Molina, cantera que restaura la catedral de Murcia: «Puedo apreciar cada detalle que trabajaron los canteros hace 300 años»
María Reyes Molina (Lorca, 1979) es la cantera del equipo de Orthem que trabaja en la restauración del imafronte de la Catedral de Murcia y es, además, una de las pocas mujeres que se dedican a este oficio en España, ha explicado que comenta con satisfacción que «desde aquí puedo apreciar cada detalle que trabajaron los canteros hace 300 años».
Y es que cada detalle que cincela en la piedra, señala, es una conversación con la historia y una contribución a su legado, asegurándose de que su belleza y significado perduren por siglos más. «Trabajar en el imafronte de la Catedral de Murcia es como ser parte de un diálogo continuo con los maestros canteros del pasado», dice María Reyes Molina. Ella es una de las pocas mujeres en España que se dedican a la cantería, un oficio ya de por sí en vías de extinción.
Orthem la incluyó en el equipo multidisciplinar de más de 50 profesionales que, siguiendo el proyecto de Lavila Arquitectos, con Juan de Dios de la Hoz al frente, se dedica desde el pasado mes de octubre a la restauración de uno de los iconos del barroco universal: el imafronte de la Catedral de Murcia.
Su experiencia en la restauración del patrimonio cultural español la avala. El amor por el trabajo artesanal que su abuela le inculcó de pequeña, la llevó años después a dedicarse a un oficio, que, en sus palabras, «es una combinación de albañilería y restauración».
Comenzó desde bien joven en un taller y se curtió en la cantería tras los terremotos de Lorca, que en 2011 afectaron gravemente a gran parte del patrimonio histórico y cultural de la ciudad. También ha trabajado en edificios emblemáticos como el de Correos de la Puerta del Sol de Madrid; el Castillo de Belmonte, en Cuenca; o en el Parque de las Adoratrices de Guadalajara.
«Cada día, subo a los andamios y me enfrento a la majestuosidad de este edificio. Aquí, a más de cincuenta metros de altura, donde los detalles se vuelven invisibles para los ojos desde abajo, me doy cuenta de la importancia de cada milímetro esculpido y puedo admirar de cerca el minucioso trabajo de los artesanos medievales que tallaron estas mismas piedras hace siglos y de los profesionales que las colocaron en su lugar en unas condiciones muy diferentes a las de hoy, jugándose la vida», afirma Molina.
Su trabajo no es solo técnica; es un arte que requiere paciencia, precisión y una pasión inquebrantable. A diario, enfrenta los desafíos del clima y la altura, pero la recompensa de ver cómo una pieza deteriorada recupera su antiguo esplendor «hace que cada esfuerzo valga la pena».
Para llevarlo a cabo con el máximo respeto al monumento original, María Reyes Molina cuenta con el trabajo previo del equipo que redactó el proyecto de restauración. Geólogos, químicos e historiadores llevaron a cabo una exhaustiva investigación para localizar las canteras históricas que se emplearon en la construcción de la fachada y que Jaime Bort eligió cuidadosamente para resaltar la policromía del imafronte.
Poder trabajar con piedra de similares características a la que eligió el propio Bort y que trabajaron canteros y restauradores hace 300 años «es una suerte enorme y un privilegio», enfatiza.
Molina explica que la restauración «ha de ser quirúrgica y se ha de intervenir lo imprescindible». Por tanto, «aunque en algunos casos la intervención ha de ser mayor y se han de añadir pequeños detalles arquitectónicos y esculturales que faltan, en la medida de lo posible recolocando la pieza original, en muchos casos simplemente hay que retirar el mortero que puede provocar alteraciones en la fachada y después consolidar la piedra y los elementos que podían estar disgregados», detalla Molina.
Así, uno de los trabajos que ya ha llevado a cabo Molina es la restitución de pequeñas piezas de los jarrones que decoran las esquinas del imafronte o parte de la pierna de un ángel. Una labor que asegurará que todos estos elementos puedan admirarse durante muchos años más.
Es un trabajo de precisión y dedicación, donde cada detalle cuenta y donde el amor por la historia y la artesanía se encuentra en cada golpe de cincel. «Es un privilegio enorme poder contribuir a la preservación de la Catedral de Murcia, sabiendo que mi labor ayuda a mantener viva una parte esencial de nuestra historia y de nuestra cultura y que muchas generaciones después de la mía podrán admirar este gran retablo en piedra».