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La técnica infalible que usan en Lidl para captar clientes: todos picamos sin darnos cuenta

Lidl clientes
Tienda de Lidl.
Blanca Espada

Entrar en un supermercado puede parecer un acto de lo más rutinario, casi automático. Y más cuando llevamos una lista (aunque sea mental) de lo que necesitamos. Pero lo cierto es que, desde el momento en que cruzamos las puertas, estamos inmersos en un espacio cuidadosamente diseñado para que compremos más de lo que pensábamos. Y Lidl, el gigante alemán de los precios bajos, ha afinado esta estrategia como pocos. De hecho, podemos desvelaros a continuación, cuál es la técnica infalible que usan en Lidl para captar clientes y en la que además, todos picamos.

No se trata únicamente de mostrarnos ofertas llamativas o de contar con secciones, como la de panadería, en la que al pasar, nos deleitamos con lo bien que huele. En realidad, hay un trabajo de fondo mucho más sofisticado. Desde la distribución de los productos hasta los detalles más mínimos, como la iluminación o el tamaño del carro, todo está ideado para influir en nuestro comportamiento sin que seamos del todo conscientes. Sí, lo sabemos: los supermercados quieren vender. Pero cuando uno empieza a fijarse en los detalles, es inevitable pensar que hay algo más. Y así es, según ha confirmado un ex empleado de Lidl, que ha revelado algunas de las claves que la cadena alemana utiliza para hacer que los clientes no sólo se queden más tiempo en sus tiendas, sino que además, compren más. Y lo más sorprendente es que muchas de esas técnicas las hemos vivido en primera persona sin darnos cuenta. Desde la forma en que empujamos el carro hasta la ubicación de las verduras o el truco visual de las etiquetas de precios, todo está calculado al milímetro para que acabemos gastando más.

La técnica infalible que usan en Lidl para captar clientes

¿Cuál es la primera de esas técnicas que usa Lidl para captar clientes? Pues puede parecer una tontería, pero tiene que ver con el carro de la compra que encontramos en este supermercado y que no sólo  es grande (más de lo habitual en algunos casos), sino que además está diseñado de forma que los productos no se deslicen hacia el asa, es decir, no quedan cerca de donde empujamos. ¿Y qué efecto tiene esto? Que al no ver la mercancía acumulada justo delante de nosotros, la sensación es que hemos comprado poco, aunque el fondo del carro esté bastante lleno.

Esto no es casualidad. Un ex trabajador de Lidl lo explica claramente: si los carros fuesen más pequeños, las ventas no alcanzarían los niveles actuales. Nuestro cerebro interpreta el volumen del carro como un medidor del gasto: si está medio vacío, sentimos que aún podemos añadir cosas sin pasarnos. Pero si el mismo volumen estuviera contenido en un carrito más compacto, notaríamos que ya llevamos suficiente. Así, sin que nadie nos diga nada, nos empujamos a comprar más, simplemente por cómo está diseñado el recipiente en el que llevamos la compra.

El efecto «saludable» al entrar

Otro de los trucos más efectivos que pone en práctica Lidl y que, por cierto, han copiado otras cadenas, es la ubicación estratégica de las frutas y verduras. Nada más entrar en la tienda, lo primero que vemos son colores vivos, productos frescos, una especie de oasis saludable que nos da la bienvenida. Esta primera impresión no es inocente: nos hace sentir que estamos tomando decisiones sanas desde el principio.

¿Y qué ocurre después? Que, como si nos hubiéramos ganado un permiso para pecar, somos más propensos a incluir algún que otro capricho al final del recorrido: unas galletas, un chocolate o ese helado que no teníamos pensado comprar. La lógica interna es más emocional que racional: si ya hemos llenado el carro de manzanas y calabacines, ¿qué daño puede hacer un paquete de dulces? Lidl lo sabe, y por eso coloca esos productos tentadores justo al final, cerca de las cajas, cuando estamos más cansados y más predispuestos a premiarnos.

Las etiquetas que confunden (pero venden)

Otro detalle revelador tiene que ver con la manera en que Lidl muestra los precios. Las etiquetas, aunque aparentemente claras, a veces se colocan de forma que inducen a error. Por ejemplo, es frecuente ver un cartel con un precio llamativo justo debajo de un producto, pero en realidad ese precio corresponde a otro artículo colocado al lado. En medio del ajetreo de la compra, con prisas o distracciones, es fácil asumir que el producto que hemos cogido es el que está en oferta, cuando en realidad no lo está.

Esta técnica juega con nuestra percepción visual y nuestra tendencia a asumir sin leer con detalle. Y lo más curioso es que, aunque luego podamos darnos cuenta en la caja, muchas veces no decimos nada. O, si lo hacemos, suele ser demasiado tarde. El objetivo ya está cumplido: hemos comprado algo que quizás no habríamos cogido si el precio real hubiera estado más claro desde el principio.

Con todo lo explicado, lo que nos queda claro, es que que Lidl (al igual que el resto de supermercados) no deja nada al azar. Todo en sus tiendas está pensado para que pasemos más tiempo, nos sintamos cómodos, y sobre todo, compremos más. No es que estén engañando al cliente (al final, cada uno decide qué lleva y qué no), pero sí juegan con herramientas psicológicas que afectan a nuestra manera de comprar.

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