“Y ahora, ¿quién duda de Benzema?”


Benzema sacó ayer su mejor versión. Algo que parecían ya tener olvidado los aficionados madridistas. El delantero fue clave para que el conjunto de Zinedine Zidane sellase el pase a su segunda final de Liga de Campeones consecutiva, con una espectacular jugada que dejó boquiabiertos a todos. Un detalle de calidad que fue determinante, pero que no debe eclipsar al buen partido que realizó.
Desde el Real Madrid siempre han defendido que el francés «es intocable». Uno de los favoritos tanto del presidente como del entrenador. Y es que, pese a las críticas recibidas en los últimos tiempos, en el Bernabéu saben que Benzema es capaz de marcar la diferencia simplemente con los destellos de su calidad.
«¿Quién duda ahora de él?», presumen en la cúpula. Y la verdad es que nadie puede cuestionar que el galo tiene ese don especial para hacer fácil lo difícil. Su actuación pudo ser incluso mejor si un remate de cabeza al que llegó forzado llega a ver puerta, o si el árbitro hubiera señalado el penalti cometido por Thomas cuando volvió a zafarse de tres defensores rojiblancos en el segundo tiempo.
Después de una temporada un tanto irregular, en la que los números no eran para nada el mejor aval para el punta madridista, Benzema volvió a demostrar anoche a la parroquia blanca la determinación que puede llegar a tener su presencia en el terreno de juego. Y lo hizo de una manera que para él no es nada novedosa. Porque si a algo está acostumbrado el francés, es a deslumbrar cuando menos se le espera.
El tramo final del curso no se antojaba fácil para el artillero. Y mucho menos después de un negro mes de abril para él, cuando -con un calendario cargado de partidos- prácticamente ni apareció. Incluso las voces en Chamartín sonaban con más fuerza que nunca pidiendo la titularidad de Álvaro Morata. El canterano madridista superó los registros goleadores de su compañero frente al Granada, con casi la mitad de minutos disputados.
Sin embargo, cuando tenía que dar el do de pecho, cuando menos se le esperaba, apareció. El gato se escabulló por la línea de fondo para silenciar a un Calderón que apretaba más que nunca y para llevar, de la mano de Isco, al Real Madrid a Cardiff.