Invasión rusa de Ucrania

Putin desata la ‘doctrina Grozni’ sobre Ucrania: ataques masivos a civiles para forzar su rendición

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Pelayo Barro

Rusia aplica la política del pánico sobre la población civil de Ucrania. Los habitantes de las ciudades asediadas por tierra y aire por las tropas de Vladimir Putin están viviendo en sus propias carnes la cara más cruda de la llamada doctrina Grozni. Una estrategia militar que Rusia aplicó sobre la capital de Chechenia durante los ataques de 1999 y que luego repitió sobre algunas ciudades sirias (como Alepo), que busca causar la máxima destrucción en zonas civiles para maximizar las víctimas y desmoralizar al contrincante. Es la apuesta de Putin para obtener una victoria rápida en una guerra que se le ha complicado mucho más de lo esperado.

Cuando las televisiones internacionales comenzaron a emitir las primeras imágenes desde del arrasado hospital maternal de Mariúpol, del que este miércoles se cumple una semana, expertos y analistas comenzaron a manejar un término militar: doctrina Grozni.

El bombardeo indiscriminado de hospitales, supermercados y barrios residenciales que vive estos días Ucrania no es nuevo dentro de la estrategia militar rusa de las últimas décadas. Y mucho menos daños colaterales imprevistos, fruto de un error humano o un fallo de cálculo de la artillería de campaña. Es un movimiento perfectamente calculado y con unos efectos contrastados en las guerras de Chechenia (1999) y Siria (2011-2017).

Destrucción total

La doctrina Grozni es el nombre que recibió la destrucción sistemática de infraestructuras civiles que la fuerza aérea rusa desató sobre la capital de la entonces rebelde Chechenia, hoy dócil y bélico aliado de Moscú. Consiste en un bombardeo estratégico y masivo sobre la población asediada y cercada. A los supervivientes se les abren corredores humanitarios que vuelven a cerrarse para retomar los bombardeos. Hasta que no quede nada en pie, hasta que el último superviviente se vaya o caiga muerto. En ese momento, las tropas terrestres inician su asalto en una ciudad limpia de civiles.

Esta táctica tiene, además, un gran componente psicológico. Las grandes bajas civiles, con hospitales saturados e incapaces de asumir enormes cantidades de heridos, incitan a la rendición a sus defensores. Precisamente lo que está buscando Putin sobre Kiev, Mariúpol o Jarkov, aunque de momento sin éxito gracias a la tenacidad mostrada por la resistencia ucraniana.

Alepo y sus hospitales

De hecho, el ataque a hospitales en ciudades cercadas no es ni mucho menos una anécdota aislada. Ya ocurrió en Siria en 2016, cuando entre el 5 y 6 de mayo proyectiles lanzadas por cazabombarderos rusos destrozaron cuatro hospitales en zonas controladas por los rebeldes sirios que se oponían al régimen de Bashar Al Assad, aliado de Vladímir Putin. La ciudad de Alepo también fue testigo de la puesta en escena de esta cruel táctica militar.

El uso indiscriminado de armamento en zonas residenciales y contra infraestructuras civiles, cuando no hay blancos militares concretos y específicos, se considera un crimen de guerra. De hecho, el fiscal de la Corte Penal Internacional de La Haya ya está investigando a la Federación Rusa y a Vladímir Putin por crímenes de guerra y de lesa humanidad.

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