Manita y siesta


Primero al paso, luego al trote y a ratos al galope. Así goleó el Real Madrid a Osasuna en un partido que los blancos encarrilaron por la vía rápida con un gol de Cristiano Ronaldo, que volvía a vestirse de blanco 126 días después. Luego los blancos se dedicaron a dosificar y acelerar, según lo pedía el partido. Pero una cosa quedó clara por encima de todo: que este Madrid cuando quiere es un rodillo.
Rotaba Zizou. Y rotaba mucho. Consciente de que la guerra por los títulos va a ser de desgaste, el técnico madridista había dejado fuera de la convocatoria a Marcelo, Casemiro y James, pero también se guardaba en el banquillo a Carvajal, Varane, Asensio o Benzema. Pero no se crean ustedes que el once del Real Madrid no era de quitar el hipo, porque se equivocarían.
Casilla volvía a guardar la meta, con Danilo y Nacho en los costados y Pepe y Ramos como pareja de centrales, que llevan ya más años juntos que Pimpinela. Por delante Kroos ejercía de Casemiro, con la dupla de croatas (Kovacic y Modric) por delante. Y arriba, dos tercios de la BBC. Jugaba Bale y regresaba el esperadísimo Cristiano Ronaldo. Les acompañaba Morata, que se ha ganado la camiseta del 9 titular y ahora será Benzema quien tenga que apretar para quitarle de ahí.
El partido empezó con un susto para Zidane porque Modric sufrió un resbalón que le dejó espatarrado como si fuera Simon Biles y el croata se echó la mano al abductor y a la espalda y empezó a jugar cojeando. Osasuna salió al Bernabéu igual que Arguiñano a sus programas: con desparpajo y descaro. Pero su primer despiste fue letal para los rojillos. Danilo vio el desmarque de Bale por la derecha –en posición dudosilla–, se la puso a la carrera del galés, que aceleró como un bólido y asistió a Cristiano Ronaldo, que marcó a placer en el segundo palo.
El Real Madrid, como tantas veces, encontraba el gol antes que el juego. Y entonces los de Zidane se desataron. Una contra comandada por Kroos y Danilo a la salida de un córner de Osasuna murió en los pies de Morata, cuyo remate a bocajarro lo desvió Nauzet. El duelo estaba encarrilado para los blancos, pero aún quedaba mucho partido que cortar.
La ley del fútbol
A los 20 minutos un disparo primoroso de Bale lo sacó Nauzet a córner y desde la esquina llegó un cabezazo de Sergio Ramos que lamió el poste izquierdo de la meta de Osasuna. Kovacic, efusivo y ubicuo, empezaba a manejar a su antojo el centro del campo. Pero el juego tenía un ritmo sesteante, con el Real Madrid sitiéndose cómodo y superior al ralentí.
Osasuna jugaba con un punto de comodidad, como Homer Simpson en su sillón, pero también le faltaba una pizca de talento para acabar las jugadas. El Real Madrid, definitivamente, había activado el modo ahorro de energía. Los blancos empezaban a hacer el faquir y estuvieron a punto de quemarse en el 38 con un cabezazo de Unai García a pase de Oier que se estrelló contra el travesaño de Kiko Casilla.
Pero en el fútbol hay una ley más vieja que María Teresa Campos: el que perdona, pierde. Y eso le pasó a Osasuna, que vio cómo en el minuto 40 una delicatessen de Cristiano, favorecida por un mal despeje de Nauzet, acabó en los pies de Danilo, que no perdonó y firmó el segundo. Partido encarrilado y casi pasaportado antes de llegar al descanso. Y pudo hacer el tercero Bale un par de minutos después, pero el meta osasunista lo evitó con una salida valiente en la que compró muchos boletos para hacer penalti.
Sí lo cerraría Sergio Ramos con el tiempo cumplido al cabecear a la red una asistencia de córner de Toni Kroos, que tiene un taco de billar en el pie derecho. Colorín, colorado, partido finiquitado. El segundo tiempo empezaba sin suspense y con el Real Madrid pensando ya en el compromiso de Champions del próximo miércoles. Osasuna tuvo un arranque de vergüenza torera e intentó, con más ímpetu que fútbol, maquillar un poco el marcador.
El tiralíneas de Kroos
Kovacic y Morata desperdiciaron una doble ocasión en el 49 en boca de gol. Era la inercia propia de la superioridad del Real Madrid. No lo hizo Pepe, que firmaría el cuarto, de nuevo a la salida de un córner botado por el tiralíneas de Toni Kroos. El Real Madrid volvía a desmelenarse con un Kovacic onmipresente y con Cristiano y Bale locos por la música.
En el 60 llegó el quinto que, como en los toros, no fue malo. Vino después de una jugada coral entre Kovacic, Morata y Modric. El genio croata recibió la pelota en la frontal, dribló a un rival y la puso lejos del alcance de Nauzet. Zidane le premió dándole un merecido descanso. Los blancos habían pasado del modo ahorro de energía al modo rodillo.
Respondió rápido Osasuna en el 63, con un Riera que hacía el gol de la hora después de un gran cabezazo picado. El duelo era ya un amistoso en toda regla. Zidane daba descanso a Cristiano Ronaldo y a Modric y metía en su lugar a Benzema y a Marco Asensio. El Madrid sesteó un poco y Ramos cometió penalti en el 71 sobre Jaime Romero. La pena máxima la paró Casilla para alegría de la parroquia madridista.
Zidane también protegió a Bale y metió a Lucas Vázquez, que fue protagonista de una acción que Benzema estrelló contra el larguero. Eran los minutos de la basura, con un Madrid que dosificaba y un Osasuna que iba en busca del segundo como Bárcenas ante el juez: sin nada que perder. Y lo consiguió en el 77 con un remate de cabeza de espaldas de Unai García, que le salió una parábola y un golazo.
Apretó algo el Madrid en los últimos minutos y Kroos tuvo su golito, pero su disparo rozó el palo izquierdo de Nauzet. El duelo estaba acabado, pero los dos goles rojillos después de la manita habían dejado en el Bernabéu la sensación de que su equipo se había echado la siesta en los últimos 20 minutos. Y el Bernabéu, queridos amigos, siempre tiene razón.