Historia

Tizona y Colada: Las dos espadas de El Cid

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Charlton Heston en 'El Cid' de 1961

El próximo 18 de diciembre, Amazon Prime Video estrena una de las series más esperada en nuestro país, ‘El Cid’, protagonizada por Javier Lorente, centrada en el mítico caballero español más glorioso de nuestra historia. Rodrigo Díaz de Vivar se forjó en el campo de batalla, con una enorme capacidad táctica y un espíritu de lucha recordado hasta hoy como uno de los mejores guerreros españoles de la historia.

Irremediablemente, las leyendas y el misterio siempre han rodeado a un personaje como El Cid que se valió de carácter luchador para convertirse en uno de los más ricos caballeros castellanos del siglo XI. Estas hazañas, recogidas en numerosos cantares y libros de la antigüedad, no fueron posibles sin recurrir a las espadas de la época.

Las más conocidas del valiente guerrero fueron Tizona y Colada, con las que Rodrigo Díaz de Vivar logró dominar al frente de un grupo de hombres que le siguieron hasta la muerte, su dominio en el Levante español.

Tizona

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La tradición literaria, centrada en el ‘Cantar del mío Cid’ que relata las gestas del Cid Campeador, se refiere a dos de sus espadas como los metales de lucha que utilizó Rodrigo para combatir en los diferentes enfrentamientos que mantuvo tanto con castellanos como con árabes.

Tizona es una espada de 93 centímetros que se la atribuya a El Cid y que, supuestamente fue un regalo que le hicieron tras una batalla. Numerosos estudios, entre ellos el de Juan Antonio Martínez, Profesor titular del Departamento de Ciencias Materiales de la Universidad Complutense de Madrid, indican que la espada y El Cid convivieron coetáneamente en el mismo tiempo aunque resulta difícil saber si el propio Rodrigo empuñó realmente esta espada.

El propio Juan Antonio Martínez, que se encargó de estudiar en 1998, junto a su equipo, la Tizona, afirmó que la espada había estado con El Cid, ¿cuándo?, «no se sabe a ciencia cierta» admitió el profesor en una entrevista para la web camino del Cid. Pero lo cierto es que son muchas las sospechas de que el guerrero castellano tuvo en su poder esta grandiosa espada forjada, seguramente, en Sevilla.

Aunque la que se conserva actualmente en el Museo de Burgos, no sería la original, ya que cuando se creó, su empuñadura fue cambiada. Con todo esto, muchos son los misterios que rodean a la historia de esta espada, que acabó perdurando siglos y siglos después de que El Cid, supuestamente, la utilizara para su gloria.

Más de mil años después de que Tizona sirviera a Rodrigo en sus batallas, la justicia determinó que José Ramón Suárez-Otero Velluti, más conocido como el XVI Marqués de Falces, era el titular por la herencia de su familia y podía disponer de ella para lo que quisiera. Y fue lo que hizo. En 2008 la vendió por 1,5 millones de euros a un grupo de empresarios burgaleses que después la donaron a la Junta de Castilla y León.

Antes, los marqueses de Falces se habían hecho con ella y la mantuvieron, después de la Guerra Civil en el Museo del Ejército de Madrid. El Ministerio de Cultura rechazó su compra años después al no estar comprobado que la espada Tizona perteneciese a El Cid. 

Lo cierto es que, después de muchos estudios, el ‘Cantar del mío Cid’ da la clave y resulta ser la primera prueba en la que se comenta a Tizona como la espada de Rodrigo, bajo el nombre de Tizón.

Colada

Colada es la otra segunda espada que, se supone, El Cid utilizó durante sus gloriosas batallas por las tierras castellanas y levantinas de la época. Al igual que ocurre con Tizona, esta espada aparece solo reflejada en el ‘Cantar del mío Cid’ que se la atribuye a Rodrigo Díaz de Vivar, aunque para muchos pudo ser una pura invención del autor de la obra para darle más carácter legendario al guerrero castellano.

No existe constancia alguna de una espada de este tipo en ninguna de las crónicas de la época, pero el propio cantar la recuerda como una de los dos aceros que utilizó Díaz de Vivar para expulsar a los musulmanes de tierras levantinas.

Según este cantar, más tarde, la espada fue olvidada en el campo de batalla, perdiéndose por completo el rastro de ella. El cantar cuenta que fue ganada por El Cid como botín de guerra al conde de Barcelona, Ramón Berenguer, y que posteriormente fue regalada, junto a Tizona, por Rodrigo a sus yernos, los infantes de Carrión, personajes ficticios que aparecen en la obra.

Siempre según este cantar, la espada una vez olvidada en el campo de batalla fue recuperada por El Cid tras la afrenta de Corpes. Una vez en manos del propio Rodrigo de nuevo, este se la entregó a uno de sus supuestos generales, Martín Antolínez, con la que seguiría combatiendo en gestas futuras.

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