Muere a los 96 años el poeta Marcos Ana
Fernando Macarro Castillo, más conocido como Marcos Ana, el poeta comunista represaliado por el franquismo y encarcelado durante 23 años tras la Guerra Civil, ha fallecido este jueves a los 96 años sin rencores, pero también sin «amnesia», como le gustaba remarcar.
«Los presos políticos fuimos los primeros en aceptar la política de reconciliación nacional, pero una cosa es la amnistía, que era necesaria, y otra la amnesia», decía Marcos Ana, que firmaba bajo este seudónimo literario, en recuerdo de sus padres campesinos, Marcos Macarro y Ana Castilla.
De origen humilde, nació el 20 de enero en el pequeño pueblo salmantino de San Vicente de Alconada, aunque creció en la vecina Ventosa del Río Almar, donde a los quince años vivió el estallido de la contienda civil.
Tras recoger el cadáver de su padre entre los escombros de su casa destruida, se alistó en el bando republicano y cuando acabó la guerra, en marzo de 1939, fue capturado en el puerto de Alicante y conducido al campo de concentración alicantino de Albatera.
Aunque consiguió evadirse y ocultarse en Madrid, a los pocos días fue detenido y comenzó su periplo por las prisiones españolas: la cárcel del Conde de Toreno; el penal de Ocaña, donde estuvo 307 días incomunicado; la prisión de Alcalá de Henares y el penal de Burgos, donde pasó 15 años.
En esta etapa de «turismo carcelario», como decía con ironía, sufrió castigos y lo único que le mantuvo con vida era la fuerza que le daban los ideales por los que fue encarcelado durante 23 años y condenado a muerte en dos ocasiones. Fue durante su estancia en el penal de Burgos, hacia 1954, cuando escribió sus primeros poemas, que firmó con el seudónimo literario de Marcos Ana que ha mantenido hasta su muerte. Tenía entonces 33 años.
Cuando recuperó la libertad, en noviembre de 1961, se exilió a Francia y emprendió una campaña internacional contra la represión política en España y en el mundo y se hizo un firme defensor de los derechos humanos y la democracia.
Un actividad que le llevó a viajar por medio mundo, en especial en Europa y América, donde conoció a Pablo Neruda o Salvador Allende, dos de sus grandes amigos, así como al poeta Rafael Alberti, quien le llamaba «Marco Polo» y «Ciudadano de la Vía Láctea» y a Miguel Hernández, con quien coincidió en la cárcel de Conde de Toreno, en el 39.
En Francia fundó el Centro de Información y Solidaridad con España, presidido por Pablo Picasso. Desde 1973, junto al pintor malagueño y otros intelectuales, participó además activamente en actos de solidaridad con Chile, sometido a la dictadura de Pinochet. Tres años después, regresó a España tras la amnistía de 1976.
Entre sus obras, destacan «Autobiografía», «Mi mundo es un patio» y «Te llamo desde un muro», escritas en la cárcel. Sin embargo, su obra cumbre es «Decidme cómo es un árbol» (2007), una novela en la que entremezcla la poesía y calificada por él mismo de autobiografía.