Listas, llamadas, correos, banderas y noches sin dormir: así se gestó la evacuación española en Kabul

La astucia de Robles y Albares, y el gran compromiso de nuestros servidores públicos, culminó con éxito una operación complicada

España pone fin a la misión en Kabul con un total de 2.206 personas evacuadas de Afganistán

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Evacuación de los militares españoles de Afganistán.
Joan Guirado

Cuando Margarita Robles recomendó, hace unos días, el uso de prendas rojas o de banderas rojigualdas para destacarse entre la multitud de afganos que se agolpaban en los exteriores del aeropuerto de Kabul, lo hacía desde la desesperación de quién, habiéndolo probado todo, ve con impotencia como le resulta imposible lograr todo lo que querría en una operación tan complicada como ha sido la evacuación de la capital afgana.

Desde la discreción que siempre ha caracterizado a la ministra mejor valorada del Gobierno de Pedro Sánchez, codo a codo con un todavía desconocido ministro de Exteriores, que domina a la perfección las relaciones diplomáticas, la responsable de las Fuerzas Armadas y José Manuel Albares no han descansado ni un minuto, a lo largo de los últimos doce días, para que el objetivo que se había propuesto España en la misión de Kabul se cumpliera. Y que lo hiciera sin daños personales.

Ambos ministros han estado encima de una operación en la que los servidores públicos han puesto en riesgo sus vidas para salvar la del máximo de afganos, con viajes de ida y vuelta a contrarreloj. Con un protagonista especial: Gabriel Ferrán. El máximo responsable de la Embajada española en Afganistán, pese a ser destituido cuando ya amenazaba la tempestad, decidió permanecer en el país hasta completar la evacuación. Él era los ojos del ministro Albares en Afganistán. Y de los últimos en pisar tierra en Torrejón de Ardoz este viernes.

Robles y Albares, en contacto permanente con Pedro Sánchez y otros ministros, primero de forma virtual y posteriormente de forma presencial, intercambiaron infinidad de listas, correos y llamadas con nombres y apellidos de personas que querían huir de la barbarie. A algunos les tenían plenamente identificados, otros llegaban a cuentagotas por los gritos de SOS que sus familiares lanzaban desde España.

En cada avión A-400 del Ejército del Aire que partía de Kabul con dirección a Madrid, previa escala en Dubái, siempre viajaba alguien más de los que en un principio se preveía. Los colaboradores de España, la UE, la ONU o Portugal, algunos de los que usaron el corredor español, siempre pedían a última hora llevar con ellos a algún familiar más. Todos querían poner a salvo a los suyos. Aunque la cifra final aún tardará unos días en ser oficial, por ahora, España calcula que ha puesto a salvo a 2.206 personas. Otras, con menos suerte, se quedaron a pocos metros de subirse al avión. El Gobierno, en sus planes iniciales, contaba rescatar a 800.

Y es que más allá de los múltiples intentos de los familiares y amigos para lograr sacar a los suyos de Kabul, la situación en la capital afgana dificultaba mucho la comunicación con los que esperaban ser evacuados. La mayoría, por falta de cobertura, no cogían el teléfono móvil. Y al final, un whatsapp o un correo electrónico, que consultaban cuándo tenían acceso a internet, era la mejor manera de ayudarles a escapar.

Con la voluntad de ayudar a cuantos más mejor, pues, toda la administración del Estado se puso al servicio del ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños, que coordinaba a diario un equipo de más de treinta técnicos del Ejército, Interior, Sanidad, Seguridad Social e Inclusión entre otros. La mano derecha del presidente supervisaba todas las peticiones previo informe de los servicios de inteligencia para evitar la entrada de posibles terroristas camuflados.

Sánchez, desde el Palacio de La Moncloa, concluyó la operación con un «misión cumplida». En una rueda de prensa extraordinaria, sustituyendo a la ya programada del ministro Bolaños, este viernes el presidente daba por finalizada la evacuación tras más de una semana salvando vidas. Pero el jefe del Ejecutivo dejó claro que, con el mismo compromiso que hasta ahora, «España no dejará a nadie atrás».

La falta de seguridad para nuestros militares y policías desplazados hasta Kabul, por eso, impide ahora seguir operando desde un aeropuerto que ya ha sido tomado por los talibanes. Pero para llegar hasta ese «misión cumplida» de Sánchez ocurrieron muchas cosas. Con una discreción sigilosa, marca de la casa de los ministros Robles y Albares que lideraban el operativo, España empezó a preparar ya en julio un rescate que se preveía inminente. Casi con la cartera de ministro en la mano, que acababa de asumir en sustitución de Arancha González Laya, Albares se puso a trabajar descongelando las relaciones con la Casa Blanca.

Con la impotencia de haber dejado en peligro a personas a las que se podría haber ayudado, por la irrupción de los talibanes en el aeropuerto de Kabul, el Gobierno da por finalizada una misión humanitaria que ha vuelto a poner de relieve que pese a contar con uno de los Ejércitos más pequeños y con menos recursos técnicos de las grandes potencias, el compromiso de nuestros servidores públicos ha permitido a España liderar una operación que pone punto y final a 20 años de presencia internacional en Afganistán.

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