustado ostentar él. Era por tanto una buena ocasión para que el jefe de los espías pusiera en evidencia a su antagonista: sus agentes habían pillado in fraganti al Rey hablando desde un móvil y Sabino no había sabido protegerle. La queja era la siguiente: el Rey no podía comunicarse tan libremente, como ya le había prevenido el CESID, desde un teléfono móvil ya que podía ser captado desde un simple scanner doméstico.
Lo realmente sorprendente era que el responsable de los servicios de información pretendía con tal estrafalario argumento convertir un asunto de espionaje ilegal al mismísimo jefe del Estado -como años después determinó una sentencia en el caso de las Escuchas del CESID- en una acción preventiva de seguridad nacional.
OKDIARIO ha eliminado la voz del interlocutor con el Rey en la grabación efectuada por el CNI para mantener la privacidad y el derecho al honor de esta persona.