Fusión CaixaBank-Bankia

Iglesias tendrá que renunciar a sus principios sobre la banca pública para seguir en el gobierno

El vicepresidente del Gobierno ya no da la batalla con la exigencia de renacionalizar Bankia y echar a Goirigolzarri con la que se plantó en las elecciones hace solo diez meses. Su reacción este viernes ha demostrado que tragará sin muchos aspavientos una vez más con lo que le imponga Nadia Calviño.

Pablo Iglesias
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, con su 'tramabus' frente a la sede de Bankia. (Foto: TW)

Pablo Iglesias ya no quiere una banca pública. No entra en sus planes dar la batalla por ella si eso supone la más mínima fricción con el Gobierno. El vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 es consciente de que su única supervivencia política pasa por seguir acudiendo cada martes al Consejo de Ministros. Y acepta su nueva derrota frente a la vicepresidenta y ministra de Economía Nadia Calviño con el pragmatismo de un padre de familia que tiene que pagar la hipoteca y sabe que de ello depende de seguir cobrando su nómina pública.

No hace ni diez meses que tomar el control de Bankia y echar a José Ignacio Goirigolzarri eran líneas rojas para Iglesias, como mostró en el programa electoral de Podemos para las elecciones del 10 de noviembre pasado, donde se mencionaba expresamente la destitución «con carácter inmediato» de ‘Goiri’.

Sin embargo, este mismo viernes, tras conocerse la operación adelantada en primicia por OKDIARIO, de que Caixabank y Bankia se fusionarán y que el banco público, lejos de ser controlado por el Estado, pasará a serlo por los gestores del banco catalán, la respuesta de Iglesias ha sido tan tibia que casi ni se ha oído.

En Twitter, el vicepresidente no ha hecho ninguna mención a Bankia y se ha limitado a retuitear unas declaraciones muy suaves de su delegado económico, Nacho Álvarez, donde decía que la fusión «era una noticia preocupante para la economía española».

En Facebook, donde Podemos tiene 1,3 millones de seguidores, ni una sola mención al tema. Nadie diría que Iglesias y su equipo hicieron durante meses de Bankia el caballo de batalla para tratar de denunciar las supuestas injusticias del sistema financiero.

Ex Podemos sí lo critican

De hecho, para ver la suavidad con la que Iglesias y su entorno tratan una operación de la que no fueron informados ni tampoco se les pidió permiso, basta ver cómo han enfocado la misma operación sus antiguos socios anticapitalistas, gente como Teresa Rodríguez, la líder de la extrema izquierda en Andalucía.

«Es un despropósito que ahora Bankia se vaya a manos privadas tras ser rescatada y saneada por el Estado», dijo la anticapitalista, que rompió con Podemos hace tiempo al no estar de acuerdo con Pablo Iglesias.

Incluso Íñigo Errejón, que pasaba por ser la parte moderada del Podemos al que Pablo Iglesias echó del partido por compartir postulados demasiado moderados, fue mucho más agresivo con el acuerdo de Bankia, demostrando que él al menos no tiene nada que perder y puede criticar la operación sin temer por su cabeza ya que su carrera política ya está situada en la inanidad, aunque una inanidad muy bien retribuida con un sueldo de 107.000 euros debido a que es presidente de la Comisión Anticorrupción y portavoz en el Congreso.

Pierde ante Calviño

Lejos quedan los días en los que el vicepresidente del Gobierno sacaba a pasear el ‘tramabús’ por las calles de España y se paraba junto a la sede de Bankia en la Plaza de Castilla de Madrid para sacar rédito político de la caída del banco heredero de las cajas de ahorro -Caja Madrid y Bancaja principalmente- que tuvo que ser rescatado con 23.000 millones de dinero público en el año 2012.

En aquellos momentos Iglesias usaba el caso Bankia y su desastre de gestión previo a 2012 como trampolín político para capitalizar el enfado de la ciudadanía con esta operación pésima para las cuentas públicas. Sin embargo, ahora el vicepresidente pierde de nuevo ante Calviño, como ocurrió con la reforma laboral, que Podemos pactó con el PSOE en el Congreso y con EH Bildu para eliminar íntegramente, pero que la gallega y ex funcionaria de rango en Bruselas planteó como una auténtica línea roja, llegando incluso a poner la continuidad de la reforma laboral del PP como condición para su propia continuidad en el Gobierno.

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