Opinión

Pakistán e India en guerra

Pakistán, India, guerra

India ha lanzado una operación militar anti terrorista, tras varias semanas de tensión geopolítica, avisos y amenazas, escalada de retórica entre India y Pakistán siguiendo el cruel y brutal atentado terrorista del 22 de abril que ha encendido a la población de India, atribuido al «grupo de los puros» islamista sunita en la estación de montaña Pahalgam, en la turística Cachemira india, que acabó con disparos a quemarropa y en la cabeza con la vida de 25 ciudadanos de la India y un nepalí delante de sus familias, incluidos soldados indios.

Las víctimas fueron seleccionadas por su religión. El ejército de la India puso en marcha la operación «Sindoor» cuya primera fase ha consistido en el lanzamiento de 24 misiles de largo alcance en 25 minutos de forma quirúrgica y el bombardeo de la aviación, mesurada y no escalatoria, proporcionadas y responsables, según el secretario de Exteriores de la India, contra nueve objetivos terroristas en Cachemira, Jammu y Pakistán. Ha sido la incursión más profunda de la aviación de la India en suelo paquistaní desde el año 1971.

Cachemira es la región en disputa más militarizada del mundo con más de 500.000 soldados desplegados en su territorio y los 740 km de su línea de control fronteriza fortificada (LoC).

El atentado que ha originado el conflicto actual coincidió en el tiempo con la visita oficial del vicepresidente americano Vance acompañado de su mujer de origen indio y religión hindú. Con respecto al nombre elegido para la operación contra terrorista «Sindoor» es la denominación que representa el polvo rojo de las viudas hindúes de las víctimas del atentado señalando el origen cierto de la represalia.

Desde esa fecha la India había desplegado portaviones, submarinos nucleares y misiles en el mar Arábigo. Recientemente India había prohibido la entrada de barcos paquistanies en sus puertos y suspendido todas las importaciones procedentes de Pakistán.

Se han bombardeado mezquitas, la de Bahawalpur, madrasas e instalaciones, principalmente en la Cachemira pakistaní, Muzaffarabad y Kotli, que las organizaciones Lashkar-e-Taiba y Jaish-e-Mohammed utilizaban como fachadas de su infraestructura terrorista, bajo la asociación salafista sunita captadora de fondos «Sociedad del Proselitismo», evitando afectar a las instalaciones militares pakistaníes pese al apoyo que reciben los terroristas del gobierno, política de doble contención,  en palabras de las autoridades de la India.

Las fuerzas armadas de Pakistán son muy profesionales y están muy bien equipadas, pero tienen un problema de infiltración de islamistas radicalizados.

El gobierno de Pakistán por su parte, a través de su primer ministro Shehbaz Sharif ha hecho público un comunicado sobre el «cobarde ataque» y el derribo en defensa del territorio de tres cazas de combate uno de ellos el moderno rafale, sin confirmar, de la aviación de la india utilizando armamento y tecnología de origen chino, así como para anunciar medidas de represalia.

El espacio aéreo en Lahore y Karachi está cerrado y la tensión y la crisis va en aumento en un escenario regional frágil. El ministro de defensa paquistani, Khawaja Asif, afirma que está listo para poner fin al conflicto, si India acepta detener cualquier nueva acción militar ofensiva contra su País. También ha afirmado estar preparado para una escalada bélica.

Ambos países son importantes potencias nucleares, 170 ojivas nucleares de Pakistán frente a 172 de la India según SIPRI, con grandes ejércitos y están en alerta máxima como los principales protagonistas de un gran polvorín geopolítico de alcance global.

Un tablero incierto en el que además China es el proveedor del 81% del armamento pakistaní desde 2020 y mantiene disputas territoriales con India sobre el Valle de Galwan desde 2020. China explota desde 2016 el puerto de Gwadar, en una ubicación estratégica para el comercio, controlando el tráfico por el Indico y la salida al Golfo Pérsico, siendo el principal inversor en Pakistán.

Tiene además un acuerdo para reforzar el aeropuerto de Kiwani para utilizarlo como base militar, así como un corredor interior hacia el Indico. Pakistán en el pasado fue un aliado de los EEUU.

EEUU tiene hoy a la India como su aliado junto a Japón y Australia en la zona y debería dejarla al margen de su despliegue arancelario. La comunidad internacional carece de capacidad real para forzar las negociaciones rápidas, en un escenario donde ya se reportan movimientos masivos de tropas y desplazamientos de población.

El secretario de estado americano, Marcos Rubio, enfatizó la importancia de mantener la comunicación abierta para evitar un conflicto más amplio. Turquía y Rusia han instado a ambas potencias a mantener el sentido común.

