El alcalde podemita de Zaragoza ampara al colectivo okupa que frecuentaba el asesino hispanófobo
El Centro Social Okupado Kike Mur, en Zaragoza, era uno de los lugares en los que Rodrigo Lanza, ahora detenido como presunto autor de la muerte de un hombre por llevar tirantes con la bandera española, solía pasar las horas.
El antisistema abandonó Barcelona tras cumplir una condena de cinco años por dejar tetrapléjico a un Guardia Urbano en 2006 y se asentó, casi por azar, en Zaragoza. En la ciudad aragonesa encontró el clima propicio para su activismo y se convirtió en un destacado miembro del entorno de la ultraizquierda, con base de operaciones en el Kike Mur.
Desde hace tiempo, el PP de Zaragoza lleva denunciando que «allí había actos que nada tenían que ver con los valores democráticos», como ha recordado este miércoles el portavoz ‘popular’, Pablo Azcón.
El PP siempre ha sido crítico con la permisividad del Ayuntamiento, en manos de Zaragoza En Comú, ante la okupación de la cárcel de Torrero, que acoge este centro. Azcón ha destacado que un integrante de este centro «ha cometido un delito de odio, presuntamente», por lo que, a su juicio, “hay que valorar qué es lo que ocurre» allí.
Desde el gobierno del podemita Pedro Santisteve se defiende que «una situación particular de una persona» no se puede «extrapolar a un colectivo», pese a que el consistorio ampare algunas actividades de esta asociación que fomentan el odio, como, el pasado noviembre, una ‘marcha de antorchas’ bajo el lema «Fuera fascistas de nuestros barrios». La convocatoria fue en el campus San Francisco, en la Universidad de Zaragoza.
Los okupas tomaron la antigua cárcel en 2010, tras ser desalojados de otro edificio, el colegio Lestonnac. Le pusieron el nombre de Kike Mur, joven antisistema fallecido en la prisión. Durante los primeros años se produjeron varios intentos de desalojo que acabaron en denuncias de agresiones de uno y otro lado.
«Animate a dar el paso, organiza tu rabia», rezan en su página web, desde la que explican que han decidido convertir «un lugar tan funesto como una cárcel» en un espacio desde el que, entre otros, «afrontar de una manera combativa las injusticias que se producen sin cesar a nuestro alrededor». Para sus integrantes, como Lanza, «okupar es buscar la confrontación con el sistema», «un acto de desobediencia que intenta despertar la conciencia de una sociedad aborregada».
En su programa se mezclan acciones lúdicas, culturales y reivindicativas-sobre todo en los procesos judiciales abiertos contra anarquistas-o charlas antisistema, como la organizada el pasado octubre: «Nuevas tecnologías del control: Desde las fronteras hasta los movimientos anarquistas».