Rosberg es el jeque; Vandoorne, el ‘jequecito’

Rosberg por delante de un Hamilton que se toca con Bottas (Getty)
Rosberg por delante de un Hamilton que se toca con Bottas (Getty)
Ignacio L. Albero

La oscuridad se iba abriendo paso con las luces ocres todavía centelleando en el cielo de las mil y una noches. Georgie Dann asomaba su espíritu en el motor de Sebastian Vettel. Barbacoa en la vuelta de formación y Arrivabene con cara de no tener cigarrillos en la pitillera. La imagen, siempre impactante, del humo denso en una fumata blanca que marcaba el inicio de la locura.

La salida, con un hueco desierto, se quedaba huérfana de una mancha roja. Rosberg embragó mejor que el resto, Hamilton se quedó rezagado y Raikkonen se olvidó de salir. Lo de Ferrari era digno de película de Berlanga. La primera curva fue Gabanna a las 3 de la mañana: todos juntos y revueltos. Bottas entró tarde en el garito y se llevó a Lewis Hamilton por delante. Le costó un drive-throug  y al 44 entrar antes de tiempo. En la vuelta 10 ya era tercero. Cómo enamorarse en el instituto: fácil.

Sainz se daba de codazos con todos, especialmente con Verstappen, y el puñetazo se lo propinó Checo en su rueda trasera. Pinchazo y vuelta a empezar. Neumático medio y a rezar por un safety car. Nunca llegó y terminó abandonando. El destino cruel que persiguió a su progenitor parece, en ocasiones, que le acompaña. 

Los McLaren buscaban el top 10 y Button se colaba en él…hasta que se paró la máquina. Causas todavía desconocidas pero huele a podrido en Japón. La cámara enfocaba a Fernando Alonso que cerraba los ojos como al que le llega una carta de Hacienda. Vandoorne tenía que abrirlos para seguir dando golpes a la puerta de Ron Dennis.

Ver trazar al belga era en ocasiones como contemplar la capilla sixtina: una maravilla. El chasis de Prodromou se agarraba a la arena del desierto como el que abraza a su novia en una despedida. Stoffel estrujaba todos los apéndices del MP4-31 que pasaba a los Force India de motor Mercedes  sacando la mejor de las sonrisas en los mecánicos de Honda. Bien podría haber sonado por su radio un ‘qué no estamos tan mal, eh’ del culé Laporta. En la vuelta 25 era séptimo.

Gunter Steiner se reía en el muro. Sus Ferrari disfrazados de Haas estaban en la zona noble peleando con todos. Grosjean olía el podio que marcaba un Lewis Hamilton al que esta vez ni la estrategia le iba a permitir mandar la bola fue del estadio. La victoria era un argumento irrebatible de Nico Rosberg. Nadie iba a quitársela salvo un error de cálculo.

Rosberg gana; los niños y Haas brillan

La partida de ajedrez en el pit lane era digna de un Karpov-Kasparov. Las estrategias iban y venían dejando algo claro: la F1 acertó dando más libertad en la elección de las gomas. Entender lo que cada uno quería hacer era como hacer una raíz quinta en estado ebrio. Así las cosas, Rosberg y Raikkonen optaban por hacer tándem de examen en la Universidad: a copiar.

Ninguno se atrevía a improvisar o hacer un paso de free stlye. Control C + Control V para que en la vuelta 44 todo siguiera igual que en la 10: Rosberg, Raikkonen y Hamilton. Vandoorne brillaba con la que hace uno mucho era una tartana mamarracha. El McLaren se hacía un hueco en el top 10 a base de ritmo, y no precisamente el de Mystic. A Vettel todo esto le daba igual y abandonaba el circuito con su compañero en posición de hacerse por la victoria. Como un niño cuando pierde en las pistas del parque y se lleva el balón con él. Mira que si lo hace el que debería haberse retirado.

En la carrera flotaron las hormonas de los tres niños: Vandoorne, Wehrlein y Verstappen. De sus manos salió bastante de lo mejor de este gran premio. El de Manor porque peleó con todos y llegó a rodar en los puntos; Verstappen porque fue sexto, en la que es su tercera mejor posición en la F1; y Vandoorne en su estreno, con el McLaren-Honda llegó a rodar séptimo y, finalmente, fue décimo. En los puntos y con ritmo para adelantar hasta a los Williams. El Haas de Grosjean fue quinto, confirmando que el Ferrari de publicidad americana vuela.

Nico Rosberg sacó el puño a la cámara mientras los fuegos artificiales reinaban en Sakhir. El jeque fue el alemán, a pesar del look pre-carrera de Lewis Hamilton. El extravagante 44 fue tercero; Raikkonen, segundo. Kimi lo celebró como el que termina una carrera octavo: sin más. Pero eso, ya saben, no es novedad. La innovación fue ver a Vandoorne con su McLaren-Honda en los puntos. Porque si Rosberg fue el jeque, Stoffel, visto lo visto en 2015, fue el jequecito.

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