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Alejandro Finisterre, el poeta gallego que inventó el futbolín

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Alejandro Finisterre

A veces las creaciones e inventos, en muchas ocasiones, vienen solos y sin darnos cuenta. Alejandro Campos Martínez nació en Finisterre en 1919, aunque todo el mundo acabó conociéndolo como Alejandro Finisterre. Este gallego editor de poesía, inventor y creador, nunca imaginó que durante la Guerra Civil Española inventaría uno de los juegos populares más conocidos internacionalmente y al que han jugado un sin fin de generaciones posteriores a su invento.

Finisterre se trasladó a La Coruña con solo cinco años, allí comenzó a estudiar y viajó diez años después hasta Madrid para estudiar Bachillerato. Su origen humilde no le permitía pagar la matrícula, y más cuando la zapatería de su padre se hundió con la crisis y tuvo que cerrar. Allí, el director del colegio, para que no tuviera que abandonar sus estudios, lo puso a corregir los textos de alumnos de cursos más bajos, con los que sufragaría sus matrículas en el instituto madrileño. Después pasó a ser peón albañil y miembro de una imprenta, donde logró publicar un periódico, ‘Paso a la juventud’ que vendería por las calles de Madrid.

Llega la Guerra Civil

Finisterre, reconocido militante anarquista de la época, se encontró con la Guerra Civil en 1936. Durante una refriega en noviembre del 36, Finisterre fue herido de gravedad, por lo que tuvo que ser trasladado al Hospital de Monserrat.

Allí comenzó a interactuar con muchos niños víctimas de la Guerra Civil, y se dio cuenta que, por estar en el hospital, se les privaba de mantener un ocio deportivo como jugar al fútbol, deporte que crecía como la espuma en la época y que era la única fuente de evasión de muchos niños maltratados por la guerra.

Inspirado en el tenis de mesa, Alejandro Finisterre desarrolló la idea del futbolín, para entretener a los niños jugando sin salir del hospital, a su deporte favorito. Con esto, el poeta confió en un amigo suyo vasco para que construyera la primera mesa de futbolín en España, aunque no pudo conseguir que fuera fabricado y comercializado porque las jugueterías se dedicaban a diseñar y vender armas para la guerra.

Un año después registró la patente, pero la victoria del franquismo hizo que se tuviera que exiliar a Francia, donde se llevó los documentos de su invento.

Perdida de la patente

Finisterre cruzó los Pirineos a pie hasta llegar a Francia, pero en esa larga travesía que acabó por mandarlo hasta París, el autor perdió la patente del futbolín, por lo que no pudo sacarlo a la venta de momento. Ya en la capital francesa, otro invento que había patentado gracias a su novia pianista, el primer pasa hojas de pie para piano, le dio dinero para marcharse a Quito, donde fundaría una revista y perfeccionó su idea del futbolín.

Fue durante su estancia en Ecuador, cuando Finisterre por fin pudo ver fabricado su invento y comenzó a ganar dinero. Pero tras el golpe de Estado en el país llevado a cabo por el general Castillo Armas, Finisterre se quedó sin nada y fue secuestrado.

Le costó mucho volver a España, hasta secuestró un avión cuando lo repatriaban, logrando que lo llevaran a Panamá, y logró regresar a España durante la transición, donde su futbolín comenzó a expandirse por todo el país y hasta nuestro días.

Actualmente existen muchas versiones de este juego popular tan conocido, incluso algunas digitales adaptadas a los nuevos tiempos del siglo XXI.

 

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