Defienden la privacidad y la libertad personal

Las reticencias de Lagarde al uso del efectivo desatan una ola de críticas de ex banqueros y economistas

Calviño PIB
Christine Lagarde, presidenta del BCE.

Las declaraciones de la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, mostrando sus reticencias al anonimato que supone el uso del dinero en efectivo han desatado una ola de críticas de economistas y de algún ex banquero central, que piensan que la moneda física es una garantía de libertad individual, de privacidad y de seguridad frente al afán de control de los estados y de los gobiernos de turno. En sus declaraciones, Lagarde aseguró que, aunque la privacidad siempre es un valor a preservar, el anonimato que proporciona un uso excesivo del efectivo es un obstáculo para la puesta en marcha de las políticas públicas, podría provocar problemas de seguridad, perjudicar la lucha contra el robo, la lacra del narcotráfico así como la persecución del terrorismo a escala internacional.

Un ex presidente de un banco central que prefiere no identificarse asegura a OKDIARIO que «todos estos argumentos son pretextos para avanzar deliberadamente y sin freno en el control de la sociedad. Con el dinero en efectivo hacemos lo que nos da la gana, no tenemos que dar cuenta a nadie, y esto representa el último espacio de libertad frente al asedio de las nuevas tecnologías, que puede degenerar en una monitorización absoluta de tus finanzas personales, el conocimiento completo de tu vida por parte del Estado, de los organismos públicos o de las entidades financieras, es decir, una intromisión intolerable en tu ámbito de privacidad».

Como se sabe, uno de los proyectos del BCE es la implantación del euro digital que, una vez puesto en marcha, funcionará como el bitcoin o cualquier otra criptomoneda, pero con la diferencia clave de que, a diferencia de aquellas, que están respaldadas por el capital invertido por los propios usuarios y que ahora afrontan una situación crítica, tendría la garantía del banco emisor, y por tanto una seguridad completa. Está prevista la implantación del euro digital y del monedero electrónico correspondiente a lo largo de la próxima década, pero actualmente el proyecto suscita temores de la falta de fiabilidad completa de las redes, así como de la actividad criminal de los eventuales ´hakers’ y de los ataques cibernéticos.

Otro de los problemas de la implantación del euro digital es la dificultad de su uso por las personas mayores, un núcleo de ciudadanos cada vez más alto, así como los usos y costumbres fuera de los núcleos urbanos y en sectores de actividad como la agricultura. De otro lado, el uso del efectivo es muy importante en países destacados como Alemania, donde la mayoría de la opinión pública está frontalmente en contra de la desaparición de la moneda física, dada su experiencia histórica, y desconfía del control estricto y total de las decisiones individuales por parte del Estado. «Si se impide que la gente tome sus opciones sin el conocimiento de los poderes públicos, entramos en el mundo de Orwell», asegura el ex banquero central.

Uno de los economistas que se han mostrado más críticos en su cuenta de Twitter con la desaparición del efectivo es Juan Manuel Zafra, actualmente un alto cargo de la Comunidad de Madrid. En su opinión, el dominio absoluto del euro electrónico equivaldría a teledirigir el consumo de los ciudadanos, hacer que optarán por la compra de determinados productos sin consulta alguna con los comerciantes, y saber al dedillo todo lo que tienes, dónde lo gastas e incluso por qué no lo gastas. «Sería lo más parecido a una pesadilla», asegura.

La idea de la desaparición del efectivo ha sido tradicionalmente bien recibida y promovida por la izquierda radical de Podemos, e incluso por el Partido Socialista que, con motivo de la crisis del Covid, planteó una proposición de ley en este sentido en el Congreso de los Diputados -luego finalmente retirada-. Según otros economistas consultados, un escenario de este tipo podría llevar a una desaparición de los impuestos tal y como los conocemos, de manera que todos los tributos se pagarían en función del nivel de renta de los ciudadanos -incluidos por supuesto los indirectos como el IVA o los Impuestos Especiales, que gravan el consumo de hidrocarburos-.  «Equivaldría a la desaparición del mundo económico civilizado tal y como lo conocemos, que es precisamente lo que quiere la izquierda radical», concluyen.

Las declaraciones de Lagarde han provocado también una masiva respuesta en su contra en Twitter de cientos de ciudadanos anónimos que también consideran que, de ponerse en marcha este proyecto, la libertad estaría todavía más amenazada.

 

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