Pakistán e India se han enfrentado militarmente en 5 ocasiones entre 1947 y 1999. Los desencuentros e incidentes similares entre India y Pakistán por la región de Cachemira, conflicto simbólico clave, con su línea de control (LoC) considerada como frontera, vienen de lejos, recientemente ha habido conflicto bélico en 2016 y 2019, y se producen desde la partición realizada por el Imperio Británico en 1947 y que siempre se ha definido como cierre en falso del proceso de independencia.

Se trata de un conflicto congelado con pocas posibilidades de solución. Pakistán había revocado el Acuerdo de Simla de 1972 que establecía la voluntad de resolver las disputas mediante medios pacíficos y negociaciones bilaterales.

En paralelo y en el plano de la geo economía, India ha suspendido el pasado 23 de abril el tratado de Aguas del rio Indo poniendo encima de la mesa la posibilidad de restringir el flujo del agua en ríos que son vitales para la economía y agricultura de Pakistán.

Ha cerrado algunas compuertas clave. El conflicto por el agua del río himalayo Indo es una disputa de larga duración centrada en el uso y distribución de los recursos hídricos del sistema del río Indo, regulada principalmente por el Tratado de las Aguas del Indo (Indus Waters Treaty, IWT) firmado en el año 1960 con la mediación del Banco Mundial. Una suspensión que el gobierno de Pakistán ha descrito como una clara provocación y un «acto de guerra». India tiene en sus manos una potente arma geopolítica que va a condicionar el desarrollo del posible conflicto.

Este tratado asigna el control de los 3 ríos orientales (Ravi, Beas y Sutlej) a India y los 3 occidentales (Indo, Jhelum y Chenab) a Pakistán, con ciertas limitaciones para India en el uso de estos últimos, como restricciones en la construcción de embalses que alteren el flujo hacia Pakistán, dado que depende de estos ríos para su agricultura representando un 80% de su irrigación clave para el 90% de la producción agrícola y un tercio de la energía hidroeléctrica generada en todo el país.

India controla el 20% del agua del sistema del Indo (los tres ríos orientales), mientras que Pakistán controla el 80% (tres ríos occidentales). De acuerdo con el tratado, que ya cumplía 65 años, la India puede usar los ríos occidentales para fines no consuntivos como generación hidroeléctrica y agricultura limitada, pero no podía construir ninguna infraestructura que restrinja significativamente el flujo hacia Pakistán.

Baste recordar que, en el año 1948, India detuvo temporalmente el flujo de agua hacia los canales que abastecían Pakistán, generando temores sobre la seguridad hídrica del país y desencadenando negociaciones que culminaron en el citado tratado, IWT.

Desde la ruptura del acuerdo, India ya no comparte datos de alerta de posibles inundaciones ni información sobre las posibles infraestructuras hídricas a construir, presas y canales. India tiene un plan a ejecutar entre 5 y 11 años para construir las presas de Kishanganga y Pakal Dul que podrían transformar actuales áreas fértiles de Pakistán en áreas desérticas inhabitables creando inestabilidad social y produciendo una crisis medioambiental importante.

Para añadir complejidad, China controla el Alto Indo y ha apoyado a Pakistán bloqueando afluentes. Es cierto que el margen de desvío de aguas a corto plazo es muy limitado, pero el solo anuncio de la medida ha producido mucha intranquilidad desestabilizadora en la sociedad pakistaní por sus implicaciones en la agricultura que supone el 24% de su producto interior bruto empleando al 37% de la población y en el coste del futuro suministro de energía.

Un golpe certero a una economía débil que está cercada por una abultada deuda pública que representa un 80% de su Producto Interior Bruto (PIB) y una elevada inflación acumulada que en mayo de 2023 llegó al 38% aunque los últimos meses parecía más controlada.

Una trinidad de efectos letales contra la vulnerabilidad de Pakistán, que amenaza al corazón agrícola, a la estabilidad económica y a la cohesión social dado que estos ríos hacen fértiles las planicies de Punjab y Sindh, que producen el 85% del alimento de Pakistán y que necesitan la información que ahora no tienen sobre flujos de agua para planificar la producción. Los agricultores de forma estresada ya están tomando decisiones arriesgadas sobre el momento de plantar o cosechar lo que afectará a la producción futura. Lo hacen ante las sospechas de que este desencuentro y falta de información se alargará en el tiempo.

Por otra parte, el conflicto bélico de cronificarse afectaría a la economía de India, mediante la salida relevante de capital, la caída de la bolsa, un mayor riesgo país y una rupia más débil. Las espadas están en alto con efectos negativos para todos sin la certidumbre de recomponer la paz, una paz que para que sea duradera debe llevar acuerdos en la lucha anti terrorista de los grupos infiltrados en la sociedad de Pakistán.

Tempus pacis Semper prodest civibus

José Luis Moreno, economista ha sido director de Economía en la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de Madrid. Analista económico y empresarial.

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