Los camioneros españoles atrapados en Inglaterra: «Nos han tenido como perros para forzar el Brexit»
En sus vídeos muestran las lamentables condiciones de este "secuestro -dicen- para forzar la negociación final con Bruselas"
Más de 15.000 camiones fueron llevados a las pistas de este aeropuerto cercano al Eurotúnel: hay 4 WCs para todos
Acusan al Gobierno español de abandonarles: nadie de la embajada les ha asistido y apenas les queda comida
Los miles de camioneros españoles atrapados en Inglaterra desde el fin de semana pasado muestran a través de los vídeos que están grabando estos días su odisea, que les obliga a pasar la Nochebuena solos en la cabina de su camión, en las frías pistas de un aeropuerto inglés cercano al Eurotúnel. «Los ingleses nos tienen como perros», dicen. «Esto sí es racismo», se quejan. «Aquí debe de haber, al menos, 15.000 camioneros de toda Europa; sobre todo, de Europa del este, italianos, españoles y muchos marroquíes», cuenta desde allí, en su cuarto día de encierro, Jesús Miguel Cumplido, de Mérida. «Tenía previsto llegar a casa entre el 23 y 24 para estar en Nochebuena, pero aquí me veo». La crónica en vídeo que nos ha remitido de estos días expresa perfectamente las lamentables condiciones en las que están. Hay 4 WCs para 15.000 camiones, las primeras 48 horas estuvieron sin comida, prácticamente han agotado las reservas que llevan en sus camiones y ahora les han colocado un puesto de perritos calientes donde se hacinan durante horas para recibir una salchicha.
40.000 camioneros llegados del continente han quedado atrapados sin salida estos días en el Reino Unido. Los camioneros españoles están convencidos de que este «secuestro» (como lo llaman) de camiones europeos es un montaje del gobierno británico para forzar a la Unión Europea en las horas finales de la negociación contrarreloj del Brexit. A veces, la gran política se explica mejor desde la cabina de un camión en una gélida pista de un aeropuerto británico. Sabiduría popular. Lo que sí tienen claro es que el Gobierno español les ha abandonado: «Los ingleses nos han atrapado -cuenta un compañero de Jesús- pero el Gobierno español no ha hecho nada por nosotros. ¿Dónde está la embajada?. Nadie se ha puesto en contacto con nosotros». «¡Gracias, señor Ábalos!», dice con ironía Jesús mientras graba a un grupo de compañeros rompiendo la valla exterior del aeropuerto para ir a cortar una carretera. Aparece la polícía, ambulancias… Crece la tensión. «Nos tienen como perros atrapados», exclama.
El aeropuerto de Manston está cerca de Dover y del Eurotúnel. «Aquí nos trajeron en cuanto llegamos desde el continente», explica Jesús. Otro compañero cuenta la sensación de que todo estaba preparado. «Habían puesto ya generadores de luz en las pistas del aeropuerto». Pero nada más. No había ni WCs. Jesús graba el estado deplorable de los 4 WCs después de varias horas. Las imágenes que les muestra OKDIARIO hablan por si mismo. La comida se les ha ido acabando. «Hemos ido tirando de las reservas que tenemos en nuestras neveras del camión, pero hay compañeros que ya no tienen nada». Al cabo de 48 horas, apareció en la pista del aeropuerto un puesto móvil de perritos calientes. Era tal el hambre que corrieron en cola y sin distancia alguna entre ellos a tomar posiciones. Llueve sobre Manston. Cómo no. Es Inglaterra. Empapados de arriba a abajo y con un frio polar, Jesús cuenta que los ingleses han colocado otro puestecillo para repartir café caliente y unas pastas. «Nos han puesto en cola a las cuatro y media de la tarde, son las diez y media y aún no hemos llegado a por las pastitas».
Un gran detalle de la «pérfida Albión», el término con el que a Napoleón le gustaba referirse a la Inglaterra que le paró los pies en el Canal y que acuñó, por cierto, un poeta francés contemporáneo al emperador, de apellido Ximénès y de origen aragonés. El poeta quiso describir precisamente los acantilados «albus» (blancos) de Dover (donde están nuestros camioneros atrapados), y que es lo primero que uno ve al cruzar el Canal de la Mancha por el Paso de Calais desde la Europa continental. Quiso expresar la eterna desconfianza inglesa hacia el continente y su predilección por el aislamiento: «La pérfida Albión prefiere navegar sola…», decía el poeta. Dos siglos después, en estas horas, negocian y han conseguido su vuelta a lo de siempre: ir a su aire.
