Así secuestró, torturó y mató ETA a mi abuelo
Estimados lectores de Okdiario:
A mi abuelo, Javier Ybarra, lo secuestró ETA y después lo asesinó. Eso hace mella en la vida de una persona y de una familia. Los terroristas o te matan o te hacen más fuerte en tus principios y convicciones.
El 22 de junio de 1977, se encontró en el Alto de Barazar (Vizcaya) el cadáver de mi abuelo Javier de Ybarra y Bergé, secuestrado el 20 de mayo —25 días antes de celebrarse las primeras elecciones democráticas—y posiblemente asesinado dos o tres días antes. La aparición de su cadáver conmocionó a la opinión pública, especialmente en el País Vasco, y a la clase empresarial y política de la España de la Transición. También supuso un terremoto en el mundo proetarra y en ETA político-militar.
Algunos de sus referentes, como Mario Onaindia, se habían opuesto radicalmente tanto al secuestro como al asesinato de Ybarra. Ese hecho influyó en que muchos de sus simpatizantes, como el propio Onaindia o Bandrés, rompieran con la banda para crear Euskadiko Ezkerra. El asesinato de Ybarra fue «un golpe maestro de ETA» porque era «el ideólogo, el intelectual de Neguri».
«Le secuestran y le asesinan por ser la cabeza pensante». (Mario Onaindia, Testamento Vasco 2004). «Fue no sólo la muerte de un hombre sino la de toda una clase política y el fin de una época.» (‘Los mitos del nacionalismo vasco’, José Díaz Herrera, Planeta, 2005). A raíz del secuestro y asesinato de mi abuelo se rompe la unidad que había existido en las familias de Neguri para acometer grandes empresas económicas.
Un tiro en la cabeza
A partir de entonces, hay una diáspora física porque la gente se marcha. Cada uno ya sólo piensa en nadar y guardar la ropa. El cadáver de mi abuelo Javier Ybarra presentaba un disparo en la cabeza. Muchos datos terribles del secuestro se ocultaron a la opinión pública, pues en esos primeros pasos de la democracia española alguien decidió que no convenía caldear el ambiente.
Ahora, 39 años después, los etarras han vuelto a las instituciones. Por eso digo siempre que estamos peor que entonces, cuando mi abuelo se convirtió en el primer muerto de la democracia española tras un largo y cruel encierro. Sus últimas horas debieron ser trágicas. Guillermo Ostos, entonces comandante de la Guardia Civil, recuerda la escena durante la recogida de su cadáver en el Alto de Barazar: «El cuerpo, con un tiro en la cabeza, estaba metido dentro de una bolsa de plástico enganchado a un clavo, con los brazos atados a la espalda, los ojos vendados».
«Durante el cautiverio había perdido 22 kilos y toda su ropa olía a orina y a excrementos. Tenía, además, el cuerpo llagado, señal inequívoca de que estuvo todo el tiempo tumbado o metido en un saco sin poder moverse. (‘Los mitos del nacionalismo vasco’, José Díaz Herrera, Planeta, 2005). Por si esto fuera poco, la autopsia reveló que tenía hierba en el estómago, indicación clara de que tuvo que alimentarse con lo que tenía a su alcance en el lugar donde lo tuvieron secuestrado.
Ensañamiento brutal
Si todos los secuestros son, en sí mismos, una tortura para la víctima, en el caso de mi abuelo Javier de Ybarra la banda asesina se ensañó y se comportó con especial crueldad fruto del odio —del cual estoy muy orgulloso— que nos tienen estos terroristas a mí y a mi familia. Lo que más duele es que el caso de mi abuelo esté sin resolver. Eso te machaca el alma pues no te llega la paz que da que sus asesinos hayan sido juzgados, pues en el caso de mi abuelo no ha sido así.
Las llamadas telefónicas que he recibido en mi casa, y donde estos terroristas me han amenazado de muerte, vienen de largo. Es casi una suerte de macabra tradición en mi familia. Mi abuelo ya las tuvo que soportar antes que yo. Él se había negado a pagar la extorsión económica que la banda le venía haciendo desde hacía 10 años. Los etarras telefoneaban para recordárselo. Él les llamaba majaderos y colgaba.
Estos asesinos de ETA que acabaron con la vida de mi abuelo son los «hombres de Paz» de los que habla el populista Pablo Iglesias, admirador de Chávez, ahora que Maduro está matando a Venezuela y a los venezolanos. Iglesias está más cerca de Otegi que de mi abuelo y eso me produce gran orgullo, pues quiere decir que tengo un gran abuelo, cosa que ya sabia pero esto me reafirma más todavía si cabe.
Me preocuparía el caso contrario y me darían nauseas si un personaje como Iglesias me alabara a mí o a alguien de mi familia. Vamos por buen camino. Esta es la historia de una familia marcada por el trágico asesinato de su familiar más representativo. Una historia que tengo la obligación de contar, una historia que ha marcado mi vida desde que nací protegido por mi querida Guardia Civil, pues ETA me amenazó siendo un bebe de días.
Debemos homenajear y contar siempre con las víctimas del terrorismo. Contar lo que han vivido, lo que hemos vivido y no olvidarlas. Abuelo, sigo tu legado desde la humildad, pues no te llego ni a la altura de los zapatos. Un legado que finalmente logre la derrota definitiva de ETA y que los saque de las instituciones, que también deje en cero votos a ese partido que homenajea y da las gracias a Otegui. Esos populistas encabezados por el ínclito personaje Pablo Iglesias.
Te quiero abuelo.
Siempre con las víctimas.
Viva España.