Garrincha, el mejor regateador de la historia, cumpliría hoy 87 años
Decían de él que era el mejor regateador de las historia del fútbol, y que la vida no le trató como el trató a la pelota durante sus años en el mundo del balompié. Manuel Francisco Dos Santos «Garrincha» nació un 28 de octubre de 1933 en Río de Janeiro, hoy cumpliría 87 años, pero murió solo, olvidado y en la pobreza el 21 de enero de 1983.
Apodado Garrincha en honor a un pájaro, este jugador brasileño fue clave en las victorias de su país durante los mundiales de Suecia 58 y Chile 62, en el que llegó a anotar 6 goles y se consagró como uno de los grandes futbolistas de la época.
Un pájaro que volaba
Mané Garrincha trabajó desde muy joven. A los 10 años, se ganaba un dinero trabajando en una humilde fabrica de zapatos de su ciudad. Aquí ya su familia sabía que Garrincha tenía una pierna más corta que la otra, pero eso no le impidió ser uno de lo grandes del fútbol. Además, con esta edad ya fumaba, le gustaba el alcohol y tenía la espalda torcida.
En un país desolado por la pobreza, y a pesar de que nadie le auguraba un futuro protedor en el terreno de juego, Garrincha empezó a jugar en el equipo de la fábrica en la que trabajaba, y jugaba mejor que ninguno. Vivía despreocupado de todo, por eso resultó ser el mejor de entre sus compañeros.
Años después, cuando ya estaba en la selección Brasileña de Fútbol, el psicólogo del equipo, el doctor João de Carvalahaes, explicó como pudo que Garrincha era «frágil de mente» cuando lo que en realidad quería decir que tenía un 38 sobre 160 de coeficiente intelectual, por lo que no recomendaba que Garrincha jugase al fútbol.
Aún así, Garrincha demostró ser uno de los mejores regateadores de la historia y formaría parte del ataque de Brasil en Suecia formado por Pelé, Didí, Marío Lobo y Vavá, que conseguirían una copa mundial muy deseada por los brasileños.
Un dato anecdótico que siempre se recuerda y que pone en valor la importancia de Garrincha en la selección, es que de los 60 partidos que jugó, perdió solo uno y empató 7, y jugando junto a Pelé jamás Brasil perdió un partido.
Caída de un ídolo
Cuando Garrincha, ya en el ocaso de sus facultades futbolísticas, salió de Botafogo, partió a Colombia para vestir la camiseta de Junior de Barranquilla en el 68. Tenía los meniscos destrozados después de dos operaciones. Después volvió a Brasil para jugar en Flamengo y acabó sus días como jugador en París, jugando para Red Stars y para Olana en 1972.
Sus días como futbolista habían terminado y comenzó el declive de uno de los mejores futbolistas que Brasil ha dado para la historia. En los años posteriores a su retirada, todo el mundo se olvidó de Garrincha, y hasta el propio Mané se olvidó de sí mismo.
Lo vieron vagabundear olvidado, solo, sin nadie que le apoyara después de ser uno de los jugadores que más alegrías dio al país. Ni siquiera sus 34 hijos, solo 14 reconocidos, estuvieron con Garrincha en sus horas más bajas.
Y esto le llevó a la calla, al desastre más absoluto. En su último año de vida, Garrincha pasó sus horas entre cartones a las puertas del estadio que le había visto triunfar, el actual Nilton Santos. Se le vio delirar por las calles llamando al propio Nilton para que lo llevara a los entrenos.
En 1983, Garrincha, el ídolo brasileño, el mejor regateador de la historia, murió solo. En su autopsia los médicos determinaron que había muerto a causa de una «congestión pulmonar, pancreatitis y pericarditis, bajo un cuadro de alcoholismo crónico». El velatorio se realizó en Maracaná, el estadio que disfrutó muchas veces de sus gestas y su ataúd fue cubierto para siempre con una bandera de su club del alma, Botafogo.