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Colas para comer en este nuevo restaurante de Carabanchel: ya es casi imposible conseguir mesa

Restaurante de Carabanchel
Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Carabanchel es uno de esos barrios madrileños que, aunque nunca ha buscado protagonismo, tiene una personalidad tan marcada que se resiste a pasar desapercibido. Con sus bares de toda la vida y sus calles que mezclan tradición y cotidianeidad, se ha convertido, casi sin querer, en un rincón donde el presente convive con un pasado que sigue latiendo fuerte. Sin aspavientos, Carabanchel se ha ido posicionando en el mapa, y parte de ese mérito se lo debe a espacios como La Capa, un restaurante que ha conseguido que medio Madrid cruce la ciudad para vivir una experiencia memorable.

Situado en una calle tranquila cercana a Marqués de Vadillo, La Capa no es un local más. El neón que reza «Cafetería La Capa», la barra con aire añejo, la madera en las paredes… todo habla de un lugar que respeta sus raíces, pero que no tiene miedo de reinventarse. Es ese tipo de sitio que no se publicita en exceso, que no se basa en estrategias de marketing agresivas, sino que ha construido su prestigio mesa a mesa, cliente a cliente, a través del boca a boca. Y eso, en un mundo tan saturado de tendencias, vale su peso en oro.

La Capa, el restaurante de moda en Carabanchel

Detrás de La Capa hay tres nombres: Arturo, Antonio y Martin, tal y como recoge Elle España. Tres amigos, tres profesionales curtidos en la hostelería, que un día decidieron bajarse del tren de los grandes grupos y montar algo que se sintiera más suyo, más humano. Venían de jornadas interminables, de cocinas frenéticas, de la precariedad habitual del sector, y apostaron por un espacio de trabajo digno y un restaurante que no funcionara con prisas. Así nació este rincón gastronómico que más que restaurante es una casa de comidas moderna, un lugar donde sentarse a gusto, sin mirar el reloj.

En este restaurante de Carabanchel no hay turnos cerrados ni prisas por liberar mesas. Si reservas, la mesa es tuya hasta que decidas marcharte. Si la sobremesa se alarga, será bienvenida. Y esa filosofía se respira en cada rincón. Antonio se encarga de la sala con una naturalidad que desarma; Arturo es el maestro del vino y la barra; y Martin, desde la cocina, ejecuta platos que parecen sencillos pero que llevan detrás mucha técnica, cariño y sentido común.

Carta

En La Capa no hay carta extensa, pero sí muy bien pensada. Se trabaja el producto de temporada, se cambia lo que haya que cambiar y se mantienen esos platos que ya son parte del imaginario de quienes repiten. Uno de esos imprescindibles es el escalope de pollo con pimientos confitados, una receta que, aunque puede parecer simple, es pura perfección en ejecución y sabor. Otro clásico es el huevo frito con kokotxas al pilpil, un plato que invita directamente a mojar pan sin pudor.

Entre los entrantes, hay joyas que mezclan lo tradicional con sabores traídos de otros rincones del mundo: una ensaladilla rusa reinterpretada en versión vegetariana con un toque cítrico que la refresca; una gilda clásica que nunca falla; y propuestas como lumpias filipinas, dumplings estilo mandu o tartares de pescado que aportan diversidad sin romper la coherencia del conjunto.

En los platos principales han empezado a introducir algunas propuestas de pasta, buscando ampliar la oferta sin perder el enfoque. Son opciones que encajan con esa filosofía de cocina sencilla, bien hecha, sin pretensión. Y cuando llega el momento del postre, la cosa no decae: una mousse de chocolate intensa, una tarta tipo Comtessa que es puro recuerdo noventero elevado a lo gourmet, o un helado de leche de cabra que elaboran de forma artesanal Mariluz y Paula en El Escorial. No hay nada que sobre, y todo lo que hay suma.

El vino merece un capítulo aparte. Arturo ha construido una carta con conocimiento y buen gusto. Aquí no se buscan etiquetas de moda ni vinos con sobreprecio. Se trata de ofrecer calidad sin que eso implique vaciar la cartera. La política es sencilla: vinos a precio de coste con un margen muy reducido.

La selección apuesta por pequeños productores, bodegas amigas, y proyectos jóvenes. Hay opción de beber en porrón, tanto blanco como tinto, recuperando esa manera informal y divertida de compartir vino en la mesa. Y lo mejor es dejarse llevar, preguntar, dejar que Arturo proponga. Acertará.

En tiempos en los que muchos restaurantes parecen cortados por el mismo patrón, La Capa ofrece una propuesta diferente. Aquí hay cocina honesta, atención real, vinos elegidos con cariño y un espacio donde quedarse más de la cuenta no solo es posible, sino deseado. Este restaurante de Carabanchel ha logrado lo que muchas nuevas aperturas anhelan y pocas consiguen: crear comunidad, generar conversación, ser un lugar al que uno vuelve no solo por lo que se come, sino por cómo se siente.

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