INVERSIÓN

¡Política ineficiente, España delicuescente!

Pablo Iglesias
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso. (Foto: EFE)

«No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor responde al cambio», Charles Darwin.

Estarán de acuerdo conmigo en que la histeria resulta imposible sin público, ¿verdad? Lo mismo pasa con el pánico, que te entre cuando estás solo es como echarte a reír solo en una habitación vacía, al fin y al cabo es la forma de comunicación más eficaz y rápida, y necesita dicho público.

Pues este último también se repite por el mismo suceso dos veces, y en España se llama; segunda oleada del covid-19. Nuestra sociedad vuelve a alborotarse ante una segunda versión del estado de alarma. Cierto es que las ya vigentes modificaciones con respecto a las restricciones de movilidad demuestran claramente que aquello que nos vendieron allá por marzo fue absurdo e improcedente. Devastar la economía española por enésima vez debería quedar en el paupérrimo legado del actual presidente del gobierno, que escondido tras el miedo social al virus se resigna a reclamar las ayudas europeas como si de agua bendita de mayo se tratara.

Seguramente recordarán a los negacionistas Jair Bolsonaro, Donald Trump y Boris Johnson, acérrimos defensores de proteger la economía por delante de realizar el confinamiento, éste último manifestaba al pueblo británico un duro mensaje que quedará para la posteridad cuando decretó que muchos de nosotros íbamos a perder a nuestros seres queridos y debíamos estar preparados, por aquél entonces me pareció un discurso absolutamente bárbaro en el más estricto sentido de la palabra. Palabras que hoy con algo de distancia, se entienden de otra forma.

Pero ¡ojo! No con ello pretendo premiar la economía a nuestra salud, más bien lo contrario. La economía es el pilar sobre el que se edifica nuestro sistema social y por ende dicha salud. Pero para las libertarias como yo, la mejor manera de combatir la pandemia no es bajo un estado de alarma, es con innovación.

Hay luchas y sacrificios que como seres humanos nos han hecho evolucionar y la historia lo avala, tal vez las formas de Mr. Trump y Bolsonaro no suelen ser las más diplomáticas, pero creo fríamente que en el fondo Johnson tenía razón. Dicho lo cual, ¡a lo hecho, pecho! Ahora que hemos comprobado que el confinamiento total sirve para contener el virus 3 meses, entendemos las palabras del prime minister neoyorkino.

Sin embargo, actualmente nos encontramos en un punto muy distinto en el cual la comunidad científica ya posee grandes avances, y es muy probable que en 6 meses tengamos tanta información del covid-19 como queramos, y aunque los contagios nos recuerden el desastre de marzo, la contención de la gravedad es si más no esperanzadora. Con la vacuna encima de la mesa y acertados tratamientos, la letalidad del virus seguirá en descenso, pero a nadie se le escapa que este maldito virus ha venido para quedarse, igual que lo hizo el sarampión o la gripe. Y así ha evolucionado la especie humana a lo largo de la historia, adaptándose al medio tal y como nos enseñaron las teorías darwinianas.

Es la adaptación al medio y no una vacuna, lo que marcará el camino hacia nuestra victoria sobre un virus que cuanto antes lo asumamos y entendamos, antes venceremos sanitaria y económicamente.

Hay tres factores clave para vencer al covid-19: la higiene (lavado de manos y mascarilla), la distancia social y la ventilación de los espacios cerrados y en ninguno de ellos se ampara el estado de alarma. Es evidente que el confinamiento traerá consigo graves trastornos psicológicos para las personas y un daño enorme para las economías, permítanme si digo que «a la desesperada» de última hora tal vez sea eficaz, pero todos sabemos que matar moscas a cañonazos no es una opción válida en ningún caso.

El actual Gobierno debe flexibilizar las medidas por zonas, y tal vez considerar un toque de queda para los adolescentes ya que todos somos conocedores del peligro que de sus convites callejeros se deriva… y quizás de tal modo no amordazar a nuestra hostelería ya que ello destruye tejido empresarial y por ende riqueza. Esta semana es especialmente relevante puesto que aparte del show en el que siempre se convierten las elecciones americanas, las cuales analizaré la próxima semana, nos llega la presentación de resultados del tercer trimestre así como los datos del Producto Interior Bruto (PIB) que nos otorgarán mucha de la información de lo que trato de explicarles.

Por un lado, aquellas compañías que vieron un atisbo de valle en sus cuentas en el segundo trimestre, deberían mejorar sustancialmente sus datos tras un trimestre de parón total económico y tiempo suficiente como para notar resultados en cuanto a la implementación de las medidas. Las empresas privadas incentivadas en cuadrar sus cuentas, se las habrán ya ingeniado para mantener los costes a raya, mejorando la eficiencia financiera de las mismas en busca de la más absoluta supervivencia, lo cual se antoja un efecto notorio.

Por otro lado, los datos del PIB deberían mejorar sustancialmente puesto que de un trimestre a otro el mero hecho de pasar de un parón total a cierta reactivación, llevará consigo una presentación de datos desastrosa en general pero a su vez en clara mejoría si lo comparamos con el trimestre anterior. Sin embargo, lo más destacable de todo ello es la disparidad en el comportamiento de la renta variable.

España es un país rico y diverso, pero posee un Estado ineficiente, y no porque lo espete yo; ¡a los datos me remito!

En España, los mercados nos han mostrado un rebote irrisorio en el segundo trimestre del año y un letargo lateral que deja a la Bolsa y en cierto modo a la economía con forma de «L», que no de «V» lo cual es poco o nada alentador, pero eso sí señores para el resto de mercados europeos tenemos la tan anhelada recuperación en «V», sarcástico cuanto menos.

El detrimento de la falta de medidas en pro de ayudar a autónomos y pymes, así como la amenaza en cuanto a un debate absurdo y estéril sobre medidas comunistas, no solamente ha hundido nuestra economía doméstica sino que ha ahuyentado a inversores internacionales. Aquellos fondos de inversión en renta variable que hace poco menos de una década presumían de tener bajo mandato de gestión más de 1.000 millones de euros, gestionan actualmente menos de 100 millones de euros. Esto explica en parte la grandísima depresión en la que está sumido nuestro mercado, ¡toda una pena! Ya que con el tiempo deberíamos ser testigos de una corriente de movimientos corporativos que alejan del capital español a las grandes compañías que coticen en cualquiera de nuestros mercados.

No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor responde al cambio. Y las economías, entendidas como la suma de iniciativas privadas encuadradas dentro de un marco legal que compone un determinado Estado, no son más que un reflejo entre las ganas y las frustraciones de las personas que componen una colectividad. Y entre afán y chascazos queda más que claro que los extranjeros no confían en nuestra capacidad de sobreponernos a un Gobierno definido claramente como incapaz e ideológicamente peligroso, dentro de un marco de descontento que frena en seco la capacidad de nuestros emprendedores de seguir adelante en busca de oportunidades.

No caigamos en la tentación de librar guerras ideológicas en un entorno en el que el principal problema es la propia composición de nuestro modelo social y en este sentido, haciendo uso de las tesis darwinianas, lo único que importa es sobrevivir para adaptarse al cambio sanitario, político-social y económico, para de tal modo no volver a tener más miedo de su miedo inoperante.

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