Crónica del día

Demoledora crítica a Iglesias del Podemos no domesticado

pablo iglesias
Pablo Iglesias en una reciente imagen (Foto: EUROPA PRESS).

Dos episodios van a retratar más pronto que tarde la unanimidad en el Gobierno del Frente Popular. Uno ya es conocido: el Parlamento Europeo tendrá que votar a favor o en contra el suplicatorio de Carles Puigdemont. Los representantes de Podemos ya han anunciado que no se pronunciarán a favor del sí. La sorpresa llega por parte de los socialistas que ya atisban que Pedro Sánchez detesta un nuevo proceso con el fugado de Waterloo. El segundo episodio reviste una significación internacional que para España es muy trascendente; resulta que hace unos días el Frente Polisario, los restos que quedan de él, ha anunciado que regresa a las armas, que ya no espera un minuto más al referéndum que se aprobó en la ONU y que, en consecuencia, retoma su actividad militar contra el Reino de Marruecos. Curiosamente, esta noticia ha pasado absolutamente desapercibida en nuestro país, salvo… para los podemitas que no gozan de los placeres del Gobierno. En estos círculos ya se está preparando una respuesta de total apoyo a los que ellos denominan «hermanos saharauis» y esperan que Pablo Iglesias, felizmente asentado en su vicepresidencia, no traicione estos vínculos fraternales, y se avenga a lo que dicte Sánchez al que nadie espera alentando el terrorismo polisario contra Hassan.

La verdad es que Podemos como partido, organización radical o como se quiera denominar, ha dejado de existir. En esta crónica, procedo a transcribir literalmente la opinión de uno de los fundadores de este conglomerado populista. Procede mi interlocutor del comunismo universitario de siempre, es un hombre que ha escrito «múltiples papeles» para Iglesias y que en ciertos momentos ha sido tan influyente como incluso el propio Juan Carlos Monedero. Este interlocutor refleja la actual situación interna del Podemos de esta forma: «Iglesias ya ha conseguido su máxima aspiración que no era otra que estar en el Gobierno. Ha sacrificado cualquier presupuesto ideológico a su situación personal y al beneficio de varias sus personas de confianza, incluida, claro está, Irene Montero. En la organización, los que nos hemos quedado, pensamos coloquialmente que ‘al león le han quitado los dientes’. Le han reducido a la nada. Pese a lo que digan títulos gubernamentales lo cierto es que no acumula las más importantes competencias sociales, no tendrá presupuesto y solo puede jugar con imágenes. La Agenda 2030 nadie sabe en qué consiste, quizá no sea otra cosa que una intención de quedar bien con ciertas ‘oenegés’, y no con todas, desde luego».

Prosigue: «Al pobre Alberto Garzón, Iglesias se lo va a comer por pernera. Del Partido Comunista y de Izquierda Unida no van a quedar ni las raspas. Este hombre tendrá que emprender una campaña contra el azúcar y los bollycaos para hacerse notar porque otra cosa no le cabe en Consumo. Los socialistas de Castilla-La Mancha aseguran que el Consumo en su Gobierno autónomo ocupa sólo una jefatura de Servicio que está ubicada además en Cuenca. Eso sí: el republicano Garzón y su compañero de viaje, Pablo Iglesias, ya no van a poder ir presumiendo por ahí de su republicanismo irrenunciable e irredento; han jurado nada menos que lealtad al Rey y a la Constitución que un día quisieron volar. Han aparcado su intención de acabar con la Monarquía, incluso muchos creemos que Iglesias defenderá más a Felipe VI que el mismo presidente del Gobierno. Del programa electoral de Podemos no quedan ni las sombras en su acuerdo ambiguo, inconcreto, de plastilina con el PSOE de Sánchez. ¿Alguien recuerda la apuesta de Iglesias por la creación de un gran banco nacional?, ¿o la formación de una macroempresa de energía destinada a terminar con el poder de las «Iberdrolas» de turno?

Y finaliza: “Eso sí: Iglesias ha demostrado que sólo se fía lo mínimo de su presidente: los parlamentarios de Podemos no han abandonado sus escaños como quería el jefe, no vaya a ser que un día a éste le dé por destituirles de sus cargos gubernamentales. Iglesias se ha abrazado a la estabilidad de empleo y sueldo que le ha regalado Sánchez. Nosotros desde dentro aún tenemos la impresión que ambos temen como a un nublado los progresos electorales de Vox,  y que Santiago Abascal se les eche a la calle cada vez que toman una decisión más o menos sectaria. Ese es el factor aglutinante entre los dos. No hay otro o… quizá sí: la moqueta. Sin embargo, Iglesias corre un riesgo cierto: que Sánchez lo termine laminando. Es su propósito».

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