Aunque sobre las pistas del aeropuerto de Manston, Jesús pone a los ingleses en su sitio y «analiza» la situación mejor que un tertuliano: «Esto no es de ahora. Los ingleses llevan dos semanas impidiendo nuestro trabajo, provocando colas y atascos de camioneros europeos. Nos han metido aquí, supuestamente, para hacernos las pruebas del Covid, pero no aparece nadie. Lo que han querido es negociar el Brexit mientras nos tienen aquí secuestrados. Nos están usando como moneda de cambio». Jesús baja los humos al «Imperio»: «Que se bajen de la nube. Son un trozo de isla sin recursos naturales para subsistir sola en el mundo de hoy. Deberían ser más abiertos. Yo lo veo como camionero por todo lo que reparto y traigo hasta aquí. Los ingleses nos necesitan más a los europeos que nosotros a ellos».
Por no creerse Jesús no se cree ni lo de la nueva cepa del Covid, origen supuesto de este colapso: «No se entiende. Mirad la carretera allí fuera de la valla. Llena de coches. Ellos siguen haciendo su vida normal. La gente va sin mascarilla. Nos están engañando. No se entiende que haya una nueva cepa y estén tan tranquilos». O sea: cree que el Gobierno de Boris Johnson se lo ha inventado o exagerado para provocar una situación de tensión con Bruselas y negociar el Brexit desde una posición de fuerza.
Tarde-noche del 23 de diciembre. Los nervios van a más en las pistas del aeropuerto de Manston. Muchos ya saben que van a pasar aquí la Nochebuena, lejos de su país, de su casa y de su familia. Alguien ha empezado a tocar el claxón de su camión y poco a poco, como fichas de dominó, los cláxones inundan de manera ensordecedora el espacio frio y lluvioso en el que les han encerrado. El sonido es tremendo, pero no llegará Downing Street. Este aeropuerto internacional está en mitad de la nada. Uno mira alrededor, cuando Jesús gira su móvil, y aquello es plano e infinito. La nada.
Los cláxones de estos camioneros españoles tampoco llegarán a La Moncloa, donde esta noche, el presidente Sánchez celebrará, calentito, la «fiesta del afecto». Ni a Galapagar, residencia con chimenea de los señores de Iglesias Montero, que celebrarán (creemos) la «llegada del solsticio de invierno» (como suele felicitar, de siempre, el PCE de Enrique de Santiago). Nada. No llegarán las quejas hasta allí aunque estos trabajadores españoles dejados de la mano de Dios (o sea, de Pedro Sánchez) en la campiña inglesa y sus empresas estén perdiendo a diario miles de euros. Nadie de la embajada ha aparecido por allí ni para decir «hola buenas, aquí estamos». O para garantizarles comida. O para facilitarles los test y dejar sin excusas a los ingleses. Para algo. Cero patatero, ministra González Laya. Jesús también se acuerda con ironía del ministro de Transportes: «¡Gracias al gran Ábalos por su apoyo monumental!». Los transportistas han sido esenciales este año para que España, en pandemia, no quedara desabastecida. Arriesgaron también sus vidas en lo peor del Covid, pero sienten su trabajo poco reconocido.
Tarde de la Nochebuena, que en Inglaterra significa ya estar a oscuras desde hace mucho. Algo se mueve, por fin, en Manston. Empieza el desatasco de camiones, pero es tal el número, que va a paso de tortuga. Un accidente entre dos trailers vuelve a bloquear la salida y convierte cada metro de avance en una excepción.
4.35 de la madrugada del día 25. Jesús está pasando la Nochebuena en su cabina. Con el acuerdo del Brexit en las manos, los ingleses aceleran los test de Covid a los camioneros. A punto de amanecer, Jesús, por fin, tiene el suyo: ha dado negativo. Ahora sólo queda salir de aquella ratonera. Es tal el caos en el aeropuerto de Manston que 8 horas después aún sigue allí. «No me lo creo», dice. «Me queda un camión y salgo por fin», nos cuenta a la una de la tarde del día de Navidad. Luego, el puerto, el barco, el Canal de la Mancha, Francia… y a España.
Acostumbrado a la dureza de la carretera, a los viajes interminables y a las ausencias en casa, Jesús tiene un momento de nostalgia y recuerda a su madre, Toñi, con la que aún vivió la pasada Navidad. «Murió el 3 de enero», nos cuenta. Su padre, Jesús; su pareja, Sara y sus hijos, Iván, Isco e India tendrán que conformarse con verle por Skype.
En Mérida, esta noche esperaban… a Jesús… pero no llegó aunque fuera Nochebuena. Feliz regreso a casa.