Panathinaikos - Real Madrid: Euroliga

Campazzo mete al Real Madrid en la Final Four por la puerta grande

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Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

Por la vía rápida, con total merecimiento y atravesando por la puerta grande. El Real Madrid firmó su pase a la Final Four de la Euroliga tras derrotar a Panathinaikos (82-89) en un partido trepidante que se decidió en los últimos minutos. La igualdad cambió para que el Madrid decantara el encuentro por mediación de un Facundo Campazzo absolutamente espectacular en los minutos finales, en los que se echó el equipo a la espalda e hizo efectivo el esfuerzo de un grupo que defenderá su título de 2018 en Vitoria.

El ambiente en el Olympic Sports Center de Atenas se esperaba ensordecedor y desde una hora antes al comienzo del partido ya se podía comprobar lo que se jugaban los locales en la tarde-noche del martes. Pitino y los suyos comenzaban ganando desde antes de que el balón se echara al aire, pero el Madrid tenía mucho que decir y el inicio del partido dejó claro que los blancos no habían venido a pasearse.

Con un quinteto seguro y polivalente, Laso logró imprimir un ritmo feroz en los primeros minutos de encuentro, con sendas acciones de Tavares y Randolph, dominadores aéreas, que sirivieron de contrapunto para el acierto exterior mostrado por Rudy, Campazzo y un Taylor que se ha convertido en indispensable por méritos propios en cualquier quinteto.

La conexión de los cinco jugadores madridistas sublimaba la aplicación de baloncesto necesarias para hacer inútil el ambiente del coliseo ateniense. Calathes seguía sin funcionar y sólo Thomas, suplente que ingresó prematuramente, mantenía con vida a Panathinaikos. La reacción, eso sí, no se haría esperar debido a la emergencia de las ventajas del Madrid, que rozaban los diez puntos. Lojeski tomó los mandos de la nave verde para igualar antes de que Rudy, en su versión más temible desde la larga distancia, volviera a poner en ventaja al Real.

Más tranquilos y con la segunda unidad ejerciendo de sostén –Prepelic al base incluido–, el Madrid logró mantenerse en el mando del partido hasta que un parcial de 9-0 de Panathinaikos derribó el muro de un plumazo. Nadie dijo que fuera a ser fácil… pero la remontada golpeaba fuerte al campeón a la espera de una  reacción que calmara el infierno griego.

Un equipo por encima de todo

El descanso llegó como mal menor para los de Pablo Laso, cinco abajo pero con mucha vida en el partido si lograban dar con la tecla a base de circulación e intensidad en su aro. De nuevo la muñeca de Rudy, acompañada de una inteligencia de Taylor que se ha convertido en costumbre, hacían soñar al Madrid con cerrar a la primera el pase a la Final Four, pero Calathes, despierto pero más que irregular, dejaba destellos surtiendo de asistencias a un equipo que a pesar de su garra y fortaleza, va muy corto de talento cuando su faro no acaba de alumbrarles.

El Madrid, en cambio, cuenta con una batería de jugadores perfectamente preparada para rendir en unos cuartos de final de la Euroliga. Con el lógico reparto de roles, Laso ha conseguido recuperar para la causa a un talento como Randolph, convertir en base de emergencia a Prepelic o hacer estrellas a dos jugadores como Taylor y Thompkins que empezaron ejerciendo de soldados. Una obra minuciosa sin dejar de lado la libertad que no cierra el talento de un equipo que se ha plantado en el momento clave sin su gran estrella, un Sergio Llull que ha pasado de liderar en la cancha a prestar el carácter a un equipo que nunca se rinde y (casi) siempre gana. Pase lo que pase.

Campazzo ordena el pase

Con una mínima ventaja para y por el grupo, el Madrid tuvo que volver a lidiar con un arreón de la máquina verde, dispuesta a no rendirse hasta que sonara la bocina final. Atenas quería cuarto partido y estuvo cerca, muy cerca de poder lograrlo, pero un terremoto les arrasó para acabar con sus esperanzas de seguir con vida.

Campazzo es uno de esos jugadores a los que agarrarse cuando todo está perdido, en los momentos en los que nadie quiere el balón por temor al fallo, el agranda sus escasos 178 centímetros de altura para machacar al rival a base de talento y acierto en la tensión. Con la ayuda de Ayón, con el que estableció el puente hacia la Final Four, y más tarde en solitario, con un triple jordanesco para silenciar Atenas, el argentino confirmó el pase del vigente campeón a una Final Four en la que nadie querrá cruzarse con ellos, con el equipo de Laso, Llull y Campazzo, pero por encima de todo, del grupo que se impone a las adversidades con la voluntad y el objetivo de volver a campeonar.

 

 

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