La hija de una víctima de Ghali: «Mandó torturar y asesinar a mi padre, quiero justicia»
En octubre de 1980 Miguel Aulló Artiles embarcó como cocinero en el barco pesquero canario Mencey de Abona. Su mujer tenía 25 años y su hija tres. Jamás volvieron a verlo. El Frente Polisario reivindicó la desaparición del navío. Cuarenta años después, su hija, Inmaculada, cuenta a OKDIARIO la pesadilla que ha sido conocer que quien mandó asesinar a su padre, Brahim Ghali, está en un hospital de Logroño custodiado y apoyado por el Gobierno de España.
«Cuando me enteré de que estaba aquí, lloré, me dio un ataque de ansiedad, me sentí frustrada, vapuleada, vejada… nos estaban agraviando una vez más. Sentí que se estaba riendo, ya no de mí, sino de todas las víctimas olvidadas que no han tenido Justicia», relata a este periódico, que ha tenido acceso a la denuncia presentada por la Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo (Acavite) ante la Audiencia Nacional pidiendo que se haga Justicia a las 281 víctimas españolas del Frente Polisario.
Una denuncia que se presentó en 2012 y que aún no ha recibido curso, algo que no se explica Inmaculada, quien lamenta que «una vez más» son las víctimas las que tienen que «salir a palestra» y luchar para reivindicar lo que está sucediendo y que Ghali no salga impune de España «porque fue él quien mandó secuestrar, asesinar y torturar» a sus familiares.
«Creo que es la última oportunidad que tenemos las víctimas españolas de que se haga Justicia. Queremos ver a Ghali sentado en el banquillo, que pague por sus crímenes y que pida perdón», manifiesta.
Torturas
Del buque donde embarcaron el padre de Inmaculada, su tío y otros diez tripulantes únicamente apareció un cadáver, el de Domingo Quintana, atado de pies y manos, con signos de tortura y atado al mástil de otro barco.
«Fue una muestra como para decirnos: esto es lo que le hemos hecho a toda la tripulación», señala la joven, que en el momento en que ocurrieron los hechos tenía apenas tres años y no fue hasta más 20 años después, con la ayuda de internet, como se enteró de lo que realmente le había pasado a su padre.
«Yo toda la vida fui huérfana por accidente laboral, a mi madre la declararon viuda a los cinco años de la desaparición de su marido y siempre pensé que había sido un accidente», rememora. Hasta que con 25 años decidió introducir en Google el nombre del Mencey de Abona y descubrió que su padre había sido torturado y asesinado por el Frente Polisario.
Fue gracias a otra víctima que compartió secuestro con Miguel Aulló -aunque en su caso corrió mayor suerte y fue liberado- como Inmaculada tuvo conocimiento de las torturas a las que sometieron a su padre. «Les despojaban de sus ropas, de su identidad, y les ponían unas chilabas. Les obligaban a ingerir su propia orina y excrementos, les pegaban, les aislaban…», explica.
Inmaculada lamenta el desconocimiento generalizado que existe en España de lo que hizo el Frente Polisario y lamenta también ese halo «romántico» que existe a su alrededor por la defensa de la causa saharaui, obviando los crímenes que cometió contra población civil española.
«Ellos alegan que bien muertos están y que aquello era una guerra. ¿Qué guerra? Si la única arma de mi padre era una red de pescar y su único objetivo trabajar para dar de comer a su mujer y a su hija», cuenta.
Inmaculada asegura, con lágrimas en los ojos pero con férrea voluntad, que si su padre, que fue declarado víctima del terrorismo en el año 2011, pudiera escucharle le diría que «su hija está aquí para hacerle Justicia».
«Mientras me quede un hilo de vida a mi padre se le va a tener presente siempre, y si no lo hace el Gobierno o la Justicia, lo haré yo», sentencia.
«Yo sé que a mi padre ya no le voy a encontrar, pero yo no me canso ni me voy a cansar en la vida de que a Miguel Aulló Artiles se le reconozca como el buen hombre que fue, trabajador, buen padre y buen marido. Tenía 27 años y le privaron de todo. No pudo ver crecer a su hija, no ha conocido a su nieto… sólo pido para él Justicia», concluye emocionada.