La Fiscalía pide 260 años de cárcel para la jefa de ETA ‘Anboto’ por tratar de asesinar a 20 policías
Soledad Iparraguierre Guenechea, alias ‘Anboto’, es la mujer que más alto ha llegado a ostentar dentro de la cúpula de la organización terrorista ETA, y que hasta este año no había sido condenada en España. Sin embargo, la ex dirigente etarra fue extraditada desde Francia en 2019 con 12 causas pendientes. Condenada a 122 años por su participación en el asesinato del comandante Luciano Cortizo en 1995, se enfrenta, como publicó en exclusiva OKDIARIO, a otros 27 años por el atentado frustrado al Rey emérito Juan Carlos I en el museo Guggenheim. Y ahora, el debe de ‘Anboto’ suma otra petición de 260 años por el intento de asesinato de, al menos, 20 policías nacionales en 1985.
Según la calificación fiscal, a la que ha tenido acceso este periódico, ‘Anboto’, junto a otras tres personas, dos de ellas ya condenadas por esta causa, pertenecía al comando Araba, que tenía como objetivo “alcanzar cambios políticos e institucionales en la Comunidad Autónoma Vasca mediante la realización de acciones violentas contra personas y bienes”.
El atentado
Así, en el mes de mayo de 1985, los integrantes del comando Araba, decidieron colocar unas bombas en dos coches. La finalidad era asesinar a los policías que debían cuidar de la seguridad en el partido de fútbol que enfrentaba al Alavés con el Lérida en el estadio de Medizorroza. Como explica el fiscal del caso, ‘Anboto’ y sus compañeros de comando pretendían causar la muerte de un número no determinado de policías. Básicamente, los que integraban las tres unidades policiales de siete miembros cada una.
El escrito de acusación explica que: “Los terroristas iban a hacer estallar el letal artilugio inmediatamente antes de la hora del comienzo del encuentro” a las cinco de la tarde, “con la intención no sólo de acabar con la vida de los policías, sino también de causar importantes destrozos” en los coches e instalaciones.
Para preparar las bombas, el Ministerio Público asevera que las mismas estaban compuestas por 25 kilos de goma2 y 100 kilos de tornillería. Pero para prepararlas, el comando tuvo la colaboración de los conocidos como ‘colaboradores’ de ETA que les prestaron un piso para poder hacer las bombas, que contaban hasta con traviesas robadas de las vías férreas.
Aunque antes de atentar, había que conseguir los coches, y el comando se apoderó de dos Seat 124 que consiguieron a punta de pistola, manteniendo retenido a los propietarios de estos “bajo vigilancia y custodia de otros miembros del comando”. Mientras, Anboto y el resto de los etarras llevaron los coches donde solían aparcar las furgonetas policiales.
Frustrado
A primera hora de la tarde del 21 de mayo de 1985, Iparraguirre y el resto del comando “se confabularon” para dejar los coches e informar para poder atentar. Sin embargo, lo que pretendían perpetrar no salió cómo ellos pretendían y llegó una llamada diciendo: “La cosa está mal”.
El problema para el comando Araba es que la desaparición de uno de los vehículos había sido denunciada y, por tanto, la policía estaba alertada y tenía la matrícula de éstos. Es más, los TEDAX habían localizado uno de los dos coches bomba a las dos de la tarde de ese día, y los cordones policiales se iban ensanchando cada vez más alrededor del estadio”, por lo que ‘Anboto’ y el resto decidieron abandonar el lugar y desistir “de atentar”. Los agentes, finalmente, no tuvieron ni que detonar los vehículos, sino que pudieron desactivar las bombas, lo que supuso una mina de pruebas en contra del comando Araba.
‘Anboto’, la más sanguinaria
María Soledad Iparraguirre Genetxea está considerada como una de las asesinas más sanguinarias de ETA. ‘Anboto’, cuyo sobrenombre le viene por un monte de Vizcaya donde se supone que vive la dama Mari de Anboto, que se puede convertir en aire o fuego, fue definida por la Policía Nacional y la Guardia Civil como una mujer de cara aniñada y ojos desafiantes. Pero su cara de “niña buena” no le impidió ser la fémina que más lejos ha llegado dentro de la cúpula de ETA.
Iparraguirre es hija de José Manuel Aristimuño, militante de la banda terrorista. Su padre tuvo que huir a Francia en un enfrentamiento a tiros con la Policía en el caserío familiar, donde murió el entonces novio de ‘Anboto’. En la redada, la Policía encontró en la casa un zulo con 8.000 kilos de dinamita que había llegado desde Francia. Con tan solo 18 años, la joven Soledad juró venganza sobre la tumba de su novio. Y vaya si la buscó.
No había pasado ni un año de aquello cuando Soledad perpetró su primer crimen en Amurrio (Álava), donde asesinó a un cartero, Estanislao Galíndez. Fue en 1985, el año por el atentado que ahora será juzgada, cuando entró a formar parte de comando Araba y participó en diferentes atentados junto a los terroristas Juan Carlos Arruti, Eusebio Arzalluz y José Javier Arizcuren. De ahí, en 1992, pasó al comando Madrid, en el que estuvo hasta 1992.
Fueron pocos años, pero le bastó para asesinar a ocho personas, como el subteniente Miguel Mirando, y los siete fallecidos con la explosión de un coche bomba contra un autobús de militares del Estado Mayor de la Defensa en la glorieta de López Hoyos en Madrid.
Jefa
Obligada a huir, ‘Anboto’ fue, con permiso de la defenestrada Yoyes, la mujer que más alto ha llegado en ETA como jefa de los comandos legales en 1992, donde tenía mando en plaza junto a su pareja y líder de la banda terrorista, Mikel Antza.
Hasta tal punto de mando en plaza ostenta dentro de la banda terrorista que fue ella, junto a Josu ternera, la encargada de poner voz al comunicado del fin de ETA.