Aquí manda Nadal: destroza a Thiem y jugará la final por su décimo Roland Garros
No habrá sucesión en el trono de Roland Garros porque Rafa Nadal sigue siendo el rey. El héroe español debía batallar con el nuevo gran talento emergente del tenis, Dominic Thiem, y no le dio opción ni siquiera de ganar un set (6-3, 6-4 y 6-0). Porque Rafa tiene una misión, que es levantar su décima corona de campeón en París, y tiene talento, coraje y tenis suficiente para que nadie cuestione quién manda en la capital parisina. Ya solo queda Wawrinka como escollo para la Décima.
Rafael Nadal es demasiado, incluso para el tenista que asoma como gran alternativa a los cuatro grandes dominadores del circuito. Thiem había vencido al manacorense en su último enfrentamiento, llegaba después de fulminar a Djokovic y sin perder un set en todo el torneo, pero en ningún momento se vio capaz de frenar a un a auténtico terremoto de tenis sobre la arcilla de la Chratier.
Las cosas, eso sí, no pudieron empezar mejor para el austriaco. En el primer juego del partido, Thiem rompió el servicio de Nadal gracias a su movilidad y potencia, en una auténtica declaración de intenciones de lo que había venido a hacer a la Philippe Chratier. Sus derechas invertidas estaban causando estragos, pero Rafa tiró de veteranía para colocar el muro un par de metros detrás de la línea y a partir de ahí sobrevivir y escampar la tormenta a falta de tiempos mejores.
Jugando con mucho sentido, Nadal se impuso en los puntos importantes y fue avanzando metros con su derecha cruzada, un martirio para el revés a una mano de Thiem. Del 0-1 al 4-1 en unos minutos, y don Rafael se había puesto por delante en la semifinal. Como Dios manda, porque Dios, en Roland Garros, es él.
El segundo set siguió por los mismos derroteros del primero, con todo muy igualado en cuanto a golpes, pero con la inteligencia de Nadal imponiéndose hasta que obtuvo premio. Fue en el tercer juego, después de más de seis minutos de batalla, cuando Rafa tomó una ventaja que se asomaba como casi definitiva en el marcador. Ya no solo eran las sensaciones, sino que el nueve veces campeón estaba a punto de adelantarse por dos sets en su pista. Misión (casi) imposible.
La pequeña debilidad de Nadal en el torneo había tenido que ver con el servicio, pero, sabedor de la importancia del encuentro, dio un paso más en su rendimiento aquí también, y desde la rotura inicial de Thiem, no volvió a recibir un break en lo que restaba de encuentro. El 6-4 del segundo set pareció corto en relación al tenis que estaba desplegando el tenista de Manacor. Simple y llanamente, lo estaba bordando una vez más.
Rosco y a la final
Aun con el sobresaliente ya en el bolsillo, lo mejor de Nadal, como tantas otras veces, lo estaba dejando para el final. Fue un rosco que habría mermado la moral de cualquiera que se hubiera colocado enfrente, y por supuesto, también lo hizo con un descolocado Thiem, que no entendía lo que estaba sucediendo.
En menos de media hora de juego, Rafa golpeó una y otra vez al tenista austriaco, que ya no hacía nada con sentido y solo esperaba al golpe final que colocara a Nadal en su décima final de Roland Garros. Y ese momento llegó pronto. Al fin y al cabo, lo había intentado, pero se había convencido de que aún le queda mucho para superar a la leyenda en su casa.
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