INGLATERRA 2-2 ESPAÑA

España apela al espíritu del Madrid

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Los jugadores de España celebran el 2-2. (Getty)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

España se encogió en Wembley y perpetró un partido desastroso. Al menos durante 88 minutos. El naufragio general del equipo español recordó por momentos a aquel duelo ante Holanda en el Mundial de Brasil donde comenzó la disolución de un equipo histórico e irrepetible. El naufragio, por cierto, empezó por el seleccionador, que quiso jugar a ser inventor como si estuviera en El Horminguero, y se quedó con el culo al aire. Insisto: fue un naufragio que duró 88 minutos.

Perdía 2-0 España y bien perdido y en el 88 apareció Iago Aspas para marcar un golazo que maquillaba el resultado. No quedaba mucho tiempo, pero el gol metió a los jugadores de La Roja la adrenalina que no habían tenido antes. Empujaron y encerraron a Inglaterra en el área y así, a la épica, apelando al espíritu del Real Madrid, llegó el 2-2 en una conexión precisamente entre madridistas: Carvajal a Isco y el malagueño igualaba el duelo. Los jugadores de Lopetegui, conscientes de la que se les venía encima por su pésimo partido, celebraron el gol como si valiera un Mundial.

Lopetegui ponía un equipo como los sandwichs: mixto. Entraban suplentes habituales como Pepe Reina, Iñigo Martínez, Azpilicueta, Mata o Aduriz, mientras que se mantenían algunos intocables como Carvajal, Busquets, Thiago, Silva o Vitolo. Arriba Aduriz buscaba ser la horma del zapato de una defensa inglesa acostumbrada al juego aéreo.

Molaba Wembley aunque fuera para un partido de mentirijillas. Vardy saludó el duelo con una entrada salvajeescalofrrriaaaante, que diría Pedro Piqueras– que habría sido dura para una película de Van Damme. Salió ileso Azpilicueta porque los futbolistas también tienen ángel de la guardia. Eran minutos de tanteo con dos propuestas antagónicas: España era el PP, posesión tranquila y paciencia. Inglaterra, Podemos: agresividad, dureza y algún pelotazo que otro como el de Ramón Espinar con su VPO.

Del barullo sacó petróleo Inglaterra. Y del invento que quiso hacer Lopetegui con una defensa con tres centrales –Nacho, Iñigo Martínez y Azpilicueta– y Carvajal y Vitolo de falsos laterales. El lío empezó con un balón cruzado a la espalda a Iñigo Martínez. El central se comió el pase y demostró que, a falta de Ramos y Piqué, España no tiene defensa. Vardy, el mismo que debía haber sido expulsado dos minutos antes, se vio venir la cantada y porfió en el desmarque, así que se plantó delante de Pepe Reina, que no tuvo más remedio que hacerle un penalti tan claro, tan claro que se lo habrían pitado a favor hasta al Madrid. Lo marcó Lallana para delirio de Wembley.

Respondió España al cuarto de hora, tras una buena maniobra por banda de Mata, que filtró un pase a Vitolo. Su disparo lamió el poste derecho de Hart. No estaba mal el partido (demasiado bien tampoco), aunque Inglaterra estaba cómoda regalándole el balón a los nuestros y buscando el fútbol directo con tres hombres rápidos arriba. Poco más de 25 minutos duró el experimento de Lopetegui, que corrigió su cagada inicial, recuperó la cordura y volvió a la defensa de cuatro: Carvajal y Azpilicueta en los laterales, con Nacho e Iñigo Martínez de centrales.

Naufragio general

Pasaban los minutos y, como el endocrino de Paquirrín, no ganábamos para disgustos. Iñigo Martínez se había convertido en el delantero más peligroso de Inglaterra, cantada a cantada, hasta completar una de las peores actuaciones de su vida. El partido era más espectacular por sus entradas que por su fútbol. Aunque no todo era culpa del pobre central de la Real. Busquets seguía como el PSOE: descosido y en la peor crisis de su vida. Thiago y Silva invisibles, Mata intrascendente y Aduriz inédito. Sólo Nacho aguantaba el tipo e iba limpiando lo que sus compañeros ensuciaban.

Todo el peligro era de Inglaterra, con su fútbol ochentero, tosco y directo. Cualquier balón largo, cualquier incursión por banda, cualquiera pelota parada disparaba las pulsaciones de Lopetegui en el banquillo de España. Ni rastro de España, encogida, acomplejada, irreconocible ante un rival que presentó su tarjeta de visita desde el primer minuto. Nos ganaban y nos pegaban.

En el descanso salieron Iago Aspas y Koke, a ver si solucionaban el desaguisado. Pero Iñigo Martínez seguía en su partido de los horrores y sólo la solvencia de Nacho evitaba otro tanto de los ingleses justo al empezar la reanudación. Le salvó el culito una vez, pero no pudo a la segunda. Fue un centro de Henderson tras una pérdida intolerable de Thiago. En el área apareció Vardy, el central de la Real no le vio y así cayó el segundo.

España era un desastre de proporciones bíblicas. Posiblemente, era el peor partido de La Roja desde la catástrofe ante Holanda en Brasil, perdonen que sea pesado. Reina salvó el tercero y luego Sterling lo perdonó. Era un naufragio que ni el de la Armada Invencible. Una ocasión de Silva alejaba el fantasma del ridículo. Lopetegui metía a Ander Herrera por un Thiago que nunca supo por dónde le daba el aire.

Esta España ‘is not Spain’

La Roja intentaba hacer un gol, pero corría un enorme riesgo en cada contragolpe de Inglaterra. Isco suplía a Silva en el 63 y Morata a Aduriz. Me gustaría escribirles que España mejoró, pero no les quiero mentir. Sí, vale, teníamos la pelota, pero éramos más inofensivos que los cubiertos que te dan en el avión. Lo peor, que todavía quedaban 20 minutos de partido por delante.

Ambos equipos habían firmado un alto el fuego, que rompió Carvajal –horrible partido el suyo– con una entrada de roja, rojísima, sobre Rose, con quien tenía muchas cuentas pendientes. Otro jugador tipo, no sé, Neymar, por ejemplo, habría dado cien vueltas de campana, pero Rose se comió el entradón, se levantó y ni protestó al árbitro ni nada. Así es el fútbol en Inglaterra: nada de teatro.

La cosa no fue a mayores, pasaron los minutos, volvió el armisticio y España estaba a punto de firmar su naufragio en Wembley cuando apareció Iago Aspas para marcar un golazo en el 88 y maquillar el desastre. El gol fue una obra de arte que espoleó a La Roja para intentar la hombrada del 2-2 en los minutos de prolongación. Parecía demasiado tarde pero, España apeló al espíritu del Real Madrid y en una jugada entre Carvajal e Isco en el 95, la selección igualó un partido en el que mereció acabar goleada.

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