Un Barça sin vergüenza
Entre el bochorno y el ridículo. Así fue la victoria del Barcelona ante el Leganés en uno de los partidos más insípidos que se les recuerda a los azulgrana. Se puede jugar bien, regular y hasta mal, pero lo que hicieron los futbolistas de Luis Enrique no fue jugar al fútbol, fue pasearse. Fue como una gran sentada de protesta pero vestidos de corto. Pasotismo puro.
Fue un equipo de muertos vivientes, zombis con botas de fútbol, que caminaban con torpeza y lentitud por el césped del Camp Nou arrastrando los pies con un desinterés intolerable. Sólo les faltó jugar con las manos metidas en los bolsillos.
Fue un equipo sin vergüenza. Sin respeto por una afición que se plantó en el campo después de que el PSG le hubiera metido una paliza a su equipo esta misma semana.
Está claro que los jugadores del Barcelona no aguantan a Luis Enrique. No les culpo. Así, a bote pronto, parece un tipo bastante insoportable, pero el problema es que los futbolistas del Barça no se deben a Luis Enrique sino al club que tan generosamente les paga y a su afición.
La victoria final –de penalti, para variar– no cura ninguna herida, más bien las deja todas en carne viva. Sirve para que el Barça siga enganchado a la Liga, aunque sea un poco de forma ficticia, pero no tapa la imagen de desidia de un grupo de futbolistas a los que da toda la impresión de que se la suda bastante si su equipo gana, empata o pierde. Y eso es algo que ni el Barcelona ni ningún equipo del mundo debe consentir.