CHAMPIONS LEAGUE: ATLÉTICO VS REAL MADRID

La noche que Benzema se disfrazó de Butragueño para emular a Redondo

Karim Benzema
Iván Martín

11 de febrero de 1987. Estadio Santiago Bernabéu. Real Madrid y Cádiz se enfrentaban en un partido que estaba más que decidido en el que los blancos ganaban por 5-1. Parecía imposible que el encuentro pasase a la historia por algo. Y entonces apareció un joven Emilio Butragueño para hacer una jugada de esas que se recuerdan a lo largo de la historia. 

El actual director de relaciones institucionales del Real Madrid recogió un esférico escorado a la derecha de la meta gaditana, empezaba a regatear rivales hasta marcharse de todos los que le salieron a su paso, alcanzó la línea de fondo y, tras driblar también a Jaro, se plantaba solo en la meta para empujar el balón. Chamartín pronto se percató de que lo que había visto era leyenda. El madridismo respondió con pañuelos y gritos de ¡torero!, ¡torero!

13 años, 2 meses y 8 días Fernando Redondo volvía a repetir una genialidad muy parecida en los cuartos de final de la Champions League. Old Trafford fue testigo de una de las mejores jugadas de la máxima competición europea. El mediocentro argentino tiraba un taconazo de ensueño para recoger el esférico en la linea de fondo, levantar la cabeza y ceder a un Raúl que no perdonaba. El Real Madrid comenzaba a cimentar la Octava.

Pues más de 30 años después del primero y 17 del segundo Karim Benzema lo volvió a repetir para sacar definitivamente el pasaporte a Cardiff. El Real Madrid comenzaba con problemas inesperados y veía como el Atlético se había puesto a un gol de empatar la eliminatoria en un cuarto de hora. La cosa pintaba mal, pero el galo, con esa sangre fría que tanto le caracteriza, tiraba de magia para poner punto y final a la eliminatoria. 

Karim Benzema

Cristiano, muy listo, sacaba un saque de banda rápido dirigido a Karim. Éste recogía el esférico, Godín, Giménez y Savic le encimaban y parecía que todo se acababa. Pero el madridista no lo tenía planeado así. El ‘9’ rompía a los tres zagueros, se escapaba con el balón por la línea de fondo mientras oteaba a quien asistir y en el momento perfecto cedía el balón a Kroos. El disparo del alemán lo paraba Oblak y el rechazo era aprovechado por Isco para hacer el gol que destruía las ilusiones atléticas.

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